La senderista y escaladora kurdo-iraquí Delband Rawandouzi tiene un proyecto para los próximos cinco años: plantar un millón de robles, los árboles más resistentes para enfrentar tanto el frío del norte de Irak como las largas sequías de uno de los países más calientes del mundo.

Las semillas y plántulas están en un invernadero en Erbil, la capital del Kurdistán, la región autónoma norteña, donde Delband, deportista de 26 años, ha emprendido una tarea más que urgente. Según la FAO, Irak tiene actualmente solo 8.250 km2 de bosque, es decir, alrededor del 2 % de su territorio.

Ya en 2020, Delband y su equipo plantaron 2.000 robles, en un experimento piloto que continuará con 80.000 ejemplares más, guiado por el Ministerio de Agricultura de su país.

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Cada árbol estará bajo el patrocinio de un donante particular, por 1.000 dinares iraquíes, menos de setenta centavos de dólar.

Desde 2014, Kurdistán ha perdido el 20 % de su vegetación, y el 47 % en comparación con las cifras de 1999", según las autoridades locales.

La cifra representa la desaparición de más de 8.000 km2 de bosque natural o artificial. Y también supone la desaparición de la protección contra la erosión del suelo y la pérdida de agua, según la FAO, la agencia de la ONU para la alimentación y la agricultura.

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Los responsables son los bombardeos, la tala ilegal por parte de familias pobres en busca de leña o por agricultores sin escrúpulos, así como el pastoreo incontrolado y el desarrollo urbano, a menudo anárquico.

Solo en el verano de 2020, mientras Kurdistán era bombardeado regularmente por fuerzas aéreas turcas, se destruyeron 20.000 hectáreas de tierra, "la mitad de las cuales se encontraban en áreas protegidas con una rica biodiversidad", incluyendo bosques, informa la oenegé PAX, que se basa en imágenes de satélite.