En fechas como estas me gustaría escribir solo sobre la bondad, solidaridad, el espíritu navideño, el nuevo año, sobre el amor, amor y amor. Usualmente, cuando se acerca diciembre soy una de las primeras en emocionarme y recordarles a todos que estas fechas son para dar y compartir, y que no son solo para los niños, como algunos repiten y repiten, estas fiestas son para todos… especialmente para esos adultos que aún permiten que su niño interior se maraville con cosas como las luces de la temporada adornando las casas, los pequeños escribiendo sus cartas a Papá Noel o contando los días para la llegada del Niño Jesús.

Pero esta vez ha sido diferente, he pasado en estas últimas semanas situaciones dolorosas que han hecho un poco difícil estar alegre y al mismo tiempo que aprecie aún más el verdadero significado de los días que vivimos. Tal vez por eso he dedicado más tiempo, que otros años, a pensar en los que están solos, sin familia o amigos (porque no los tienen o porque la distancia los separa), en aquellos que han perdido a un ser querido, o los que están sin trabajo, o enfermos, o los que por alguna razón (que ya ni recuerdan) no se hablan con un familiar o amigo.

No pretendo arruinarles las fiestas ni deprimirlos, al contrario, deseo hacerles ver lo afortunados que son, si los que me están leyendo tienen su familia completa, salud, trabajo y amor, tienen tanto por agradecer y no solo en estos días, creo que de eso se trata la Navidad. Me encantaría que sintiéramos este espíritu de amor y generosidad los 365 días del año. Todos los días pueden ser Nochebuena y todos los días puede renacer en nuestros corazones el Hijo de Dios y traernos buenos sentimientos para compartir con los demás.

Sé que para algunos será más difícil tener ganas de celebrar, pero debemos hacer espacio entre nuestras preocupaciones y angustias para que llegue la esperanza a nuestra alma, no perder la fe en que las cosas mejorarán, y tener la fortaleza de mantener esa fe cada día.

Este año no le pedí nada a Papá Noel (sí, a mis 44 años aún creo en la magia de Papá Noel), pero me he guardado ese deseo para hoy pedírselo a ustedes: ¡sean felices!, traten con todas sus fuerzas, aun en los momentos más duros, de serlo. Traten de hacer felices a los demás también, ayudando a quienes tienen menos. A veces no es ni siquiera algo material con lo que pueden dar la mano a alguien. A veces solo hace falta una palabra amiga, un abrazo, un saludo cariñoso. Si conocen a alguien que está solo o pasando por un momento triste, llámenlo, visítenlo o invítenlo a su casa a pasar con sus familias, les aseguro que ese será el más bello regalo para esa persona y para ustedes.

Ahora los dejo, voy a hacer el obligatorio repaso de este 2014, de las muchas cosas que quedaron pendientes, volveré a hacer nuevas promesas para el próximo año y llenaré mi espíritu de positivismo para el 2015. ¡Que Dios me los cuide y me los bendiga! ¡Salud! ¡Sean felices! (O)