A la nueva huésped se le prepara un espacio con una pequeña piscina para que se sienta como en su hábitat. Llegó hace cinco meses al parque, aún siendo una cría de días de nacida que había sido rescatada en Esmeraldas. Esta semana dejó la cuarentena y fue trasladada a un encierro provisional para que se ambientara.

Es una nutria neotropical y sus cuidadores la llaman Kikito. Así fue bautizada por la persona que en los últimos meses la cuidó por las noches y la alimentó con leche de fórmula, la que se les da a los recién nacidos.

Kikito tiene 80 centímetros y dejó de ser temerosa. Ya comenzó a comer tilapia, sumergirse y jugar con Kika, otra nutria de un año y medio que llegó antes por una donación. La joven nutria macho es la atracción más reciente y se suma a los 330 ejemplares que posee el parque en la zona de vida silvestre, que en 1999 tenía 30.

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Allí viven desde pequeñas tortugas hasta cocodrilos. La mayoría, especialmente los mamíferos, tiene su nombre y algunos, al igual que Kikito, lo recibieron de las personas que los cuidaron o donaron. Otros lo acuñaron de acuerdo con la fecha en la que nacieron. Y hay unos que llevan igual mote que sus zoocuidadores.

Gretel Campi es la bióloga del área de vida silvestre, pero no es la única con ese nombre en el parque. Al pequeño venado hembra que nació hace cinco meses lo llaman también Gretel, en alusión a la bióloga, pues ningún ejemplar tenía ese apelativo.

En el corral de los tapires habita desde el año pasado Toñita, en honor a Toño, el cuidador de guardia que lo recibió en su nacimiento. Está un papagayo azul-amarillo que se llama Valentín, que acogió su alias por haber nacido el 14 de febrero del 2012.

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Todos en el parque, nuevos y antiguos inquilinos, tienen sus historias, aunque de los pioneros que llegaron al final de los años 90 quedan pocos. De ese grupo prevalecen las águilas harpías Hua y Coco, los tapires Sam y Helena y los cocodrilos Juancho y Juancha. Estas últimas parejas han logrado reproducirse, pero no todas tienen a sus crías allí, por falta de espacio o para cuidar su genética.

Once de los hijos de los Juanchos han sido llevados a la isla Santay. Sus cuidadores tienen un control de natalidad para evitar que se reproduzcan más de la cuenta, porque pueden reproducir hasta 60 huevos.

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Uno de los últimos ‘fundadores’ del parque murió de un paro respiratorio a principios de año. Era Pancho, un venado que “ya tenía una avanzada edad”, dice Campi, la bióloga que no solo conoce sus antecedentes, sino sus gustos alimenticios.

Dar de comer a los animales del área de fauna silvestre y doméstica demanda $ 10.025,15 mensuales. Unos se nutren más que otros y requieren una dieta costosa. Entre los ‘comelones’ están las seis águilas harpías, que se devoran un cuy diario cada una. Estos llegan en pie y se los faena en el parque.

Y aunque los cuidadores tienen sus animales consentidos, el parque posee un ejemplar que es el más fotografiado por los visitantes: Tomás, un papagayo de Guayaquil, que desde julio forma parte de una nueva zona de interacción, en la que el público puede verlo alimentarse con otras especies.

279 mil
Personas fueron Al parque histórico en el 2012.

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Ejemplares: Fundadores
Pioneros

La zona de vida silvestre del parque se inició con 14 mamíferos, 11 aves y 5 reptiles. La gran mayoría de los ejemplares que estuvieron en el inicio ya no está.

Repartidos
Unos ejemplares han sido destinados a centros de rescate y otros han muerto por vejez o en peleas, como un caimán de anteojos.