Habiendo recorrido la mayor parte de las eliminatorias, identificar por qué perdimos la condición de firmes candidatos para llegar al Mundial nos tomaría demasiado tiempo. El abanico de errores que se han cometido, que van de lo institucional a lo futbolístico, son demasiados y todos con gran incidencia en habernos alejado de la clasificación a Rusia 2018.

Lo que sí se da por entendido es que el juicio llegará y será en el momento adecuado. Y no porque somos de algún Tribunal de la Inquisición, sino porque nos creemos con derecho de evaluar todo un proceso clasificatorio, que como en todos los países participantes produce una instancia de satisfacción, que se extrapola a instancias superlativas como son: 1) El reconocimiento de la élite futbolística y todo su entorno, de la organización que dirige el balompié de cada nación participante. 2) La plusvalía que obtiene la valoración de los futbolistas ecuatorianos. 3) La repercusión de lo que significa la ecuatorianidad en todo su contexto. 4) El progreso de una sociedad que se dimensiona por sus logros.

Bajo estos criterios es imposible dejar de reconocer la importancia de una clasificación al Mundial y las secuelas que puede dejar no hacerlo. Desde ese punto de vista, para todos los que siempre apoyamos a la Selección nos causaría decepción que no se consiga el objetivo, considerando que teniendo material humano por mala administración de esos recursos se haya echado por la borda el objetivo.

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Y hay que recalcar sobre este tema porque la mayoría de las veces quienes se sienten apoderados generales del triunfo son aquellos que conforman el círculo hermético de dirigentes, cuerpo técnico y jugadores y omiten que quienes otorgan el poder es el pueblo que espera, con ansias, el triunfo para celebrarlo como se merece.

Por eso es penoso considerar que un fracaso en una eliminatoria obedezca a temas internos –que pudieron alterar la programación establecida–. Por eso una eventual clasificación al menos a la repesca se convertiría en un bálsamo que nos haría recuperar la fe en este proceso. La tarea no es para nada fácil porque los aspirantes para clasificar son varios y todos con fuertes argumentos futbolísticos.

Entendiendo que luego del ilegal impulso otorgado por el TAS, Chile y Perú robustecieron sus aspiraciones –y ni hablar de los necesitados Argentina, Uruguay y Colombia–. Observando así el panorama, el espacio que nos queda es lamentablemente precario y limitado. Decir que la decisión del TAS “crea una eliminatoria viciada y que cubre con un manto de nulidad estas eliminatorias sudamericanas” es un tema muy serio, que seguramente habría tenido gran trascendencia si las otras naciones perjudicadas se hacían eco de tal manifestación al unísono. Lo extraño de todo esto es que los reclamos que hemos conocido, por parte de varios dirigentes que se pronunciaron sobre el abuso que cometió la Comisión Disciplinaria de la FIFA, fueron en primer lugar sin mayor contenido. Y en segundo, utilizando discursos mediáticos que no incluyeron alguna gestión o procedimiento posterior que pueda reivindicar el despropósito de la resolución tomada por el TAS.

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Lo que ha sucedido es que el TAS, experto en estos eventos resolutorios trascendentales, escogió la estrategia que han usado varios políticos ecuatorianos, cuando anunciaban el terrible paquetazo: hacerlo el día previo a un feriado. Algo parecido hizo el Tribunal de Lausana, que sentenció cuando todos los interesados estuvieron comprometidos y ocupados en partidos tan importantes de la doble fecha de las eliminatorias.

En nuestro país, el presidente de la FEF manifestó su molestia sobre el fallo así: “La resolución de la FIFA, ahora secundada por el TAS, quedará en la historia como la más vergonzosa en contra del juego limpio”. Y remató: “Tanto se cacarea el Juego Limpio. ¿Dónde está el Juego Limpio?” Analizando la resolución, es una verdadera indiscreción jurídica que la aparten de la sindéresis que exige una sentencia de tan alto tribunal deportivo. Las razones sobran para calificarla así. Es fácil reconocer la indiferencia que tuvo el TAS para con estas exposiciones.

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La FIFA aplicó un Código Disciplinario sin tomar en cuenta el reglamento de las eliminatorias. La FIFA no aplicó una pena ejemplarizadora al infractor. La pena fue drástica para terceros que actuaban de buena fe. Se priorizó el juego en el tapete sobre el de la cancha. El TAS no quiso contradecir la resolución de la FIFA, desconsiderando argumentos jurídicos claros y contundentes, expuestos por los hoy perjudicados.

Por supuesto que los dichos de Carlos Villacís lo comprometen en tomar una posición enérgica, aprovechando que Ecuador será sede de una sesión de Directorio de Conmebol, adornada –si se la puede llamar así– porque uno de los invitados de lujo para ese evento continental es presidente de la FIFA: Gianni Infantino, quien seguramente sabe porqué el TAS decidió cometer el “gran despojo”. Ojalá que a los dirigentes afectados los escuchemos enérgicos, llenos de argumentos, para demostrarle al jerarca del fútbol mundial que con su venia fuimos perjudicados. Y sin recelos porque el derecho al pataleo también es una última y vana forma de protestar.

En conclusión, opinar que una eventual eliminación de Rusia 2018 es por la decisión del Tribunal de Arbitraje Deportivo es una mentira piadosa que solo servirá para mitigar la pena y la culpa también. No nos queda más que dar tiempo al tiempo para justipreciar lo actuado en este premundial. (O)

Opinar que una eventual eliminación de Rusia 2018 es por la decisión del Tribunal de Arbitraje Deportivo (TAS) es una mentira piadosa que solo servirá para mitigar la pena y la culpa también.