Te ruego que, en nombre de nuestra vieja amistad, hagas lo que puedas para evitar la desgracia de una guerra europea”. En la noche del 29 de julio de 1914, cuando Austria-Hungría acababa de atacar a Serbia, el zar Nicolás II imploró directamente al káiser Guillermo II en un último intento desesperado para evitar la guerra.

Durante cuatro días, los dos soberanos, que eran primos, intercambiarían en inglés una decena de telegramas personales, firmados con sus nombres familiares “Willy” (Guillermo II) y “Nicky” (Nicolás II), haciendo gala de su afecto recíproco y de su deseo de salvar la paz.

Hasta que Willy le declaró la guerra a Nicky el 1 de agosto a las siete de la noche.

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Un mes antes, el 28 de junio, el archiduque heredero de Austria, Francisco Fernando, y su esposa, Sofía, habían sido asesinados en Sarajevo a manos de Gavrilo Princip, un nacionalista bosnio de 19 años, como protesta porque el Imperio austro-húngaro anexó a Bosnia, lo que dio vía libre a los austriacos para atacar.

Europa estaba en la cima de su poderío. Desde el Atlántico hasta Rusia, el siglo XIX parecía prolongarse. Dinastías seculares reinaban en los grandes países, excepto Francia. El rey Jorge V de Inglaterra era también primo de “Willy” y “Nicky”.

En plena revolución industrial, las viejas naciones desembarcaban en la modernidad. Con más de 450 millones de habitantes, Europa tenía casi el 30% de la población mundial y más de la mitad de sus imperios. Alemania, Francia y Gran Bretaña representaban más de un tercio de la producción industrial del planeta.

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Pero la rivalidad entre los imperios, alimentada por el deseo de confirmar el poderío político y los mercados comerciales, rompió los equilibrios.

Las ambiciones marítimas y coloniales de Berlín preocupaban a Londres y crearon asimismo graves tensiones con Francia, en particular con respecto a Marruecos en 1905 y 1911.

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Rusia y el Imperio austro-húngaro también competían por incrementar sus esferas de influencia en los Balcanes, en detrimento del declinante Imperio Otomano. Es ahí donde Europa se jugó su destino. Dos “guerras balcánicas”, de 1912 a 1913, encendieron la región.

Con los años se habían creado dos bloques: la Triple Alianza agrupaba a los imperios alemán y austro-húngaro y a Italia. Por su parte, Francia y Gran Bretaña, al oeste, eran aliados de Rusia, al este, en el seno de la Triple Entente para evitar el expansionismo alemán.

Situada entre las dos grandes potencias coloniales de la época y su inmenso vecino ruso, Alemania se siente amenazada.

Berlín considera que el Imperio austro-húngaro se ha debilitado con los conflictos balcánicos y que Rusia se ha reforzado. Ve inevitable una guerra y en 1913 alista a 300.000 soldados más. Francia prolonga el servicio militar a tres años.

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En ambos lados se prodigan “discursos nacionalistas, impregnados de una gran angustia, el temor de ser sorprendido por el otro”, dice el historiador alemán Gerd Krumeich, profesor de la Universidad Heinrich-Heine de Düsseldorf.

Los dirigentes europeos pensaron hasta el último momento que podrían evitar un conflicto que tomaría a los pueblos por sorpresa, en un mundo donde la información llegaba a una fracción limitada de la población.

Los militares, que eran en su mayoría partidarios de la guerra, fueron a ella con la mentalidad y tácticas de un siglo atrás. Pensaban que iba a durar poco, los soldados y oficiales estaban mal equipados y muy poco preparados para la nueva tecnología bélica. Las ametralladoras acababan con miles. Por primera vez se usó gas venenoso, las piezas de artillería destrozaban a los seres humanos a gran distancia y hacían volar la tierra y a los muertos. Fue la primera contienda con aviones.

Al final, los cuatro años de batallas y masacres cambiaron el orden mundial. Se derrumbaron las monarquías de Alemania, Austria, Rusia y el Imperio Otomano; cambiaron las fronteras y surgieron nuevos países. La Gran Guerra fue el caldo de cultivo para el surgimiento de la Unión Soviética y el nacional-socialismo. Sin ella no habría existido la Segunda Guerra, el Holocausto, el estalinismo o la Guerra Fría.

Tras la última ofensiva fallida, Alemania se ve obligada a reconocer la derrota. En el imperio alemán se produce la revolución, el káiser debe abdicar y el 11 de noviembre de 1918 los alemanes firman el fin de las hostilidades. Medio año después se firma el Tratado de Versalles, en el que Alemania reconoce ser la responsable de la guerra y se compromete a entregar territorios y pagar reparaciones. El acuerdo es visto como una humillación y una imposición.

La propaganda que hacía supuestamente invencible al ejército alemán hizo que surgiera una corriente de pensamiento –apoyada por el entonces cabo Adolf Hitler en su libro Mi Lucha– que aseguraba que la guerra se había perdido por la revolución contra el káiser y no en el frente. Los cambios en una sociedad que había perdido sus referentes abrieron terreno al nacional-socialismo.

También como consecuencia de la Gran Guerra surge el otro polo del siglo XX: tras dos revoluciones toman el poder los bolcheviques en Rusia, donde se impone el sistema comunista. El tercer gran polo, el Occidente democrático, se transforma: Reino Unido y Francia pierden peso y surge la nueva potencia, EE.UU. Así, queda asentada la constelación de los futuros conflictos, que durarán hasta la caída del bloque del Este en 1989/90... e incluso más allá.

70
Millones desoldados en los cuatro años que duró la guerra fueron movilizados. Cerca de la mitad murieron o resultaron heridos.

10
Millones de muertos dejó la guerra, en su mayoría de Rusia, Francia, Alemania, Austria-Hungría, Gran Bretaña e Italia.

6
Millones de huérfanos y 3 millones de viudas en los países beligerantes y 10 millones de refugiados en toda Europa dejó la guerra.

180.000
Millones de dólares costó la guerra a los siete países que intervinieron, para algunos representó entre tres y cuatro veces su PIB.

1.300
Millones de proyectiles conocidos como obuses fueron disparados desde piezas de artillería.

10.000
Millones de cartas y paquetes intercambiaron los combatientes del frente occidental y sus familias en los 52 meses de conflicto.