“Nunca le he robado nada a nadie, me crie en un hogar sin mucho dinero, pero con unos valores y principios muy bien fundados (…), pero es doloroso la manera de pensar de las personas. Cuando llegué hace doce años a mi niña de 7 años le gritaron ‘colombiana guerrillera’, llegó a la casa destrozada, llorando. Los problemas siempre los hemos tenido desde que llegamos, nos han dicho ladrones, narcotraficantes, prostitutas, (es) doloroso, superdoloroso”, comenta Ruth Álvarez, quien integra la asociación comunitaria de migrantes refugiados colombianos en Ecuador.