Los cada vez más delgados televisores que invaden los almacenes de electrodomésticos, los medicamentos para enfermedades graves, la nueva gama de vehículos y hasta los ingredientes básicos de la cerveza dependen no solo de una flota naviera y de un puerto para llegar, en el menor tiempo posible, a los fabricantes y consumidores. Detrás de la carga hay una flota mayor que lo hace posible: los miles de productores, transportistas, despachadores, aforadores, estibadores, remolcadores, custodios, comerciantes y vendedores que se mueven en torno a cada contenedor que entra o sale del puerto de Guayaquil.