“¿Cómo le irá en Alemania…?” “¿Hizo bien en irse del Real…?” “¿Ancelotti lo tratará mejor que el desgraciado de Zidane…?”

El pase de James Rodríguez del Madrid al Bayern nos sorprendió en Colombia. Y la inquietud de los hinchas fue recurrente, en todo momento. Respondimos lo mismo que aquí: seguro, hizo muy bien en cambiar de aires, tiene todo para que le vaya magnífico en el país de Beethoven, para que vuelva a su cénit futbolístico, el del Mundial 2014, incluso el del primer año madridista, con 17 goles y 17 asistencias (buenos números para un 10).

Fuimos de aquellos que sostuvieron -al cabo de su segunda temporada- que James no debía salir del Madrid. Por condiciones técnicas, podía jugar y descollar perfectamente allí; debía quedarse y pelearla, señalamos. Era una cuestión de orgullo. Ahora es diferente: había cedido demasiado terreno. Lejos de la titularidad, ya no era el primer cambio ni el segundo ni el tercero, estaba siendo el jugador número 16 ó 17. Incluso en los varios meses de Bale lesionado, James quedó detrás de Isco, Asensio, Morata, Lucas Vázquez. Y en muchos partidos, de Kovacic. Hasta dependiendo de las alternativas del juego, un cambio podían ser Nacho o Pepe y Danilo, quienes (los dos últimos) ya estaban fuera de los planes de Zinedine Zidane. No tenía sentido obcecarse en continuar. Jugador deriva de jugar. Eso necesita.

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También sostenemos que no hubo animosidad de Zidane para con James (en Colombia lo entronizaron como enemigo público). Simplemente, lo sacrificó una circunstancia táctica del equipo: la BBC tiene asegurado el puesto por orden presidencial (Benzemá es un consentido de Florentino Pérez, Cristiano es Cristiano y Bale costó 100 millones; a otra cosa).

Y luego quedaban Modric, la llave maestra del Madrid, el creador talentoso, insustituible; Kroos, un ubicuo sin marca ni despliegue, pero que garantiza orden y pase preciso (pase de corto recorrido, eso sí); y James. James, por características naturales, no tiene los movimientos defensivos que necesitaba el equipo para mantener el equilibrio, carece de dinámica natural para el ida y vuelta. Era un mediocampo flojito de marca. Los rivales dominaban, pasaban por ahí… Por lo cual había que poner una tranca en el medio. Y apareció Casemiro, un cinco-cinco. Lo hizo bien, logró ser el dique de contención, rindió incluso mucho más de lo imaginado y se ganó un puesto.

Luego, el panorama se fue complicando más porque tanto Isco, como Asensio, Morata y Lucas Vázquez aprovecharon maravillosamente sus minutos cuando entraban y así el colombiano fue perdiendo fichas hasta quedar pelado: ni al banco fue en la final de la Champions. Fue su desencanto mayor, el que lo convenció de hacer las maletas. Naturalmente, cuando un futbolista no encuentra lugar en un equipo, se agrieta su relación con el entrenador. No siente respaldo y se distancia. Al asumir Zidane, James ya estaba, no lo pidió el francés y, por tanto, no tenía ninguna obligación con él. Lo respetó, sólo que vio opciones mejores. Y Zidane ganó dos Champions y una Liga. Pasó de ser una celebridad a una realidad: sí es técnico. Y ahora, indiscutible.

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Tampoco es culpa de James que la operación terminó siendo ruinosa para el Madrid, que lo compró en 80 y lo prestó en 10. Eso es problema de Florentain…

Ahora se da la situación inversa, va justamente a los brazos de Ancelotti, quien lo tuvo en el primer año en Madrid y lo conoce. Llega a un club que es, ante todo, un equipo. Tiene el armazón protector. Ahora bien: James debe aportarle movilidad a su juego, dinámica. No empezar a jugar cuando le llega la pelota sino antes (el gran defecto del Kun Agüero que Guardiola trata de quitarle). Y creérsela un poco, tomar un rol protagónico. Si la rompió en un Mundial debería poder hacerlo allí también.

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Tendrá el apoyo de una decena de cracks como Neuer, Hummels, Arturo Vidal, Ribery, Thomas Müller, Lewandowski, Robben, Kimmich, Alaba, aunque también competirá con un buen número de ellos, especialmente los que se mueven desde tres cuartos de cancha en adelante. Igual que en el Madrid. Porque, ojo: nadie se va a correr de su lugar, el puesto se gana. No se puede empezar acá con que Ancelotti lo odia, Ancelotti lo pidió.

Debe quedarse, intentar estar seis, siete años en Munich, echar raíces, buscar ser un emblema, un referente. Lo mismo que le sugerimos -modestamente- a Falcao en un momento dado. Basta de transferencias, quédese en un sitio y juegue, haga goles, trate de ser feliz allí. Después de todas sus desventuras, Falcao escarmentó: “Quiero quedarme mucho tiempo en el Mónaco”, dijo.

Ahora miraremos más la Bundesliga, que es una de las cinco grandes de Europa, aunque -pese a sus muchos intentos- no consigue atraer del mismo modo que la Premier, la Liga Española o incluso el Calcio. Demás está decir que goza de una organización excelente, que son los campeones del mundo y se llenan los estadios, pero no alcanza a tener el envoltorio del fútbol inglés ni la resonancia del español. En parte, por la “desgracia” de tener un equipo ultradominante: justamente el Bayern Munich, que ha ganado 15 de los últimos 25 torneos. Aburre. Encima, su más fuerte rival -Borussia Dortmund- suele proveerle de grandes figuras (Gotze, Hummels, Lewandowski). Los otros, Schalke, Sttutgart, también son muy atentos con el caballo del comisario. Esto quita interés del exterior. Es una liga monogámica y no se necesita ser Nostradamus para predecir que esta próxima temporada el campeón puede volver a ser el equipo de Beckenbauer y Gerd Müller.

Lo importante es que sale de esa atmósfera hipergaláctica y asfixiante del Real Madrid. Ya no tiene que tirarle centros a Cristiano para quedar bien con él ni cuidarse en las declaraciones con Marca y As ni vestir un traje de Dolce y Gabanna hasta para ir al supermercado. Es libre y puede jugar al transgresor cada tanto.

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También -al parecer- se libró de Daniela Ospina, su ya exmujer. O ambos lo hicieron, después de seis años y medio de matrimonio. Era una relación marchita. Pero eso entra en su territorio personal y no pisaremos flores ajenas.

O sea, empieza de cero en todo sentido. No va a poder decir que triunfó en el Madrid, que la rompió allí, eso no, quedó lejos de la alfombra roja. Fue un actor de reparto (casi exactamente lo mismo que le sucedió a Alexis Sánchez en el Barcelona; la aptitud futbolística estaba, la personalidad no). Pero lo imaginamos feliz por todo, con la sonrisa recuperada. Vuelve a ser jugador de fútbol, a pensar apenas en la pelota. Sólo tiene que volver a ser James, nada más. (I)