Hay episodios políticos que por ridículos merecen pasar a la historia. El debate sobre la reelección indefinida tendrá esa categoría y servirá para la burla en el futuro. Por un lado, para ponerlo sobre la mesa han apelado a los pretextos más infantiles que se puedan encontrar. ¿No se dan cuenta del deplorable nivel político e intelectual que muestran cuando ponen en discusión un tema de esa trascendencia porque –según ellos– los medios no tienen coherencia al respecto? Suponiendo que eso fuera verdad, es imposible encontrar alguna justificación para que de allí se desprenda lo que puede devenir en una decisión política de enormes repercusiones. Deberían ponerse a pensar en la manera en que será recordado este episodio, para ver si así le ponen un poco de razón a su accionar. En el plano de la vida cotidiana, cuando una persona común y corriente actúa de esa manera es clasificada en la condición de preadolescente y sus parientes buscan ayuda profesional.

Por otro lado, queda para el recuerdo la manera burda y vergonzante de ocultar lo de fondo. Desde hace mucho tiempo, incluso antes de la primera reelección presidencial, se sabía que la Revolución Ciudadana no podrá existir sin el líder Rafael Correa. RC-RC=0 es la implacable ecuación que les quita el sueño y que les lleva a dar pasos desesperados como los de los últimos días. Saben perfectamente que los procesos anclados en la figura de un caudillo, aquí y en cualquier parte del mundo, han tenido una vida biológica y no política. La única excepción es el peronismo, que se explica por la base social organizada que estuvo presente antes de él y que no tenía por qué desaparecer con él. Por el contrario, aquí, sin organización social, sin partido político y sin cuadros de recambio, los plazos se hacen cortos y se producen reacciones de pánico. Estas han desembocado incluso en apresuradas propuestas de reforma de la mejor constitución del mundo, esa que estuvo prevista para regir durante los próximos trescientos años.

No tiene sentido, en estas condiciones, entrar en la discusión de fondo, en la conveniencia o no de la reelección indefinida, en lo que esta tiene de positivo y de negativo para la democracia, en las diferencias que existen entre los diversos cargos, además de muchos otros aspectos que están involucrados en el tema. No es eso lo que se está discutiendo, sino la permanencia del líder. Si la discusión se encaminara a lo de fondo se encontrarían con aspectos difíciles de enfrentar. Muchos de quienes ahora defienden a rajatabla esa modalidad tendrían que rogar a todos los dioses y a los propios demonios para que no se encuentren sus declaraciones y sus escritos en que la condenaban cuando otros mandatarios, de aquí o de otros países, intentaban hacer lo que ahora quieren para su líder. Simplemente, se trata de asegurar la permanencia del único factor que sostiene a la RC. Si no es en esta ocasión, será en cualquier momento dentro de los próximos tres años.