En el año en que se firmó el nuevo acuerdo global por el clima, indígenas de Ecuador, Brasil y Perú pactan por la biodiversidad. Grupos huaoranis ya no cazan. En su lugar, desde 2010 cuidan y protegen los árboles de cacao.

Tres etnias indígenas han tomado medidas para preservar la biodiversidad del planeta. Cada mañana, la comunidad huaorani de Gareno, a 70 km de Tena, canta en huao terero –su lengua materna– para obtener la fuerza que les permita cuidar a los árboles de cacao que son el sustento de sus familias y la razón por la cual dejaron la cacería e hicieron en 2010 un pacto por la conservación.

Ante la cantidad de carne de animales silvestres que salía al mercado, la Asociación de Mujeres Waorani de la Amazonía Ecuatoriana (Amwae) creó un proyecto de entrega de plantas de cacao a mujeres indígenas y, a cambio, los hombres debían dejar la cacería.

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En Brasil, donde está la mayor cantidad de selva de los 6,1 millones de kilómetros cuadrados que hay en la región, los paumaris que viven en la cuenca del río Tapaua, también apuestan por el manejo sustentable de su principal fuente de ingresos: el pirarucu, un enorme pez de río cuya pesca estaba prohibida. Tras siete años de trabajo con la ONG Operación Amazonía Nativa, los paumaris recuperaron la población de pirarucu, que estaba diezmada, y consiguieron que la pesca sea legal y sustentable.

A los wampis, una etnia de la Amazonía peruana, la devastadora presencia de compañías petroleras, mineras y la tala de árboles los llevó a constituir el primer gobierno autónomo indígena de ese país. Su objetivo: proteger su vasto territorio del cambio climático. (I)