El papa Francisco no recibió al Dalai Lama con el pretexto de que hacerlo podría empeorar la situación de los católicos en China. Como sabemos el clérigo budista, último gobernante del Tíbet, es un incansable propugnador de la independencia de su país colonizado por el régimen de Pekín. En China existe una pequeña minoría de católicos dividida entre un sector que acata órdenes de la oligarquía “comunista” y otro que se mantiene fiel al Vaticano. Este último es perseguido y discriminado. El argumento utilizado por los funcionarios vaticanos se parece demasiado al que usó Pío XII para explicar su silencio frente al nazismo: no aumentar los problemas de los católicos en la Alemania de Hitler. La postura del papa Pacelli no sirvió para nada, como la del papa Bergoglio tampoco será eficaz. El mismo resultado en ambos casos: envalentonar a la dictadura.
Ahora Francisco I está ufano por su contribución a la normalización de las relaciones entre la dictadura castrista y los Estados Unidos. Es coherente, porque esta es otra movida que tampoco será útil y menos para que en Cuba se implante un estado de derecho. Se sabe que Raúl Castro es un admirador del modelo chino, es decir, de un sistema de economía de mercado gobernado por una minoría despótica que todavía se llama Partido Comunista. El gobierno de Obama le ha dado un magnífico regalo de Navidad. Ya veremos a hombres de negocios cubanos haciendo rentables transacciones en Norteamérica y a businessmen norteamericanos haciéndolas en Cuba, mientras se mantiene la represión, la censura y el monopolio político. Este sistema, que se llama fascismo, es ahora el preferido por los dictadores, porque es el más apropiado para el enriquecimiento ilícito de la clase gobernante.
Es verdad que el bloqueo diplomático y económico no ha servido. En medio siglo la tiranía castrista no aflojó un perno, más bien se sirvió del embargo como justificación para su inepcia económica y social. Era hora de cambiar de rumbo. Además, es cuestionable el derecho de un gobierno a prohibir a sus ciudadanos comerciar con tal o cual país. Había que buscar nuevas vías legítimas y eficaces de quebrar a los Castro, pero la normalización a manos lavadas solo tiene un ganador. Ya lo dijo Evo Morales, con su picardía de aimara astuto, que Cuba doblegó a Estados Unidos y esa es la imagen que la izquierda mundial tratará de vender. Lo menos que se debió pedir es la liberación de todos los presos políticos. Es lamentable que Occidente tenga por ahora dirigentes timoratos, inseguros de los valores de derecho y libertad de la cultura a la que se deben, que ceden sin mayor vacilación ante las intimidaciones de los líderes que representan los antivalores de abuso y opresión. Después de la etapa brillante que en el último cuarto del siglo pasado representaron Juan Pablo II, Margaret Thatcher y Ronald Reagan, apena ver la inconsistencia de los que ahora presiden las instituciones que estructuran nuestra civilización.(O)