Fueron cinco minutos con el papa Francisco que le dieron “un cariño inmenso” al padre Paquito Cortés. Un abrazo y una conversación marcaron el reencuentro entre dos amigos.

El lunes pasado, luego de la misa campal, las sirenas de la guardia papal colmaron de algarabía a los alumnos y familiares del colegio Javier, que se concentraron en los exteriores del plantel, cerca de las 14:00.

Los gritos “Francisco, Francisco” eran secundados por cánticos religiosos desde una tarima. En dos pantallas los fieles visualizaban su arribo al colegio jesuita.

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Al bajar del auto Fiat que lo transportaba, Francisco interrumpió su paso por una sorpresa. Allí, entre los estudiantes que lo esperaban, el estudiante Sebastián Norero, voceó “Bienvenido papa Francisco!”.

Esa fue una señal para que catorce niños y jóvenes salieran de una oficina administrativa. La guardia papal desconocía su presencia. Ellos, que entraron al colegio a las 05:00, entonaron al unísono: “Bienvenido mensajero de la paz, de la justicia y del amor...”.

Las fotos y videos acompañaban las lágrimas de los niños cuando Francisco se detuvo y con una sonrisa permanente recibió varios regalos de ellos.

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Entre esos, Luis Alberto Gutiérrez le entregó un cuadro de la Dolorosa hecho por su abuela. “Le dije: ‘Aquí le dejo a nuestra patrona para que lo cuide y bendiga mucho’”, cuenta. En un video de una madre de familia, Francisco besa el cuadro.

Y las emociones siguieron cuando del séquito jesuita salió Paquito. El papa lo abrazó y cogiendo sus dos manos sonrió. Ayer, Paquito recordaba ese encuentro: “Sentí un cariño respetuoso. Una sonrisa muy amable, muy profunda, como que recibía una gran alegría”, expresó mientras recordaba que luego oraron en la capilla.

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Allí, ambos se ubicaron en las últimas bancas. Fieles a su devoción a la Virgen de la Dolorosa, Francisco adornó el cuadro de esta, con un ramo entregado por los coristas.

Al fin de la oración, ambos ingresaron a la sala de invitados. En cinco minutos, Paquito le mostró una lista de jesuitas argentinos enviados por Francisco al plantel para formarlos. Ambos dialogaron sobre varios de ellos que pasaron por instrucción de Paquito.

Aunque feliz por el reencuentro, él afirmó que el tiempo no fue suficiente: “Tenía preparado algunas cosas que me habían entregado, pero no pude”.

Según la estricta programación, Francisco pasó al comedor del plantel, que fue readecuado. Allí, el papa ingresó a la cocina y bendijo a todos los cocineros, expresa Norma Fernández, una de las organizadoras. Entre las meseras estaban varias docentes voluntarias, confiesa el padre Fabrizio Alaña, rector del Javier.

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En el brindis del almuerzo, el padre Alfonso Égüez expresó su orgullo de tener un jesuita como papa. Para perennizar la visita, Alaña dijo que la silla y los platos donde Francisco almorzó irán a un museo. (I)