El jueves 7 de diciembre, Michael Fitzpatrick, embajador de Estados Unidos en Ecuador, reveló que los tentáculos del narcotráfico y la corrupción usan a equipos de fútbol para lavar sus dineros.

Fitzpatrick detalló que los corruptos “no solo mueven fichas en el sector público”, sino que con su plata mal habida adquieren bienes reales, cuentas bancarias y empresas ficticias de exportación.

“Sus testaferros ahora están metidos hasta en la pasión nacional: el fútbol, usando algunos equipos para lavar su cara y su plata”, dijo el diplomático durante un evento de la Organización de Naciones Unidas (ONU) en la Universidad de las Américas de Quito.

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Testaferros de corruptos están hasta en equipos de fútbol, según el embajador de EE. UU. en Ecuador

Sin dar mayores detalles de si esta infiltración sería en los clubes de las series A o B, segunda categoría o amateur, Fitzpatrick concluyó su intervención.

Esto ocurrió durante la conmemoración de los 20 años de la Convención de Naciones Unidas contra la Corrupción, organizada por la Oficina de la ONU contra la Droga y el Delito (UNODC), en la Universidad de las Américas de Quito.

Presidente de la Liga Pro reacciona ante polémicas declaraciones del embajador de EE. UU.

Aquello obligó a Miguel Ángel Loor, presidente de la Liga Pro, entidad organizadora de los campeonatos de la series A y B, a publicar en su cuenta de la red social X (antes Twitter) los requisitos que cumplen los clubes para evitar el lavado de dinero.

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Loor remarcó que “el actual director de Integridad de Liga Pro fue jefe de Fraude Criminal de la Embajada hasta el año pasado”, y que los clubes están “obligados a reportar en la Unidad de Análisis Financiero y Económico (UAFE) desde este año”.

Liga Pro hizo públicas las obligaciones que deben cumplir los clubes para transparentar sus cuentas tras el escandaloso comentario del embajador de Estados Unidos

Desde la década de los 70 hasta el 2013, el fútbol colombiano fue secuestrado por los miembros y socios de los carteles de Medellín, al mando de Pablo Escobar Gaviria, y de Cali, liderado por los hermanos Rodríguez Orejuela.

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Los narcos tejieron una red compleja en el negocio del fútbol, desde invertir en equipos mediante testaferros hasta patrocinar jugadores, manipular partidos y campeonatos, e incluso amenazar o eliminar a jugadores, árbitros o funcionarios, según publicaron los medios cafeteros sobre este oscuro suceso.

El presidente Daniel Noboa y el embajador de EE. UU., Michael Fitzpatrick, ven necesaria la aprobación de una ley de extinción de dominio

La competencia por el control e influencia entre narcos y empresarios legales transformó a los clubes en verdaderas empresas con acciones en juego.

El oscuro vínculo entre la narcocultura y el fútbol se manifestó no solo en el ámbito deportivo, sino también en el lavado de activos a través de transferencias de jugadores y otros artilugios financieros.

La historia del vínculo del narco con los equipos de colombianos

En 1983, el panorama del fútbol colombiano fue estremecido por las revelaciones de Rodrigo Lara Bonilla, quien era el ministro de Justicia. Este valiente funcionario no titubeó al señalar públicamente la penetración del narcotráfico en varios equipos de la liga profesional del país.

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Clubes de renombre, como Atlético Nacional, Millonarios, Santa Fe, Deportivo Independiente Medellín, América de Cali y Deportivo Pereira, fueron mencionados inicialmente, pero la lista gubernamental se amplió para incluir a Deportes Tolima, Quindío y Unión Magdalena.

El impacto de estas acusaciones reverberó en el universo futbolístico, generando una polémica que alcanzó su punto álgido cuando el presidente de la Dimayor, Jorge Correa Pastrana, en ese momento, puso en duda la veracidad de las afirmaciones al aducir la falta de pruebas con contundencia.

Las investigaciones desentrañaron la sombra del cartel de Medellín, cuya influencia notoria se cernía sobre los equipos de Antioquia, en especial Atlético Nacional y Deportivo Independiente Medellín.

Mientras tanto, Rodríguez Gacha ejercía su influencia sobre Millonarios, y el cartel de Cali extendía sus tentáculos hasta el América de Cali, intentando también incidir en el Deportivo Cali.

Primer infiltrado

En la década de los 70, Unión Magdalena, de la ciudad de Santa Marta, era propiedad de los hermanos y empresarios Raúl, Pedro y Eduardo Dávila Armenta, quienes fueron traficantes de marihuana en la época de la bonanza marimbera (periodo aproximado entre 1974 y 1985 durante el cual se produjo la entrada de grandes cantidades de dólares a Colombia por los negocios del narcotráfico).

Ellos frecuentaban los mismos círculos sociales que José Rafael Abello Silva, alias Mono Abello, quien luego entraría a formar parte del cartel de Medellín.

También dieron la oportunidad a numerosos deportistas locales, como Radamel García King —padre de Radamel Falcao García—, quien militó en el Unión entre 1984 y 1986; y el más famoso fue Carlos Pibe Valderrama (1981-1984), quien fue capitán de la selección de Colombia.

Eduardo Dávila fue condenado por narcotráfico, además de ser sindicado de varios asesinatos, incluido el de su esposa, Carmen Vergara Díaz, delito por el que fue condenado a 34 años de prisión y que por ahora cumple con arresto domiciliario en su mansión.

Atlético Nacional: cubierto por la sombra del cartel Medellín

A principios de la década de los 80, una oscura trama se tejía en torno al Atlético Nacional. Hernán Botero, presidente del club, se embarcó en maquinaciones para lavar los activos de narcotraficantes dentro del equipo.

Los oscuros hilos de esta historia condujeron a la venta de acciones a Octavio Piedrahíta y Pablo Correa Arroyave, propietarios del Deportivo Pereira, quienes adquirieron el control del club a manos del narcotraficante Héctor Mesa Gómez, vinculado al cartel de Medellín.

El 5 de enero de 1985, el destino de Botero tomó un giro drástico al convertirse en el primer colombiano extraditado a los Estados Unidos, acusado de lavado de activos del narcotráfico.

La Dimayor, consciente de la magnitud de este escándalo, respondió ordenando la suspensión de la fecha profesional del 15 de noviembre de 1984 en protesta por la extradición del líder futbolístico.

Este oscuro capítulo en la historia del equipo no estuvo exento de otros episodios notorios. El árbitro Carlos Espósito, en la semifinal de la Copa Libertadores 1989 ante Danubio, reveló haber dirigido bajo amenazas, arriesgando su vida y la de sus asistentes.

Asimismo, en la Libertadores 1990, el réferi uruguayo Juan Daniel Cardelino denunció presiones previas al enfrentamiento entre el Atlético Nacional y Vasco da Gama de Brasil, por los cuartos de final.

Estas acusaciones derivaron en sanciones que privaron al Verdolaga de participar en las ediciones de 1990 y 1991 de la Supercopa Sudamericana, además de la suspensión de Colombia ante la Conmebol para los partidos internacionales hasta 1992.

Millonarios, del Mexicano Rodríguez Gacha

El Club Deportivo Los Millonarios de Bogotá, con el que Barcelona Sporting Club se consolidó como ídolo de Ecuador en 1949, estuvo en manos del narcotraficante Hermes Tamayo y, posteriormente, pasó a ser propiedad de Gonzalo Rodríguez Gacha, alias el Mexicano, socio de Pablo Escobar.

En el periodo de 1981 a 1992, Guillermo Gómez Melgarejo, vicepresidente y miembro de la junta directiva, junto con Germán Gómez y Edmer Tamayo Marín actuaron como testaferros de Rodríguez Gacha. Sin embargo, Gómez Melgarejo fue asesinado en un restaurante del norte de Bogotá en 1992.

En medio de este periodo gris, Millonarios fue campeón nacional en las temporadas 1987 y 1988, pero sufrió una derrota ante Atlético Nacional en las polémicas semifinales de la Copa Libertadores 1989.

Durante los años 90, el equipo enfrentó una crisis económica bajo la dirección de Francisco Feoli (1990-1995), y en 1997 se vio afectado por una demanda de extinción de dominio sobre las acciones de los herederos de Rodríguez Gacha, concretada en 1999 al transferir el 27,9 % de las acciones a la Dirección Nacional de Estupefacientes.

A pesar de liberarse de los lazos con el narcotráfico, Millonarios se liquidó en 2011, incluyendo la venta del lote Fontanar, su sede de entrenamientos.

En 2012, Felipe Gaitán, presidente del equipo Embajador, reconoció la influencia del narcotráfico durante la tenencia de los narcotraficantes, considerando devolver los títulos obtenidos en 1987 y 1988 debido a la influencia negativa de Rodríguez Gacha. La propuesta fue rechazada por algunos miembros del club y, finalmente, descartada por Gaitán.

Deportivo Independiente Medellín (DIM) y Pablo Escobar, el ‘malévolo’ hincha

En los tumultuosos años 80, el Deportivo Independiente Medellín cayó en manos de Pablo Escobar, confeso aficionado al DIM, según relatos de Jhon Jairo Velásquez Vásquez, conocido como Popeye, sicario de Escobar, respaldado también por Juan Pablo Escobar, hijo del narcotraficante.

1986 marcó la tragedia para el club, cuando José Pablo Correa Ramos, presidente y dueño mayoritario del equipo, fue asesinado en Medellín por sicarios en medio de violentas “venganzas entre mafiosos”, según la Fiscalía. Su socio Héctor Mesa, también expresidente del DIM, sucumbió de manera similar a manos de la mafia.

En un oscuro periodo que abarcó 30 años, el DIM estuvo bajo el control de seis mafiosos, entre ellos Pablo Correa Ramos, Héctor Mesa Gómez, Guillermo Zuluaga, Julio César Villate, Jorge Castillo y Rodrigo Tamayo, quienes supuestamente utilizaron el equipo para blanquear más de $ 150.000 millones de pesos colombianos relacionados con el narco, según afirmaciones de Juan Bautista Ávalos, revisor fiscal.

En otra vertiente, exdirectivos del club, como Tamayo, dueño entre 1999 y 2005, año en que el club pasó a manos de la sociedad independiente Sueños del Balón, han sido vinculados a investigaciones por lavado de activos.

La Fiscalía General de Colombia investigó a Fernando Jiménez Vásquez, Libardo Serna y la excontadora Soraya del Pino Castillo por supuesto ingreso de 20 millones de dólares del narco.

A pesar de 18 meses de prisión, el caso fue precluido por falta de pruebas, pero expresidentes como Mario de Jota Valderrama, Javier Velásquez, el exaccionista José Rodrigo Tamayo Gallego y la ex gerente financiera Claudia Patricia Toro enfrentaron juicio.

América de Cali y la conexión con el cartel de Cali

El América de Cali se vio involucrado en prácticas relacionadas con el lavado de activos del narcotráfico, específicamente bajo la influencia del cartel de Cali, dirigido por los hermanos Gilberto y Miguel Rodríguez Orejuela.

Ricardo León Ocampo, expresidente del club en la década de los 70, fue arrestado en 1999 debido a sus conexiones con los Rodríguez Orejuela.

En 1995, Juan José Bellini, quien presidió el América de Cali entre 1987 y 1992, y que también lideró la Federación Colombiana de Fútbol, fue detenido por su participación directa en el lavado de activos a favor del cartel de Cali.

Los hermanos Rodríguez Orejuela le entregaron dos cheques por $ 100 millones de pesos colombianos.

Fernando Rodríguez Mondragón, hijo de Gilberto Rodríguez Orejuela, afirmó en su libro El hijo del ajedrecista, en el 2009, que su tío estuvo implicado en la adquisición ilegal de varios títulos para el América de Cali.

También señaló la presencia del narco en otros equipos colombianos, como Millonarios y Atlético Nacional. Sin embargo, sus declaraciones han generado controversia, incluyendo aseveraciones inexactas sobre eventos específicos, como un supuesto intento de soborno al árbitro en la final de la Libertadores de 1999, cuando el Deportivo Cali fue el equipo participante. La familia negó estas acusaciones.

Envigado FC, en la Lista Clinton

Después de un periodo de tres años bajo el estigma de la Lista Clinton (estaba conformada por empresas y personas vinculadas con dinero proveniente del narcotráfico en el mundo), el Envigado Fútbol Club finalmente logró liberarse de las restricciones que marcaban su trayectoria. Este hecho, que marcó un resurgimiento para el equipo, contrasta con la larga permanencia del América de Cali, que permaneció en la lista negra durante 16 años hasta su exclusión en 2013.

El intrigante vínculo entre la Oficina de Envigado y el club ha sido detalladamente explorado en el libro Los goles de la cocaína, de la periodista Martha Soto. El relato revela cómo la Oficina de Envigado ejerció una influencia directa en este equipo

Tras el trágico asesinato del máximo accionista, Gustavo Upegui, en 2006 a manos de sicarios, la venta estratégica de James Rodríguez al Banfield de Argentina emergió como el salvavidas económico que permitió al club recuperarse de las adversidades.

Este capítulo revelador destaca la compleja intersección entre el mundo del deporte y las sombras del crimen organizado, subrayando la capacidad del fútbol para tejer historias de resiliencia en medio de desafíos inesperados. (D)