El reciente éxito de la película “La sociedad de la nieve” ha revivido cada una de las tragedias que vivieron antes de ser rescatados 16 pasajeros del vuelo 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya, cuando este se estrelló en la Cordillera de los Andes el 13 de octubre de 1972.

Específicamente, uno de los temas más crudos que maneja la producción y mayor curiosidad ha causado ha sido el canibalismo o el consumo de tejidos humanos, una acción a la que tuvieron que recurrir los sobrevivientes para no morir de hambre durante los 72 días que estuvieron atrapados en el peligroso Valle de las Lágrimas, tal como publicó Uno TV.

“Creo que me estoy volviendo loco, porque estoy pensando en comerme los cuerpos de nuestros amigos”: los dramáticos testimonios de supervivientes de la tragedia de los Andes que inspiró la película “La Sociedad de la nieve”

Canibalismo en La sociedad de la nieve: mitos y realidad

La película, dirigida por Juan Antonio Bayona y disponible en Netflix, muestra lo que algunos sobrevivientes como Roberto Canessa y Nando Parrado han relatado en sus propios libros: ellos tuvieron que tomar los cuerpos de amigos y familiares para poder alimentarse, pero ¿cuál es el peligro que esto representa para la salud?

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De acuerdo a Nueva Mujer, las enfermedades que pueden transmitirse por ingerir carne humana pueden variar y mayormente se da cuando esta no se cocina apropiadamente. Por las condiciones en las que estaban, los pasajeros no pudieron cocinar la carne y presentaron estreñimiento luego de comer.

Una infección por E. Coli era una probabilidad, pero lo más grave que les pudo haber pasado fue adquirir Kuru, ua enfermedad neurodegenerativa que se adquiere al alimentarse del tejido cerebral.

Lo necesario para vivir

Por su parte, Milenio indica que la historia tal vez hubiese quedado en tragedia si no hubiese sido por el canibalismo, pues el cuerpo humano solo puede soportar entre seis y ocho semanas de inanición.

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“Se trata de una cuestión de supervivencia cuando no existen otras fuentes de alimento”, señaló a este medio el antropólogo Erik Trinkaus de la Universidad de Washington.

(E)

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