Con algo de suerte se puede ver hoy en los barrios guayaquileños a aquellos panaderos que se movilizan en bicicleta y ahí cargan su canasto lleno de panes, de dulce, de sal, con rellenos o los llamados caritas sucias.

En las calles céntricas resulta más difícil, sin embargo, una tarde a fines de mayo pasado, Gregorio Baque, de 40 años, recorría los alrededores de la Catedral de Guayaquil con su canasta llena de panes. “Me hago unos $ 10 por día, ahí vendo en promedio 130 panes, cuando los municipales dejan trabajar”, comenta Gregorio mientras vigila que ningún policía metropolitano esté cerca para sacar tres panes de sal que le ha pedido un cliente.

“El pan está calientito y es rico”, comentó el padre de un menor que se detuvo para comprar una carita sucia.

Publicidad

Los vende a 30 o 35 centavos de dólar, pero también hace rebajas a quienes se lo piden amablemente. “Yo no hago los panes, sino que los compro a una panadería y vengo desde Socio Vivienda a venderlos en el centro. Aquí estoy de lunes a sábado”, cuenta este vendedor que asegura que este oficio le permite llevar el alimento diario para su familia.

“Salgo desde las tres de la tarde y a veces termino de vender a las seis. Cada pan vale 35 centavos, la gente sí compra. Vendo cake de leche, panes de coco, empanadas de queso, todo se vende”. comenta Gregorio, quien está consciente de que es uno de los pocos que aún tiene este oficio en la ciudad.

Mientras lo pueda seguir haciendo, él asegura que este oficio continuará. (I)

Me hago unos $ 10 por día, ahí vendo en promedio 130 panes, cuando los municipales dejan trabajar. Vengo desde Socio Vivienda.Gregorio Baque, vende panes