Se distinguen entre las perchas por sus altos tacones y plataformas, por sus colores y texturas, por el modelo que marca tendencia en ese momento o por un diseño exclusivo que salió en la última colección de un diseñador. El calzado que copa las perchas de los almacenes, las ferias o los locales en centros comerciales del país muestra una diversidad de acabados y materiales y está marcado por una particularidad: el sello ‘made in’ que predomina ahora es Ecuador.

Tras la invasión de calzado peruano, brasileño, colombiano y chino, especialmente, y la salvaguardia de $ 10 (hoy es de $ 6) a cada par importado que el Gobierno aplicó en 2009 para frenar su ingreso, la industria local del calzado vivió un repunte que seis años después se evidencia en mayor producción y creación de talleres. Según datos de la Cámara Nacional del Calzado (Caltu), que agrupa a 70 socios a nivel nacional, en 2008 había 600 productores que sacaban al mercado 15 millones de pares; en 2014 llegaron a más de 5 mil con 35 millones de pares.

La industria tiene segmentos diversos: aquellos que fabrican en serie modelos clásicos, que surgen de una tendencia o son imitaciones de modelos del exterior, los dedicados a la línea casual con modelos propios; la industrial (botas de punta de plástico o acero) y los diseñadores.

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En locales de comercialización masiva, como la Bahía de Guayaquil, predominan los de tendencia, como sandalias bajas o plataformas. Las vendedoras Marlene Trujillo y Juanita Mirabá comentan que se proveen de zapatos que vienen de Tungurahua, la provincia que más produce (ver gráfico), o de Guayas, y se venden entre $ 15 y $ 28, dependiendo si es de niño, casual, deportivo, alto o bajo.

Marcas como Yans, Pekes, Andy, Nisha, Cec, Beatri’s, Mayorca, Richard Paul o con nombre de artesanos se repiten en los locales. Carlos Orellana, otro vendedor, refiere que el zapato compite con el de Colombia o Panamá, que cuesta $ 35 o $ 38, lo que le da atractivo al local.

En almacenes más grandes predominan los casuales, zapatos tipo flats o de fiesta, con precios que fluctúan entre $ 40 y $ 80; en los centros comerciales o tiendas de diseño están los que se hacen bajo colección, que en promedio se ubican en $ 150; la línea industrial vende por catálogo o a las empresas, y otro segmento que diseña tendencia lo hace por redes sociales como Instagram o Facebook. En todos la calidad y el precio son tema de debate que pasa por la exigencia y gusto del consumidor.

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Esa la radiografía que EL UNIVERSO hace de una industria que emplea a unas 100 mil personas en el país, luego de recorridos por Quito, Guayaquil, Ambato y Cevallos, y entrevistas con casi 30 productores de zapatos y materias primas, artesanos, diseñadores y vendedores.

En todos los segmentos hay una coincidencia: el repunte que tuvo la industria al encarecerse el producto importado, la apertura de nuevos talleres, la variedad del zapato ecuatoriano y mayor aceptación de la población. Según datos del Ministerio de Industrias y Productividad (Mipro), el ecuatoriano pasó de comprar 1,2 pares de calzado local en 2008 a 2,3 pares en 2014. El dato considera la producción de calzado nacional ante el número de habitantes del país.

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Sin embargo, hoy la industria enfrenta problemas: alto costo de las materias primas (del cuero ecuatoriano, sobre todo, o del sintético, que se importa y paga más por el aumento de aranceles aplicado en marzo pasado), la falta de mano de obra calificada y la competencia desleal de quienes no cumplen las normas laborales, indican los productores, o por el ingreso de zapatos de contrabando de Perú o Colombia y que luego se etiquetan como hechos en Ecuador.

El cuero, por ejemplo, se vende por decímetros, pedazos de 10 por 10 que componen una plancha. En Ecuador, refiere Juan Merino, productor de botas industriales Jumstar y zapatos casuales, se vende en $ 0,37; en Colombia cuesta $ 0,25.

Eliécer Baldospin, gerente propietario de la compañía de calzado Luigui Valdini en Ambato, Tungurahua, coincide con ello. Dice que el costo de la piel en Ecuador es uno de los más caros de América. El metro en Brasil, Colombia o incluso Italia cuesta $ 22; en el país, $ 40.

José Zurita, presidente de la Asociación Nacional de Curtidores del Ecuador (ANCE), integrada por 30 socios, asegura que el cuero cada vez va llegando a precios internacionales y eso aumenta la demanda desde el exterior, lo que incide en los costos. “Ya no son tan baratos como eran en años anteriores para el mercado nacional”, dice. Por eso asegura que los fabricantes han preferido ir sustituyendo cuero natural por cueros sintéticos y textiles.

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Con esta opción se mantiene un margen de precios para competir en un mercado que prefiere tendencias, coinciden Paola Alarcón, dueña de la marca de zapatos Classy (hechos con cuero sintético) y las diseñadoras Ile Miranda y Cinthya Cobos, que a más de sus líneas de alta gama de cuero tienen una con sintético (Ella me quiso y Paz, en ese orden). La diferencia está en diseño y materia prima. “Una piel importada (trae de Italia) me cuesta $ 300 lo que equivaldría tal vez a un metro cuadrado. Y lo que cuesta el metro del sintético es $ 13”, dice Miranda.

A esto se agrega otro tipo de materias primas que no se producen en Ecuador, como los herrajes y que, según Pilar Manobanda, de Comercial Alulema, en Quito, distribuidora de insumos del calzado, han tenido un aumento de hasta el 50 %.

Para Zurita, si bien el cuero subió el 5 % no es la principal causa del encarecimiento del costo del calzado local o de que se migre a los sintéticos, sino las suelas que se importan y pagan 15% más por las salvaguardias.

Gustavo Martínez, gerente de Calzado Gusmar, en el cantón Cevallos, en Tungurahua, habla de un ‘bajón’ en la producción en los dos últimos años debido a las mayores obligaciones empresariales y al aumento de pequeños productores de calzado. “En el caso de Gusmar, los trabajadores que laboraban en nuestros talleres luego de 2012 se transformaron en productores”, dice. Y ello, que se repite en otras fábricas, se traduce en menos mano de obra calificada en un país donde el oficio no se estudia sino que se enseña generación tras generación.

Miguel Gutiérrez, gerente de Calzado Gamos, de Ambato, dice que en el país no hay jefes de producción (pocos talleres tienen uno), gente que sepa de diseño, cómo controlar técnicamente movimientos y procesos para que haya menos desperdicios.

Baldospin dice que en el país no hay escuelas de capacitación, como en Colombia y Brasil, que forma tecnólogos e ingenieros en calzado, y que esta es asumida siempre por las empresas.

El Gobierno reconoce que el desafío de la industria es el diseño y la innovación (ver entrevista), por eso se trabaja en una carrera de tecnologías del calzado y la implementación de un laboratorio de pruebas físico mecánicas en Ambato que permitirá, entre otros, medir la durabilidad.

Lilia Villavicencio, presidenta de la Caltu, dice que este fue un aporte de $ 136 mil del gobierno japonés, a través del Mipro. Con ello se compraron equipos de laboratorio que podrán usar todos los sectores relacionados con la cadena productiva. También, con fondos del Ministerio Coordinador de la Producción, se hizo un estudio antropométrico del pie del ecuatoriano, que permitirá tener un parámetro de sus medidas y características.

Estudios de este tipo han permitido a empresas como Calzado Liwi, de propiedad de William Arias, incursionar en líneas especializadas en zapatos para pies diabéticos, artríticos, varicosos, con espolón calcáneo, etc. La investigación la hizo con recursos propios, por eso cree que el Estado debe invertir más en esas áreas para innovar.

Ile Miranda afirma que las medidas del pasado sirvieron para que se armen talleres, pero habría que ver si todos van a poder subsistir a futuro. “La calidad sí ha mejorado, pero los precios van a seguir siendo mejor los de China. Lo que yo creo que tienen que hacer los talleres es aliarse con diseñadores y los diseñadores tienen que crear identidad de sus marcas”, dice.

El Mipro apunta en el corto plazo a mejorar la competitividad (atraer inversionistas que produzcan insumos, por ejemplo) y consolidar el mercado nacional. La internacionalización está aún en proceso. Ricardo Zambrano, subsecretario de Desarrollo de Mipymes del Mipro, estima que apenas el 5 % de la oferta de los productores tiene los estándares para competir fuera. 

Elaboración casual
En fábricas locales, como Tecnocalza, de Quito, especializada en zapatos de adultos, se diseña el modelo y se fabrica con cuero nacional. Su precio promedio es $ 40. Entre el 70% y 80% del costo radica en la compra interna de materiales; el resto en mano de obra.

Tendencia en el mercado
Los zapatos de tendencia, que se hacen en serie con cuero sintético, copan el mercado. Por lo general, se mandan a elaborar a talleres y se venden por redes sociales. En su precio ($ 30 a $ 39, como los marca Classy) inciden más la mano de obra y la materia prima.

Diseño exclusivo
Diseñadores como Cinthya Cobos o Ile Miranda (foto sandalia) con las marcas que llevan su nombre, o Paulina Anda, de Makiatto, trabajan con cuero de Italia, Argentina o Colombia. En sus precios (un par puede superar los $ 200) pesan la materia prima y costos fijos.

Línea industrial
Las botas industriales, como las de Jumstar o Gamos, se fabrican con cuero ecuatoriano, que tiene un peso del 40% en el costo del zapato (de $ 45 a $ 60). Abastecen el mercado local, pero no logran competir fuera por el costo de la materia prima y de la mano de obra. (I)