Sus vidas estuvieron marcadas por la adicción a las drogas. Dicen que vivieron esclavos de estas sustancias por más de diez años, pero que un día se propusieron salir del abismo. Tiempo después lo lograron, aseguran.

Ahora ellos se dedican a ayudar a quienes buscan recuperarse. Quieren también llegar con sus mensajes a las familias, a los adolescentes y jóvenes para evitar que ellos caigan, pues actualmente son los más expuestos al microtráfico en planteles educativos y barrios.

Se trata de Gustavo Macías, de 52 años, un orientador espiritual, y de Ignacio Torres, de 47, un educador familiar.

Publicidad

Gustavo dijo que sintió el rechazo de su padre desde niño. Tenía 7 años cuando veía cómo su progenitor bebía. Ahí, en su propia casa, él empezó a tomar la espuma de esta bebida. A la par, cuenta, recibía maltratos físicos y verbales.

A los 15 años empezó a consumir marihuana. Después vinieron las mezclas. A los 18 fumaba solo base de cocaína. Llegó a pesar 90 libras.

Por las drogas robó carros, joyas y dinero. Estuvo preso en varias ocasiones.

Publicidad

En 1985, él tenía amigos que habían superado las adicciones y lo aconsejaron. Después de quedarse en la calle el 9 de abril de 1987, Gustavo decidió ir a una iglesia evangélica en la cual escuchó un mensaje de aliento. Cuenta que rezó con mucha fe. Luego de eso, agrega, empezó su nueva vida. “Nunca más volví a caer”, expresa.

En abril de este año cumplirá 27 años de haber salido de las drogas y tiene 24 de llevar un “mensaje de fe, amor y esperanza” a quienes aún están inmersos en este mundo. Lo hace en las charlas que da en clínicas de rehabilitación y a quienes piden su ayuda. “Los hijos se forman o se pierden en la casa. Todo parte de la familia”, cree.

Publicidad

Ignacio Torres, en cambio, llegó a las adicciones por curiosidad, a los 12 años. Él dice que venía de un “hogar bien formado”, que era ejemplo. Consumió por 18 años marihuana, cocaína y sus derivados, fármacos.

A los 30 años, cuenta, decidió abandonar las adicciones. La educación de sus padres lo ayudó. Le costó mucho dejar de ser dependiente de estas sustancias. Cree que todos pueden recuperarse si se lo proponen.

Señala que la desvalorización del que consume y la que le hace a la vez la sociedad al adicto impiden que este salga de ese mundo. “La sociedad castiga a un drogadicto, le dice que es mentiroso (cuando recae)… Pero no se da cuenta de que él quiere salir y no puede porque adquirió ya una enfermedad”.

Estudió un diplomado en drogodependencia en Colombia para ayudar al prójimo. Su jornada inicia a las 07:00 y termina a las 22:00. Tiene un libro con tips para familias que pasan por estas situaciones, titulado Los de mi banco de madera.

Publicidad

 

La adicción es una enfermedad traicionera, da placer y mata, y muchos no saben eso”.Ignacio Torres, educador