Pasado mañana se cumplirán doscientos años del nacimiento de uno de los mayores genios musicales, Richard Wagner. A diferencia de otros músicos excepcionales, como Beethoven, Rossini o Liszt, a los que se venera sin reparar en defectillos que pudieron tener, cualquier persona medio sensata que expresa admiración por la innegable grandeza de Wagner, lo hace tomando distancia y salvedades, pues está contaminado de una espantosa mácula: fue un declarado antisemita. Se ha tratado de minimizar esta ideología, como una especie de travesura que se le puede perdonar a un genio, pero no es así.