Desde que se graduó de bachiller hace tres años de los 22 que tiene, Kevin ha ayudado a su papá en una zapatería, pero desde noviembre último busca un empleo formal que le garantice el pago de un sueldo mínimo con acceso a seguridad social: “He dejado cuatro hojas de vida, pero no me han llamado”, afirma en medio del tráfico del centro de Guayaquil, ciudad que registra el 4,75% de desempleo a diciembre pasado, la tercera tasa más alta después de Ambato y Quito, pero que tiene la segunda más alta en empleo inadecuado (38,22%) de las cinco urbes de las que el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC) presenta los resultados de esta medición.

El joven ha aplicado para ser vendedor en locales comerciales, perchero, guardia de seguridad, sin éxito. El trabajo formal que Kevin quiere encontrar por primera vez, Bolívar Sánchez, de 59 años, lo tuvo hasta 2011 cuando salió de su último empleo en el sector público. El pasado jueves llegó al sector de Quitumbe, en el sur de Quito, al sitio donde se iniciará la construcción de la primera línea del metro, a dejar su hoja de vida.

Con el 4,93% de desempleo en diciembre, la capital del país registra el mayor porcentaje de empleo adecuado (66,5%).

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En estos cinco años, Sánchez ha aplicado en instituciones municipales como la Agencia Metropolitana de Promoción Económica (Conquito) o la Red Socio Empleo del Ministerio del Trabajo. “Pero nunca me llaman”, dice. Mientras espera se dedica a la agricultura en una propiedad de sus padres.

A la esquina de las avenidas Cevallos y Tomás Sevilla, en el centro de Ambato, que registró la mayor tasa de desempleo (5,74%), llegan decenas de personas en búsqueda de algún trabajo. Entre ellos están Segundo Asas y Juan Rivera, ambos albañiles. Como sus antiguos jefes no encuentran compradores para las casas que construyeron hasta el 2015, se quedaron sin su fuente de trabajo.

Desde entonces, Asas vive de lo que le deja el día en aquella esquina y que, cuando nadie lo contrata, se dedica a la agricultura junto con su esposa. Ambos tienen dos hijos, que están todavía estudiando en el colegio. Rivera, en cambio, aún ve por tres de los ocho hijos que tiene, por lo que también trabaja en la venta ambulante.

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Es la opción que tienen decenas de familias que se dedican a la venta ambulante de comida en la parroquia rural Progreso de Guayaquil. Uno de ellos es Jorge Otacoma, de 49 años. Heredó el oficio de comerciante de sus padres y desde que dejó sus estudios, en tercer año de colegio, se ha ganado la vida primero vendiendo colas y ahora las papas rellenas y los maduros lampreados que su esposa prepara, los que le dejan, en un buen día de feriado o fin de semana, una ganancia de $ 15 a $ 20. Dice que las ventas “han bajado bastante” porque se redujo el ingreso de buses y carros al pueblo.

En octubre de 2011, el Ministerio de Transporte y Obras Públicas demolió el redondel que distribuía el tráfico hacia Progreso, Playas y Santa Elena y construyó otros trayectos, por lo que desde entonces la vía a la costa ahora bordea el pueblo.

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Otacoma no se considera desempleado, por lo que, afirma, no ha buscado empleo. (I)

Busco (empleo) desde hace dos meses. Hago ahorita de todo, porque con la crisis que está el país no se puede conseguir trabajo”.Marcelo Villavicencio, Desempleado de 26 años