Iba a ser su segundo bebé, pero esta vez el parto se adelantó. Virginia (nombre protegido), una madre de la etnia kichwa de 32 años de edad, tenía siete meses de embarazo cuando con dolores fue trasladada en un taxi alquilado por sus familiares del sector rural Vinchoa, donde vivía, a la capital de la provincia de Bolívar, Guaranda. Ocurrió hace un año. El trayecto duró veinte minutos, cuenta Segundo, un dirigente indígena familiar de la embarazada que pidió la omisión de su apellido.

Al llegar al hospital público Alfredo Noboa, de Guaranda, fue transferida en ambulancia a Ambato. El caso era de emergencia, recuerda Segundo que le dijeron. Virginia murió en el camino a la altura del sector El Arenal, al pie del Chimborazo. “Afirmaron que había tenido complicaciones en el parto y que el guagua había fallecido, que no pudieron salvarle porque ya se había muerto en el vientre”, relata Segundo.

Virginia era kichwa hablante, lo que dificultó su atención, agrega el dirigente de Bolívar. “Falta información... Me refiero a personal que entienda la lengua kichwa, porque es un poco complejo manejar a las personas kichwas hablantes porque no tienen confianza de hablar sus intimidades”, agrega.

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Hace dos meses se dio otro caso de muerte materna en el sitio Cuatro Esquinas del cantón Guaranda, en Bolívar. Irena Samaniego, encargada del centro público de salud del lugar, asegura que sucedió porque la mujer prefería atenderse con una partera. Y que, a consecuencia de ello, también murió el bebé.

Solo el año pasado se registraron 166 muertes maternas en el país, según el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC), lo que correspondió a una tasa de 49,16 muertes maternas por cada cien mil nacidos vivos.

Ecuador se comprometió en septiembre de 2000 a cumplir los denominados Objetivos de Desarrollo del Milenio, entre ellos, el quinto que consistía en “mejorar la salud materna”. Este incluía como meta la reducción de la mortalidad materna que el país registró en 1990, en tres cuartas partes, hasta el 2015.

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Para cumplirla, la tasa de muertes maternas debe ser este año de 21,1 fallecidas por cada cien mil nacidos vivos. Pero esto es un desafío pendiente para el país, según el informe Objetivos del milenio balance 2013, que la Secretaría Nacional de Planificación y Desarrollo (Senplades) presentó en octubre pasado. Entre 1990 y 2014 se observa una disminución del 42%.

En el informe de Senplades se determina que la tendencia al alza de la tasa de mortalidad materna responde a que ahora hay un mejor registro de los casos.

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Para Cornelia Chumpi, quien fue coordinadora nacional de la Federación Interprovincial Shuar hasta el 2011, la muerte de embarazadas afecta en mayor medida a las indígenas debido a que ellas viven en zonas rurales alejadas de los servicios médicos especializados. La Encuesta de Condiciones de Vida 2014 del INEC arrojó que de 1’232.012 personas autoidentificadas como indígenas, el 76% vive en áreas rurales del país.

Chumpi agrega que otra barrera es el idioma y que los temas de sexualidad y de planificación familiar son un tabú para las mujeres indígenas, afirma.

Esto ocurre en comunidades rurales del cantón Taisha, en la provincia de Morona Santiago, donde una embarazada demoraría hasta un día en llegar a un centro poblado donde pudiera recibir atención calificada para su parto. Chumpi se refiere a comunidades alejadas como Yuramk, cuyos habitantes deben caminar diez horas en trochas rodeadas del bosque del valle del Cutucú, avanzar cinco horas más en pangas por el río para llegar a poblados conectados por vía terrestre con Taisha.

La otra opción es llamar por radio a la ambulancia aérea, pero no siempre está disponible. Cuando llueve se dificulta el aterrizaje. Ocurrió hace tres años con una adolescente shuar de 15 años que dio a luz en la comunidad de Nayamts. Chumpi recuerda que la chica estaba morada y tenía fiebre tras el parto, y que la ambulancia aérea, que es un servicio del Gobierno, nunca llegó, dice la dirigente.

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La adolescente fue trasladada a Taisha en una avioneta en la que habían ingresado unos contratistas del Municipio, luego de cinco días del parto. “El bebé nació desnutrido y tenía síndrome de Down”, recuerda Chumpi.

En Bolívar hay menores dificultades de comunicación, pero aquello no implica que las embarazadas peligren por la falta de atención médica oportuna, dice Norma Bayas, dirigente de la Ecuarunari.

Ella cuenta que hace 60 días, la esposa de su sobrino de 27 años de edad se desmayó con cuatro meses de embarazo. Fue trasladada del sitio Unión y Progreso al hospital de Guaranda, donde le inyectaron un tranquilizante, según Bayas. “Ella se recuperó, pero al día siguiente la misma cosa pasó y tuvimos que trasladar mejor directamente a Riobamba y se mejoró allá”.

Otro de los indicadores para medir el desempeño de este objetivo es el de la proporción de partos con asistencia de personal de salud calificado. Según el informe Objetivos del milenio balance 2013, el porcentaje de los partos atendidos con personal calificado subió de 54,5% en 1990 a 93,2% en 2012.

El porcentaje es menor para las embarazadas indígenas. La última Encuesta Nacional de Salud y Nutrición, presentada este año y que compila los datos del periodo 2007 al 2012, determinó que el 44,7% de las madres autoidentificadas indígenas dieron a luz en sus casas con parteras, familiares o solas.

Un documental realizado en Morona Santiago y publicado en 2010 en la web del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef, por sus siglas en inglés) muestra lo que se denomina como parto vertical humanizado, que incluye, entre otras prácticas, la posición vertical de la mujer durante el alumbramiento y el acompañamiento del esposo y de los familiares.

Médicos rurales refieren que la mayoría de mujeres de la etnia shuar prefiere dar a luz en sus casas. La causa principal, según se sostiene en el documental, es que en los centros de salud se sienten maltratadas al hacerlas desnudar frente a los médicos.

Como parte de este proyecto, el personal del hospital de Sucúa fue capacitado para incorporar las prácticas ancestrales de las etnias en los partos. (I)

Hay una resistencia de mujeres kichwas hablantes... Ellas ocultan, no te dicen la verdad, no hay la confianza total. Necesitan que le hablen en kichwa”.Norma Bayas, Dirigente