Aún en las sociedades ricas de hoy en día hay una continua desigualdad entre los sexos; las mujeres tienden a estar en puestos de trabajo peor remunerados, están representadas peor en la política y en los niveles superiores de las empresas, y llevan la peor parte en la violencia doméstica. Pero la situación en algunas partes del mundo en desarrollo es mucho peor; las normas culturales tradicionales implican que muchas niñas reciben poca educación, se casan y tienen hijos siendo aún adolescentes, y ni siquiera pueden abrir una cuenta bancaria.

En Ecuador, de acuerdo con datos del Foro Económico Mundial, por cada mujer en el Parlamento, en cargos públicos o privados de alto rango, hay casi dos hombres.

Hace quince años, la comunidad global se ha comprometido con un ambicioso conjunto de Objetivos de Desarrollo del Milenio. Se ha logrado cierto éxito en el cumplimiento de los objetivos para reducir las diferencias de género –por ejemplo, ahora las niñas tienen muchas más posibilidades de ir a la escuela– pero las mujeres en el mundo en desarrollo siguen sufriendo los más altos niveles de pobreza, problemas de salud, falta de educación, desigualdad de derechos y violencia. La ONU está planeando el siguiente conjunto de objetivos internacionales que nos conducirán hasta el 2030, y tenemos que preguntarnos ¿qué objetivos debemos incluir? Con recursos limitados de tiempo, dinero y personal capacitado necesitamos enfocarnos en aquellos que nos permitirán generar el mayor beneficio.

Entonces, ¿deben estar en nuestra lista de prioridades los objetivos destinados a aumentar la igualdad de género? Una forma de ayudar a decidir esto es comparar todas las opciones mediante el análisis de cuánto costará y cuánto beneficio traerá cada una. Esto es lo que mi grupo de reflexión, el Copenhagen Consensus, ha hecho con más de 60 equipos de los principales economistas en temas de educación, hambre, energía, violencia y, ahora, igualdad de género.

La igualdad de género es un gran problema con varios componentes importantes. La reproducción es uno de ellos, y permitir a las mujeres ejercer el control sobre el embarazo significa reducir el número de muertes en el parto, reducir las muertes infantiles, y darles a las madres más tiempo para dedicarse a la crianza de su familia y a obtener un ingreso. Es por eso que invertir dinero en programas de planificación familiar resulta ser una buena inversión. Pero esta no es la única manera de reflexionar sobre la igualdad de género. La mejor manera de reducir la violencia contra las mujeres, garantizar que tengan igualdad de derechos y sacarlas de la pobreza es salir del ciclo del matrimonio y el parto precoz, y empoderarlas para ser miembros plenos de la sociedad.

Esto es más fácil decirlo que hacerlo, por supuesto, pero un buen enfoque es mantener a las niñas en la escuela durante más tiempo y asegurarse de que haya trabajos disponibles bien remunerados para ellas cuando terminen la escolaridad. Por ejemplo, en la India rural, los reclutadores para trabajos administrativos bien pagados en empresas visitaron pueblos seleccionados al azar durante un periodo de tres años. En esos pueblos había más empleo femenino y las mujeres entre 15 y 21 años tenían 5 a 6 puntos porcentuales de probabilidades de casarse o dar a luz durante este periodo. Por otra parte, las mejores oportunidades laborales incentivaban a las mujeres a alcanzar una mejor educación, las niñas más jóvenes permanecían más tiempo en la escuela, y las mujeres se matriculaban en cursos de capacitación después de la escuela.

Cuando nos fijamos en la evidencia a través de una serie de diferentes estudios y países, cada dólar gastado en mejorar la rentabilidad mediante un mayor acceso de las mujeres a las oportunidades económicas, redunda en 7 dólares de beneficio.

Mejorar la educación femenina es también un buen objetivo, pero que es claramente difícil de lograr. En estudios realizados se muestra que por cada dólar gastado, los beneficios probablemente ascenderían a cerca de $ 5 de bienestar social.

Hay un montón de otros posibles objetivos que parecen evidentemente ser algo bueno, pero para los cuales no tenemos estimaciones de costos o beneficios. Por ejemplo, garantizar que las mujeres tengan los mismos derechos a heredar, firmar un contrato, registrar un negocio o abrir una cuenta bancaria costaría muy poco, pero podría tener beneficios de largo alcance, pero nosotros simplemente no tenemos los datos para cuantificarlos.

El aumento de la representación política femenina también acarrearía un bajo costo, mientras los beneficios serían en general bienvenidos, pero difíciles de cuantificar. En esencia, las diversas prioridades de las mujeres comenzarían a tener la misma predominancia que las de los hombres.

La igualdad de la mujer es un tema complejo y no va a lograrse mediante un conjunto de soluciones prolijas y estandarizadas. Sin embargo, los análisis económicos pueden ayudar a mostrar que podemos hacer el máximo beneficio posible. Claramente, la planificación familiar puede ser uno de los mejores objetivos que podemos poner en la lista de prioridades de las Naciones Unidas, porque va a generar $ 120 de beneficio social por cada dólar gastado. Pero muchos otros caminos, como la educación, las oportunidades económicas, junto con los derechos de las mujeres y la mayor igualdad de oportunidades, compiten por un lugar entre las otras prioridades de nutrición, salud y pobreza.

Claramente, la planificación familiar puede ser uno de los mejores objetivos que podemos poner en la lista de prioridades de las Naciones Unidas, porque va a generar $ 120 de beneficio social por cada dólar gastado.