No recuerdan cuántos eran (unas estiman 30; otras 50), pero coinciden en que esa tarde del 4 de febrero en el auditorio del Instituto de Altos Estudios Nacionales (IAEN) había más presencia de ellos que de público. La seguridad del presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, que cumplía una visita oficial a Ecuador, era numerosa y lo comprobaron cuando se les abalanzaron tres hombres por cada una, aseguran, para taparles la boca, agarrarlas por el cuello y los brazos y sacarlas a empellones del recinto. Afuera, afirman, otros las arrastraron, las halaron de los cabellos y les dieron puntapiés en los senos, las costillas, la vagina...

Eran 7 mujeres, Cristina Cachaguay, Stephanie Altamirano, Pilar Rassa, Karla Calapaqui, Annabel Guerrero, Ana Cristina Vera y otra, como ellas, activista e integrante de la Plataforma Nacional por los Derechos de las Mujeres, que prefiere no figurar. Se habían organizado para reclamar por la presencia del mandatario, quien dictaba la conferencia ‘Política exterior de Turquía y Latinoamérica’.

“Queríamos rechazar su presencia y que él (Erdogan) conozca que el movimiento de mujeres en el Ecuador no aceptaba que un presidente genocida, machista, que viola los derechos de las mujeres y del pueblo de Turquía esté en el Ecuador”, cuenta Cristina Cachaguay, presidenta nacional del Movimiento Mujeres por el Cambio.

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Ella era una de las activistas que gritaba “Fuera, Erdogan, fuera”, “Erdogan, asesino”, cuando los miembros de la seguridad acudieron a callarlas. Aparece vestida con un suéter rojo, gritando y tratando de esquivar a los hombres que la agreden en un video que registró el canal Ecuavisa.

Aún tienen frescos los recuerdos. Y también la indignación, por lo que el pasado jueves hicieron un plantón en los bajos de la Cancillería para que el hecho “no pase al olvido” y porque “el Gobierno no ha actuado como lo debería haber hecho”.

Un día después de la agresión, el canciller Ricardo Patiño lamentó, en rueda de prensa, que Erdogan haya sido “objeto de gritos e insultos” y reclamó por la actitud violenta de la seguridad hacia personas que “estaban irresponsablemente gritando en contra del presidente”.

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El presidente Rafael Correa, en su enlace del pasado 6 de febrero, habló de una “falla en cadena” de parte de la seguridad turca y la policía local, y llamó “malcriadas” a las mujeres. “...Humillaron al país. No sé qué querrán, ¿que rompamos relaciones con un país?...”. Afirmó que se había presentado la protesta formal a Turquía.

Y el jueves pasado Patiño anunció: “Esperaríamos disculpas al menos porque ellos no debieron hacer eso, están absolutamente injustificados”.

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“Nosotros, que vamos a defender los derechos humanos de las mujeres, ¿podemos humillar al país?”, reclama Pilar Rassa, una de las manifestantes que tiene aún un moretón en la cara.

Asegura que lo que gritaron en el auditorio del IAEN es lo que critica el mundo y académicos, políticos y periodistas, que ahora son perseguidos.

Erdogan, de 61 años, es presidente de Turquía desde 2014, luego de haber ejercido 13 años como primer ministro. Llegó de la mano de su partido, de la Justicia y el Desarrollo (AKP), que goza de mayoría absoluta en el Parlamento luego de haber convocado a elecciones anticipadas en noviembre pasado.

Su gobierno es cuestionado por mantener una ofensiva contra los rebeldes del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) en el sureste de Turquía, donde la mayoría de la población es kurda.

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El Gobierno turco considera como organizaciones “terroristas” al PYD (Partido de la Unión Democrática) o a las YPG (Unidades de Protección del Pueblo, la milicia de PYD), vinculadas a los rebeldes del PKK. Ambas luchan contra el grupo terrorista autodenominado Estado Islámico (EI) y han recibido el apoyo militar de Estados Unidos.

Desde mediados de 2015, Turquía se sumó a los ataques contra los yihadistas, pero los críticos al régimen aseguran que lo hizo para poder atacar a los separatistas kurdos, quienes han denunciado bombardeos a sus posiciones.

Ante esos ataques reaccionaron, en enero pasado, 1.300 académicos de Turquía y el extranjero, incluido el estadounidense Noam Chomsky. Con el título ‘No seremos parte de este crimen’, firmaron una carta que denuncia masacres del Ejército contra el PKK, lo que generó que 18 académicos fueran detenidos, acusados de “incitación al odio” y difundir “propaganda terrorista”, según agencias de prensa. En cadena de TV Erdogan los llamó “ignorantes”.

Los ataques a la libertad de expresión han sido otra de las críticas al Gobierno. Turquía ocupa el puesto 149 de 180 en el reporte sobre Libertad de prensa de Reporteros Sin Fronteras, que pidió a las autoridades acabar “con el abuso de las leyes antiterroristas”, que buscan “enfriar las informaciones sobre asuntos de interés público”.

El año pasado, Erdogan pidió cadena perpetua para el periodista Can Dündar, del diario Cumhuriyet, quien filtró un audio en el que la Inteligencia proponía un atentado con bandera falsa para justificar intervenir en Siria y publicó imágenes de tráileres con armas ocultas para grupos terroristas sirios. En entrevista con el diario español El Mundo, Dündar asegura que se han creado pools de medios favorables al Gobierno.

“Un gobierno autoritario no podía pasar desapercibido, para qué vienen, vienen invitados por nuestro Gobierno para entregarles partes de nuestro territorio”, señala Rassa.

Erdogan ha puesto en la mira a América Latina para reforzar sus relaciones comerciales y de cooperación. Días antes de llegar al país había visitado Chile (donde también hubo una protesta por su llegada) y Perú.

En Ecuador suscribió acuerdos económicos y de cooperación, entre ellos un memorando de entendimiento con un consorcio turco para una inversión de hasta $ 750 millones en la ampliación de las instalaciones portuarias de Puerto Bolívar. Y se trabaja en la firma de un tratado de libre comercio. La meta, según Erdogan, es aumentar el comercio con Ecuador de $ 119 millones anuales a $ 500 millones o $ 1.000 millones. (I)