No es necesario poner ni un centavo para poder exigir la conservación del Yasuní. Cada ecuatoriano es propietario de una parte proporcional de los recursos que yacen en el subsuelo de ese parque nacional. Los dieciséis millones de habitantes de este país manejan esa riqueza a través del Estado, que es un administrador, no el dueño. De manera que, cuando te preguntan qué aportas a la conservación del Yasuní, la respuesta lógica y ética es “la parte que me corresponde de los recursos que encierra”. Pero no hay problema, es seguro que muchas personas harían significativos aportes, si se les garantizara que se usarán en educación, salud y conservación ambiental. Esto implica que esas inversiones van a hacerse en rubros totalmente nuevos, porque si se va cubrir con ello gastos que ya se realizan actualmente, sería un burdo engaño. ¿Qué les parece, vamos cincuenta/cincuenta? Por cada centavo que disminuyen los gastos en publicidad, escoltas, sabatinas, aviones personales y otros egresos suntuarios, la sociedad pone en un fondo preasignado una cantidad igual. No es una solución totalmente justa, porque lo que ellos deducen no es de su peculio, sino de los ecuatorianos, pero es una fórmula viable.