El suroeste y el sur de esta ciudad, que ayer celebró 480 años del proceso fundacional, se revistieron con los colores celeste y blanco de la bandera guayaquileña. En banderines plásticos que colgaron en postes de alumbrado público, en los bordillos de las calles que se improvisaron como canchas de índor, en la algarabía de los vecinos irradió el cariño por la urbe.