“Ecuador está en la costa del Pacífico, por tanto saben que están expuestos a terremotos frecuentes”, “el nivel de destrucción que he visto evidencia deficiencias normativas o constructivas o ambas”. “La mayoría de las construcciones son de tipo artesanal y el segundo problema puede ser el uso de materiales de baja calidad, como concreto hecho con arena de mar”. “No se debe permitir que las casas queden a medio hacer porque la salinidad del mar corroe las varas de hierro expuestas, por lo que pierden su capacidad de sostener las losas”.

Son frases de expertos en ingeniería estructural y en manejo de desastres de países extranjeros e ingenieros locales que han recorrido la zona del desastre, que dejó en daños materiales, al menos, 6.998 edificaciones destruidas y 2.749 edificios afectados. Son las cifras del reporte del 22 de abril pasado publicado por la Secretaría de Gestión de Riesgos (SGR), el último que da cuenta de los daños materiales globales.

Son las casas hechas con el esfuerzo de muchos años, pequeñas, medianas y unas que ya alcanzaban un tercer piso; otras adquiridas mediante crédito con el Biess, pequeños locales, o grandes inversiones en hoteles de seis, siete y ocho plantas.

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La imagen de miles de construcciones convertidas en escombros y la condición de desplazados de sus moradores o usuarios, son el símbolo de la realidad a la que se enfrentan los más de 790 mil manabitas de las localidades de Pedernales, Jama, San Vicente, Sucre, Portoviejo, Manta y Chone; y 28.500 esmeraldeños de Muisne, las localidades que aparecen en los registros del SGR como las poblaciones más afectadas.

Los expertos que han recorrido la zona y consultados por este Diario advierten que esta debería ser vista como la oportunidad de reconstruir las localidades en mejores condiciones. Reducir la vulnerabilidad.

Un empezar de nuevo que, dicen, requiere primero una evaluación efectiva de los daños materiales para verificar, por ejemplo, las causas reales del colapso de los edificios: “Eso es clave antes de iniciar las tareas de reconstrucción”, afirma Sebastián Gray, expresidente del Colegio de Arquitectos de Chile, país que en promedio enfrenta un terremoto de gran magnitud cada 20 años por estar ubicado, al igual que Ecuador, en el Anillo de Fuego del Pacífico, en la parte donde la placa de Nazca choca con la Sudamericana.

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El estado de las edificaciones, antes del sismo del 16 de abril, no era el mejor. El 25,5% de las casas de Manabí requerían ser reemplazadas (tenían déficit cuantitativo) en diciembre de 2015 “por no cumplir condiciones mínimas de calidad y habitabilidad”. En Esmeraldas, este porcentaje era del 17,9%. Ambos son datos de la Encuesta Urbana de Empleo y Desempleo que se hace en los hogares y en la que se analiza el estado de las paredes, del techo, del piso de las viviendas. Un 38,1% restante, en Manabí, y un 48,8%, en Esmeraldas, necesitaban reparaciones (déficit cualitativo).

El diagnóstico de los daños cuenta en Pedernales con el apoyo de una delegación británica de ingenieros estructuralistas que desde el martes pasado recorre este cantón, sitio del epicentro. Este grupo de expertos se topó la mañana del viernes último con algo que en Reino Unido sería poco probable, debido a la normativa de construcción que exige mayor calidad en sitios públicos como una escuela, un hospital.

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A la ingeniera Anna Pavan, miembro de esta comitiva que trajo la embajada británica en Ecuador, le impactó, por ejemplo, las condiciones de la escuela del milenio de Pedernales que tiene dos años de construida: “Son cinco edificios, dos están en condiciones aceptables, tres se deben demoler.    Es una pena porque es un edificio nuevo, es un edificio público, es una escuela y no lleva ningún detalle sísmico. No sé si es un problema de diseño o de construcción”, dice la experta italiana al hacer un diagnóstico general de lo ocurrido en el cantón con una población de 55 mil habitantes y cuya economía se sustenta en la exportación de camarones y en el turismo.

Hugo Landívar fue uno de los ingenieros estructuralistas locales que participó como apoyo de la empresa privada en el diagnóstico preliminar. “Se ve mucha columna corta, mucho volado sin refuerzo, mucha losa sin viga”, afirmó el miércoles pasado ante expertos estadounidenses en la Cámara de la Construcción de Guayaquil.

“La idea es que después de los terremotos se dé la oportunidad de encontrar soluciones para diseñar mejor”, dice Álvaro Celestino, quien es parte de la delegación estadounidense experta en construcciones antisísmicas que hace un diagnóstico de los hospitales de la Junta de Beneficencia de Guayaquil.

Como ejemplo, cita que en California (EE.UU.), zona de alta sismicidad, los hospitales tienen normas específicas para garantizar que queden operativos tras un terremoto. Sin embargo, tuvieron que ocurrir tres sismos en 1971, en 1989 y en 1994 para que la legislación al respecto sea más severa.

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En el caso chileno, tras cada movimiento telúrico que deja daños, se arman comisiones para que determinen las causas de estos y se hagan los cambios en la legislación, según Jaime Díaz, catedrático de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Chile.

“Esta norma no exime de que no ocurran daños, pero no se permite que colapsen las estructuras”, dice Díaz.

Gray explica que la idiosincrasia chilena ha asimilado la importancia de estas normas tras décadas y siglos de terremotos devastadores, lo que facilita su cumplimiento: “Los municipios chilenos que emiten los permisos de construcción no tienen capacidad de fiscalizar”, dice el especialista.

Es una realidad que deben enfrentar los municipios ecuatorianos. Para José Antonio Echauri, psicólogo de la ONG Salvamento Ayuda y Rescate de Navarra (España) que llegó al país para apoyar en esta área, las campañas de sensibilización que recuerden lo ocurrido, sus efectos y las causas serán claves para que la comunidad razone al respecto. “La gente debe implicarse y saber que si mi vecino está construyendo mal es un riesgo..., y (debe) denunciar”.

Si la rapidez es fundamental luego de un terremoto para organizar la asistencia, solicitar y coordinar la ayuda internacional en aras de que los rescates sean oportunos para salvar la mayor cantidad de vidas posible; la reconstrucción, dicen los expertos, debe manejar otro criterio.

Francesc Mateu, director de Oxfam Intermón en Cataluña (España) –ONG que participó de la reconstrucción tras el terremoto de Haití–, dice que la clave para una recuperación efectiva es darse el tiempo para incluir la participación de los afectados y conocer sus necesidades. “Las prisas por recuperar situaciones previas chocan con las velocidades que matan cualquier proceso de participación, que es mucho más lento. Sin participación vamos a ir más rápido, con participación vamos a ir más lejos”.

Mateu recuerda que tras el terremoto de Haití se hizo una encuesta para conocer las prioridades de la población y la mayoría respondió que eran la necesidad de una fuente de ingresos y la educación de los hijos.

En Chile, las prioridades también fueron la educación y recuperar los medios de vida, refirió Sergio Calvo, director de la Fundación Desafío Levantamos Chile, creada tras el terremoto y tsunami de febrero de 2010, durante una disertación esta semana en la Cámara de Comercio de Quito.

En el Ecuador, antes de que se cumplieran las 72 horas del terremoto que ocurrió a las 18:58 del 16 de abril, el presidente de la República, Rafael Correa, dijo: “Las pérdidas son multimillonarias, yo calculo, grosso modo, 3.000 millones de dólares, un 3% del producto interno bruto, y eso significa reconstrucción de años”. Y, al día siguiente, cuando aún se realizaban tareas de rescate, se contaban los fallecidos y se cuantificaban, en forma preliminar, los daños materiales, el presidente Correa anunció medidas para conseguir los fondos de la reconstrucción. Entre ellas, el incremento del IVA del 12% al 14% por un año. (I)

Edificaciones
Colapso

Evaluación
El posible uso de arena de mar y de otros materiales no adecuados en las construcciones se verificará con las pruebas de laboratorio.

Causas posibles
Uso frecuente de losas planas, lo que está prohibido en la actualidad, y de acero liso en algunas obras, sobre todo, en estructuras antiguas. Ausencia de estribos por oxidación, lo que limita la resistencia.

70
Hoteles colapsaron en la provincia de Manabí por tener fallas estructurales, como en Manta, Canoa, Pedernales.

560
Escuelas están afectadas por el terremoto, 166 con daños medios y graves, según reporte oficial.

En un desastre natural, la reconstrucción tiene que servir para que sea la última vez. Lo que se construya debe ser más seguro”.Frances Mateu, Director en Cataluña de Oxfam Intermón