Un pase de ilusionismo colectivo ideológico nos ha hecho creer que las buenas y las malas nuevas de la política nacional e internacional son lo más importante para nosotros. Pero los relatos de Alice Munro, la escritora canadiense que recibió el premio Nobel de Literatura la semana pasada, apuestan por otra realidad: lo que permanece en el presente de nuestra memoria son las historias familiares, las maneras en que nuestros mayores han triunfado y fracasado, el lugar de nuestros padres y madres, hermanos y hermanas, la presencia y la ausencia de los primos, los vecinos...

Desde Danza de las felices sombras, de 1968, Munro ha conseguido expresar el notorio peso del linaje, pues sus cuentos son el recuerdo de lo que ella escuchó e investigó sobre sus antepasados, aunque ahora se presentan envueltos en su estilo tan particular que consiste en hacer misterioso y altamente significativo cada acontecimiento de la niñez, adolescencia, madurez y vejez. En sus narraciones –verdaderas pequeñas novelas–, cada vez que alguien habla o hace algo en el curso de una vida, una conexión singular que no se desvanecerá jamás se desata en el universo.

Secretos a voces, de 1994, confirma la convicción de que lo que hacemos tiene repercusiones que íntimamente se resignifican en el tiempo. ¿Cuánto puede durar la decepción amorosa como resultado de un enamoramiento fallido?, podría ser la pregunta central de Entusiasmo, en el que Louisa, en el camino de convertirse en solterona, espera la aparición de un soldado que la ha enamorado por carta. Los días pasan y, un día, por la prensa, ella se entera de que él se está casando con otra. ¿Qué cuerdas del destino –cruel, burlón y reparador– animan las relaciones personales?
En Una vida de verdad, las amigas entusiasman a Dorrie para que acepte a un hombre para quien “era la forma de usar el cuchillo y el tenedor que tenía Dorrie lo que lo había cautivado”. Lo no revelado, en la intrincada estructuración de la prosa de Munro, estremece porque colma en el lector la ansiedad por saber qué tiene que ver lo uno con lo otro. Es una escritura que, en la iluminación de la cotidianidad, insiste en que todo guarda correspondencia con algo más. Para su boda, Dorrie decide ir andando sola de su casa a la iglesia. ¿Qué va pensando la mujer que se casa? Según Munro: “Las mujeres casadas tienen anillos de diamantes y dolores de cabeza”.

De Canadá a Australia, Gail persigue a su exnovio, quien se ha ido con otra mujer mucho más joven. Disfrazada, Gail se instala en la misma ciudad para enviarle cartas bajo otro nombre. ¿Por qué una mujer hace eso con un individuo que la ha traicionado y abandonado? Los extraordinarios cuentos de Munro –en los que las mujeres escuchan y hablan– nos enfrentan con esas situaciones sobre las que no queremos ya pensar. Alice Munro escribe sobre ella misma y las mujeres, por fuera del impotente patetismo de esos autores que se pretenden expertos en erotismo. Sobre una cuchara de madera se forma una piel mohosa: para una mujer, eso grita un secreto a voces.