Multitudinarias manifestaciones en el mundo occidental de jefes de Estado y de ciudadanos de a pie defendieron la libertad de comunicación y repudiaron el asesinato de periodistas franceses, provocadores con una caricatura corrosiva de Mahoma. En el estudio de este hecho bilateralmente antihumano miro tres tendencias: una, a pintar los hechos de blanco o de negro (casi siempre son grises); otra, a recortar de la libertad su componente, que le da consistencia: la responsabilidad. La tendencia a limitar la libertad de comunicación, protegiendo al poder. Ya sin euforia, descubrimos que separar a la persona de la sociedad es sofocar la libertad en el fanatismo. Ninguna causa se defiende sensatamente con fanatismo, menos aún la libertad. Preguntémonos: ¿tiene límites la libertad?

Reitero la afirmación de Tomás de Aquino y posteriormente de Jean Paul Sartre, quienes no separan persona y sociedad: “La libertad de las personas termina donde comienza la libertad de los demás”.

La libertad sin referencia a la sociedad es solo una capacidad individual del más fuerte. El progreso humano sería, como la selección de las especies, fruto de una lucha, sin interferencia alguna, entre los miembros más fuertes y los débiles. Desde este enfoque, la libertad favorece a los mejores miembros del conjunto; en consecuencia, la libertad no beneficia a toda la humanidad. Desde este mismo enfoque, la igualdad favorece a los menos aventajados. La sociedad no existe, afirma Margaret Thatcher, una abanderada del “liberalismo salvaje”, al que le calza como nombre “tu muerte es mi vida”. Uno de los rasgos de la rica personalidad de la grande política fue la observancia de la ley del más fuerte. Personajes actualmente similares defienden toda libertad de expresión, sin mencionar la corresponsabilidad.

Tomo de Augusto Klappenbach algunas afirmaciones que confirmaré con breves reflexiones. “Los hombres no pueden ser libres en la sociedad; y la sociedad solo puede ser libre, asegurando la libertad de sus miembros”, “la libertad es un modo de relación social, en el que se eliminan las relaciones de dominación. (…)Será libre la sociedad, en la cual sus integrantes no sean considerados como meros instrumentos, sino que sean reconocidos como fines en sí mismos”.

El marxismo y “liberalismo salvaje” tienen elementos similares. Son materialistas. Los dos excluyen la libertad y lo espiritual en la sociedad. El plan de unos pocos reemplaza la libertad de todos. Los dos rechazan el principio de subsidiaridad, según el cual la persona tiene un aliento creador, que mueve a salir de sí misma, a crear en el encuentro con otras personas un ambiente de libertad y responsabilidad, propicio para el desarrollo integral. Liberalismo salvaje y marxismo coinciden en suprimir la libertad, aliento creador de la persona para bien de todos.

Gratísimo anuncio: Hace unos minutos el papa anunció su visita a los ecuatorianos. En nombre de Jesús confortará a sus hermanos obispos, a creyentes y a personas de buena voluntad. Nos robustecerá en el camino hacia una justicia, enraizada en la fraternidad. Vivida esta, el Ecuador será libremente de todos. Empeñémonos en preparar este acontecimiento. (O)