Son las 05:00 del jueves 6 y más de 40 carros livianos –en su mayoría camionetas– hacen dos filas en la vía, encienden las luces intensas para que otros no se metan y pitan en su afán de entrar a la Terminal de Transferencia de Víveres de Guayaquil, más conocida como Mercado de Montebello, por estar en este sector del noroeste.

El cielo aún está oscuro y mientras los carros esperan en un tramo de la vía Marcel Laniado de Wind, en el otro ingreso, en el de los peatones, hombres y mujeres de la Sierra y de la Costa –unos con ropas abrigadas y otros con prendas ligeras– entran presurosos, tras bajarse de carros particulares.

Una vez adentro, todos –peatones y carros– se dispersan hacia distintos sectores y andenes. Lácteos, embutidos, confitería, verduras, legumbres, granos, frutas y otros abastos se ofrecen en los cerca de 600 puestos de este mercado, que se inauguró en junio del 2000 como la primera terminal mayorista de víveres de la ciudad.

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Mariano Tasambay, de 57 años, llega todos los días antes de las 04:00 para conocer qué productos están más baratos en esa madrugada. “Uno viene a comprar al por mayor para poder vender. Aquí los precios son como las mareas, suben y bajan. Verde (plátano) está caro, a veces sale a $ 8”, cuenta el hombre, que lleva una docena de papayas, yerbita, saco de arroz, de papas y otros, para ofertar en su tienda, en la J y 43, suroeste.

María Carrillo, de 51 años, en cambio, llega a las 03:00 directo a los locales de sus conocidos. Hace compras hasta antes de las 05:30 y parte, en la camioneta de la familia, a su tienda.

Montebello es el centro de abastecimiento de María, José, Rosa, Juana, Luis, Andrés, Magdalena y otros que a diario compran los productos que minutos después venderán en sus tiendas. También provee a dueños de restaurantes, hoteles, empresas; a los amigos que se reúnen para comprar al por mayor, a vecinos... El movimiento fuerte es de 03:00 a 07:00, dicen.

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Los locales no tienen nombres ni letreros que los identifiquen, porque así establecen las normativas municipales, cuentan. Se los conoce solo por la numeración. La atención al público es de 23:00 a 11:00, pero Montebello no duerme. Tras la salida de usuarios llegan los camiones –locales y de provincias– que surten el mercado y que ingresan de 14:00 a 02:00.

Los sábados y domingos, días de mayor demanda, entran alrededor de 5.000 vehículos. De estos, el 10% (500) son camiones. Los otros días, como martes y miércoles, por ejemplo, ingresan unos 4.000 carros.

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“Hable, sí hay papas”. “Naranjillas fresquitas fresquitas”. “Lleve verduras”, vocean en el mercado, que da empleo a más de 4.000 personas.

Quienes van a pie primero recorren los puestos, pagan los productos y piden –en el caso de abastos– que se los tengan listos en esquinas o aceras hasta encontrar quién les haga el flete. Así hacen los clientes de Luis Cachupud, del local 13-44.

“Acá vienen más por las legumbres y al paso van llevando abastos. (Nosotros) compramos a distribuidoras más grandes o a empresas que nos traen. Otros tenemos que ir a ver, como el arroz, a las piladoras (por el flete les cobran entre $ 1 y $ 1,50 por saco)”, cuenta Cachupud.

Los clientes regatean los precios y pagan en efectivo. Poco se fía, dice Román Alvarado, de 40 años, del local 19-40, quien da empleo a tres personas.

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Papa chaucha y cebolla perla son los productos que más vende Inés Masacela, de 28 años, del local 11-35, quien empieza su jornada a las 20:00. Ahí pela habas, ajos, limpia tubérculos, pone en fundas los mellocos y otros. Con el puesto mantiene a seis miembros de su familia.

Entre los más antiguos comerciantes de Montebello está Andrés Tenesaca Lema, de 58 años, quien en su juventud dejó el campo en su natal Chimborazo para probar suerte en la ciudad. Hace 17 años, recuerda, ofertaba sus productos en la calle, en la Pedro Pablo Gómez, en el centro, donde se ubicaba el antiguo lugar de abastos. “Vendíamos en calle, encima de agua (por las lluvias), de lodo”, recuerda. Para ir a Montebello pasó por un censo. Y empezó a pagar por el alquiler del puesto.

Está asignado solo para vender limón y pimiento, dice. También están los que tienen menos tiempo. Luis Molina retornó de España y optó, desde hace siete años, por vender bolones y empanadas, en un quiosco, de 02:30 a 11:00. Se repiten también las historias de desempleados, que ahora ayudan en actividades de cargas, limpieza y ventas.

A las 08:00 el movimiento ha bajado. Y a las 11:00 muchos salen a sus casas para descansar unas horas. Afuera piden que les vuelvan a instalar una agencia bancaria dentro del mercado para hacer sus depósitos y no ser víctimas de la delincuencia, como les ha pasado a varios compañeros. También quieren una Unidad de Policía Comunitaria y más apertura para promocionar sus productos.

Mis clientes vienen de Balzar, de Quevedo, de Salinas, de aquí mismo compran y llevan a mercadillos. Se vende por sacos, medio saco. Para vender estamos aquí desde las 20:00 hasta las 09:00. Andrés Tenesaca, comercia limón

(I)