“Se acabó todo, hasta aquí llegamos”. Fue el comentario de María Teresa Nazareno, a las 02:11 del 19 de diciembre, cuando un sismo de magnitud 5,8 en la escala de Richter sacudió la provincia de Esmeraldas, y destruyó varias casas, sobre todo en Atacames y Tonsupa. La suya, en el barrio Rey David de la última localidad, quedó a punto de desplomarse. Ayer, luego de una inspección, le notificaron que será derribada.

“Las paredes comenzaron a caerse, las puertas se bloqueron, mi hija Sheyla quedó atrapada en el segundo piso. El pánico se apoderó de todos, incluso de mi esposo, Nelfor Tello. Solo un milagro y la fe en Dios nos tiene con vida”, relata María Teresa, al amanecer del martes 20, sentada sobre un taburete, y donde se apresta a tomar café con pan.

Ella es una de las casi 100 personas, familiares casi todos entre sí, que han pernoctado en un terreno lleno de árboles de guabas, guayabas, zapotes, plátanos, mangos, limones y palmeras de cocos. Ahí esta multitudinaria familia improvisó un dormitorio. Sin carpas, al aire libre, ubicaron colchones sobre la tierra, algunos los cubrieron con toldos, y trataron de conciliar el sueño, aunque en cada nueva réplica del sismo estaban otra vez de pie.

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Son las 07:00. María Teresa relata lo vivido y evoca las réplicas. Si los movimientos fueran más fuertes, dicen sus parientes, están listos para ir a Taceche, sitio alto de Tonsupa, donde las personas se protegen de un posible tsunami.

Caos y desesperación

“La madrugada del 19 fue terrible ir a Taceche. La calle (lastrada) era una locura. Un río de gente, algunas cargaban a personas de la tercera edad, otros heridos, golpeados, llenó el camino. Las motos y los carros obstaculizaban todo. Llegamos a la parte alta y recién al amanecer llegó una ambulancia para curar a los heridos”, cuenta, María Teresa, mientras abraza a una de sus tres hijas.

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Nelly Cuero trata de olvidar lo vivido, pero una lágrima evidencia su tristeza. “No sabemos hasta cuándo vamos a estar en este terreno, mientras tanto solo pedimos a las autoridades que nos ayuden con unas carpas para protegernos de los animales. Y si se puede una cocina grande”, invoca.

En los barrios Santas Vainas, Villa Rica, Tonsupa Central, Taceche, Pueblo Nuevo y Paz y Progreso se han instalado más de cien carpas por parte del Ministerio de Inclusión Económica y Social (MIES), las cuales sirven de albergues.

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María Teresa, Nelly, las hermanas Ada y América Arroyo y el resto de personas que pernoctaron en el terreno afirman que no irán a los albergues, por temor a los ladrones.

Ayuda para resurgir

En Tonsupa hay casas que quedaron al borde del colapso, colchones regados en el suelo bajo los árboles, niños, adultos y adultos mayores asustados.

Los habitantes esperan que la llegada del presidente Rafael Correa al sitio sea de beneficio. Otros solo quieren que se les extienda la mano para levantarse. “Somos un pueblo trabajador y si Dios nos dio la oportunidad de seguir vivos, sé que vamos a salir”, dice María Teresa, dueña de un negocio de comida en las playas de Tonsupa. Cree que pocos turistas llegarán por Navidad y Fin de Año. (I)

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