Como el descorche fugaz de una botella de champán, la salida del primer barril de petróleo del subsuelo ecuatoriano –en 1972– generó una efervescencia que auguraba riqueza y desarrollo. Cuarenta y un años después de ese junio histórico, el ánimo es otro: extraer petróleo para “satisfacer necesidades urgentes” y vencer la miseria, sobre todo en la Amazonía, la región petrolera más rica, pero a la vez más pobre.

Fue el argumento que el presidente Rafael Correa dio el pasado 15 de agosto en cadena nacional para anunciar el fin de la iniciativa Yasuní (de mantener el petróleo bajo tierra a cambio de una compensación económica) y la explotación del bloque ITT (Ishpingo-Tiputini-Tambococha), en el Parque Nacional del mismo nombre y con 920 millones de barriles de reservas.

Pese a ese desarrollo que se anunciaba en los 70, la economía ecuatoriana se ha mantenido dependiente de la extracción petrolera, del vaivén de los precios del barril en el mercado mundial y de la exportación de productos primarios. Jaime Carrera, secretario ejecutivo del Observatorio de la Política Fiscal (OPF), dice que en cuatro décadas el petróleo no se acompañó de políticas que sostengan la inversión y un elevado crecimiento de la economía al margen de su influencia.

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Y da cifras: el promedio anual de inversión extranjera directa entre 1970 y el 2012 fue de $ 340 millones y el promedio de la inversión en relación al Producto Interno Bruto (PIB) en 33 años fue 22%, cuando Singapur y Corea del Sur en igual periodo mantuvieron tasas de inversión del 32%; y, China, del 41%.

Desde hace 41 años, el petróleo es el principal rubro de exportación del Ecuador. Hernán Ramos, consultor y analista económico, reseña en el artículo ‘Ecuador: las dictaduras del 70 moldearon la economía petrolera’, publicado en mayo pasado en su blog, que en 1971 el petróleo representó menos del 1% de todas las exportaciones. Pero en 1972 su peso subió al 18,4%; en 1973, al 53,3%, y en 1974, al 62%. “En general, esa matriz productiva sustentada en la renta petrolera, básicamente, se ha extendido hasta nuestros días, en que se anuncia un cambio estratégico por parte del actual Gobierno”, señala la publicación.

En la actualidad, de cada $ 100 que ingresan al país por exportaciones $ 60 son por venta petrolera. En el 2012, de los $ 23.769 millones que se exportaron, $ 13.791 millones fueron de petróleo y derivados, según el Banco Central. Las importaciones llegaron a $ 24.017 millones.

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Fausto Ortiz, exministro de Finanzas de este Gobierno, explica que el petróleo debe analizarse desde tres sectores: comercio exterior, en el que es vital; en el presupuesto general del estado, y en el PIB.

“Ese 60% de lo que exportamos (petróleo) permite financiar las importaciones no petroleras, de las que somos deficitarios. Ahí es donde es más importante porque equipara. Si no tuvieras esos dólares, ¿con qué pagas las importaciones?”, dice Ortiz.

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En estos 41 años, siempre fue negativa la balanza comercial no petrolera, señala Carrera.

Entre 1970 y el 2012 el total de las exportaciones petroleras, en dólares corrientes de cada año, fue de $ 123.000 millones, según el OPF, que se consumieron en el gasto público, subsidios y costos de la producción petrolera.

En los últimos 30 años el petróleo ha tenido un peso de entre el 30% y 40% de los ingresos totales del presupuesto general del Estado. Ortiz explica que un monto de estos ingresos se destina a adquirir derivados. De $ 11.000 millones generados por el petróleo en un año, por ejemplo, $ 5.000 millones van netos y se reflejan en el presupuesto del Gobierno central y los otros $ 6.000 millones van a importar y vender derivados. Y aunque se pierden fueron parte de los ingresos anuales.

El peso en el PIB, en cambio, es de apenas el 10% o 15%, porque otras actividades productivas son más fuertes y porque la producción de petróleo se ha mantenido en promedio en 500.000 barriles por día desde el 2007. “Es importante (el petróleo) porque genera liquidez en la economía. Eso permite importar y financiar al sector público para que haga gasto, de capital usualmente, y ese gasto empuje la economía, pero solo en 15%”, indica.

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El analista económico Walter Spurrier considera que, en general, cuando en un país crece el sector extractivo no se desarrollan otras actividades debido a la relativa facilidad de obtener recursos. Y eso ha ocurrido por décadas en el país.

En este Gobierno esta situación se ha acentuado porque el precio del petróleo ha estado alto, por encima de los $ 80 el barril. “Eso le permitió al Gobierno tener más dinero para su inversión pública y guardar dinero para mantener los campos petroleros”, señala.

Roberto Villacreses, investigador asociado del Instituto Ecuatoriano de Economía Política, dice que por el alto precio en el mercado externo el petróleo cobra mayor importancia en determinadas épocas, como en los 70 y ahora, en que el Gobierno es el gestor del desarrollo y mantiene un elevado nivel de gasto público ($ 32.366 millones es el presupuesto de este año).

Sin embargo, las cuatro décadas de explotación no se han traducido en una real disminución de la pobreza y en la calidad del empleo. En el país, según el reporte de junio de este año del INEC, un 23,69% de la población vive en la pobreza, un 8,51% en pobreza extrema y más de la mitad de la población económicamente activa (56,39%) está en la subocupación. En comparación a junio del 2012, la pobreza se redujo 1,65% y desde el 2006 al 2012, cayó en 10 puntos, según el INEC. El descenso comenzó luego de la crisis. Entre 1999 y el 2002 la pobreza bajó de 63,5% a 49%, de acuerdo con las cifras oficiales.

En un año el desempleo bajó menos de medio punto, de 5,20% a 4,89%, pero la ocupación plena también: de 50,11% a 46,92%.

Villacreses dice que las cifras hay que mirarlas con cuidado porque la medición de pobreza se hace en función de ingresos (quien gana menos de $ 77). “Si hay menos pobres, ¿por qué hay más gente que recibe el bono (de desarrollo humano)? La solución no está en función de las dádivas que entrega el Estado...”, señala.

La explotación del ITT, coinciden los analistas, significa mantener la dependencia del petróleo y busca, principalmente, obtener recursos para mantener el nivel de gasto de los próximos años, en vista de una eventual caída en la producción petrolera en 2015.

Alberto Acosta, exministro de Energía y Minas, dice que con ello el Ecuador seguirá siendo un país producto: “país-cacaotero,  país-bananero”, y cuestiona el enunciado “extractivismo para salir del extractivismo”, que planteó el Ejecutivo en su pedido de explotación a la Asamblea esta semana. “La ampliación de la frontera petrolera en el centro sur de la Amazonía y la megaminería (...) no solo que ahondarán la dependencia de exportaciones primarias, sino que profundizarán la devastación social y ambiental en amplias regiones del país”, expresa vía mail.

La exasambleísta María Paula Romo dice que el extractivismo es la receta que se ha aplicado estos años seis años y que con un presupuesto cinco veces mayor y con condiciones políticas a favor el país no ha podido salir de la pobreza. “Se está reeditando un ciclo del que el propio Correa fue crítico”. Se refiere a no transformar el modelo económico en uno de producción y servicio sino que depende de la naturaleza y la renta de esos productos.

Para Carrera y Spurrier, el desafío sería utilizar esos recursos para apalancar el desarrollo en función de la productividad del sector privado y no del gasto estatal. Son más de 18.000 millones que se obtendrían del ITT, y que se suman a los miles obtenidos por un modelo extractivista.

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Una posible caída en la producción petrolera en 2015 y la necesidad de mantener el gasto público alientan explotación del ITT, según analistas.