Similar a las bolsas para hielo y agua caliente, el bidé y el irrigador fueron instrumentos indispensables del botiquín hogareño en nuestra ciudad para complementar tareas preventivas o para atender repentinos problemas de salud de la familia.

El bidé (bidet) era el recipiente ovalado de loza o porcelana instalado en el cuarto de baño, que recibía el agua de un grifo y que servía para el aseo de las partes pudendas o íntimas, en especial de las mujeres de la casa o algún enfermo aquejado de poco movimiento.

En cambio, el irrigador, instrumento de hierro enlozado hecho con forma de una pequeña caja rectangular en su parte superior, una manguera que remataba con su respectiva cánula y bitoque, servía para los lavados estomacales que las jefas de casa aplicaban a los más pequeños y aun mayorcitos del hogar para combatir sus desarreglos intestinales por diversos motivos, incluido el empacho.

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En los últimos años estos instrumentos desaparecieron de las casas, pues los lavados ni se recetan; lo mismo ocurre con el bidé porque las edificaciones modernas traen incorporados novedosos diseños. Las boticas y los depósitos de instrumentos ocasionalmente lo ofrecen a quienes lo desean.

Respecto del irrigador también queda en la curiosa rememoración la utilidad que daba en época de carnaval: pese a la reprimenda de los mayores, los chiquillos lo buscaban para llenar de agua los populares globitos de marca Zaruma, que los usaban para jugar entre ellos o lanzarlos a los transeúntes.

Guayaquil, noble y hermosa,/ donde el sol brilla más que en ninguna/ y que es de héroes y poeta la cuna/ que engrandece tu historia gloriosa”.Rafael E. Blacio Flor (guayaquileño)

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