Tenía noventa años y fue transferido del hospital Carlos Andrade Marín del IESS, en Quito, a la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) de la clínica La Merced. Debido a su estado avanzado de diabetes, el personal médico le colocó un tubo en la tráquea para poder ventilar sus pulmones. La acción generó un cuadro de neumonía que terminó complicando su estado clínico.

Ingresar con una enfermedad específica al hospital para terminar contrayendo alguna bacteria resistente a los antibióticos que complica el tratamiento del cuadro infeccioso es con lo que se lidia en los hospitales del país. Es lo que se denomina como las infecciones intrahospitalarias.

Estuardo Salgado, médico especialista en Cuidados Intensivos, explica que una de las más comunes en el país es la neumonía asociada a la ventilación mecánica, según una investigación que realizó con datos recogidos en las Unidades de Cuidados Intensivos (UCI) del hospital del Valle y de la clínica La Merced, en Quito, de octubre del 2013 a enero del 2015.

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El especialista resalta que ambos establecimientos de salud tenían entre 2013 y 2014 un índice de 44,3 neumonías por cada 1.000 días de ventilación mecánica. Se trata de un número similar a lo registrado por países como Colombia, Perú y Brasil, pero más alto que Costa Rica (30,7) y China (20,8).

Salgado dice que al 2016 han logrado bajar a 18,9 casos en la clínica La Merced: “Ahora se tiene un comité de infecciones con personal preparado para tratar estas infecciones y obviamente evitarlas como un infectólogo, jefe de Enfermería...”.

Las UCI, agrega Salgado, son los sitios más propensos donde las personas adquieren estas bacterias por el uso de la ventilación mecánica y de catéteres intravenosos, vesicales y para el tracto urinario contaminados. Y que la mejor forma de reducir la incidencia es siguiendo medidas de prevención, como el lavado de manos.

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Sin embargo, el origen de la transmisión va más allá del nivel de asepsia que se tenga en los hospitales, dice Gabriel Trueba, profesor del Colegio de Ciencias Biológicas y Ambientales de la Universidad San Francisco de Quito.

El problema, añade Trueba, es que una de las vías de transmisión de bacterias con genes resistentes se da por el consumo de carne de origen animal, en los que se ha utilizado antibióticos: “Uno adquiere estas bacterias muchas veces por ingestión, por ejemplo, cuando uno come carne medio cruda... Estas bacterias conocidas como oportunistas infectan a las personas que están hospitalizadas, que están afectadas por una cirugía (con las defensas bajas)”.

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El especialista agrega que estas bacterias colonizan el intestino y, por ejemplo, terminan contaminando, ya en el hospital, los catéteres que se utilizan para sondear las vías urinarias: “Producen una infección a la vejiga, a los riñones y terminan con una septicemia que le mata a la persona”, indica.

La capacidad de evolucionar, dice Trueba, es la otra clave para que estas bacterias circulen. De ahí que “cuando uno toma la primera dosis (de antibióticos recetada) se mata, por decirlo, al 80% de las bacterias, toma la segunda dosis y mata aproximadamente a un 90%, pero al tercer día usted se suspende la toma y entonces sobrevive ese 5% o 10% de las bacterias que eran las más resistentes... y esa persona le va a pasar a otra que no tiene la fuerza inmunológica adecuada”, explica Trueba.

La neumonía con 1.561 muertes; otras enfermedades respiratorias con 1.090 y la septicemia (infección generalizada) con 709 fueron las principales causas de muerte en los hospitales del país, en 2015. Estos casos incluyen a quienes han adquirido estas bacterias al estar internados. De ahí que suba el riesgo de adquirir alguna infección intrahospitalaria, mientras más largo sea el internamiento del paciente.

El MSP indica, en respuesta por vía e-mail, que la vigilancia de las que denomina como infecciones asociadas a la atención en salud (IAAS) se fortaleció desde 2009 en el marco de la acreditación de 40 hospitales públicos. Sin embargo, hasta 2016 se contaba con 13 hospitales centinelas del MSP que reportaban casos de IAAS y brotes nosocomiales. “Se tiene previsto que para este año, el número suba a 42 entre establecimientos públicos y privados... Todos los hospitales públicos cuentan con comités técnicos de control de infecciones, que a pesar de no ser notificantes, realizan la vigilancia activa”, refiere la entidad.

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Entre enero y febrero de este año, la tasa de incidencia de las IAAS por cada 1.000 pacientes fue de 2,05 casos para la neumonía asociada a la atención en salud; 1,33 para las bacteriemias asociadas a la vía central y de 1,05 casos para las infecciones de tracto urinario. Esto según lo reportado por 29 establecimientos de salud que notificaron sus datos, según el MSP.

Las dos primeras infecciones registran una reducción frente a los casos registrados en el mismo periodo del 2016 (cuando se recolectaron los datos de 13 hospitales), mientras que la tercera ha repuntado.

La mortalidad atribuible a las IAAS fluctúa entre el 10,52% y el 29% según estudios realizados en establecimientos del MSP, asegura la entidad.

En los hospitales públicos Abel Gilbert Pontón y Francisco de Ycaza Bustamante de Guayaquil hay letreros que hablan sobre la importancia del lavado de manos y dispensadores de alcohol y gel en varios puntos.

Sin embargo, los pacientes poco usan estos dispositivos. Es el caso de Luisa Caicedo, quien tiene a su hermano internado en el hospital Abel Gilbert desde hace una semana: “Sí veo que las enfermeras y los doctores utilizan esas cosas (dispensadores de alcohol y gel), pero yo no, ni sabía que se podía coger”.

Carlos Cedeño, coordinador de la Unidad de Gestión de Calidad del hospital Abel Gilbert, dijo que la rotación de los desinfectantes y cumplir condiciones como que, entre camas de la UCI debe haber un espacio abriendo los dos brazos, son claves para reducir las IAAS. Aunque añade que la resistencia a los antibióticos responde también a su compra sin receta por parte de las personas..

René Viteri, presidente de la Unión Nacional de Propietarios de Farmacias, reconoce esta problemática. Asegura que las personas no compran la dosis completa de antibióticos que prescribe el médico: “Es un problema de cultura , nuestra gente no tiene educación en la salud... Cree que lo que le hizo bien a la vecina, le hará bien”.

Agrega que la salud es un derecho, pero también “lastimosamente”, afirma, es un negocio: “La ley dice que no se puede vender medicamentos sin receta médica, solo se puede dispensar los de venta libre como finalín, analgésicos... (En el caso de los antibióticos) el farmacéutico está obligado a guardar la parte de la receta y las indicaciones se quedan con el paciente, pero hay mucha gente que dice no gracias no le compro. O se le dice, no se puede dar dos tabletas, esto es un antibiótico, debe cumplir con la dosis, pero dicen no y si no le vende le dicen hasta del mal que se va a morir”, afirma Viteri.

Marc Sprenger, director de la Secretaría para la Lucha contra la Resistencia a los Antimicrobianos de la OMS, refiere en el sitio web de la entidad que a nivel mundial el problema también radica al momento de prescribir: “En la mitad de los casos los antibióticos se recetan para afecciones de origen viral, para las que carecen de eficacia... Como ejemplos de uso incorrecto se pueden citar su administración para tratar infecciones víricas, como la gripe, o su uso como promotores del crecimiento del ganado”. (I)