Tenía muchas ganas de ver a Palmeiras, campeón del fútbol brasileño del 2016. Busqué información y me enteré que es el club más ganador en su país y uno de los primeros del mundo. Solo en títulos nacionales tiene trece conquistas; lo sigue el Santos, con 10. Fue campeón de la Copa Libertadores en 1999 y en ese año lideró el ranking mundial de equipos de la Federación Internacional de Historia y Estadística del Fútbol (IFHHS), siendo la primera vez que un cuadro sudamericano lograba ese honor.

Traté de juntar recuerdos y vino a mi memoria un instante memorable de mi vida de seguidor del fútbol: aquel 4 de enero de 1959 cuando, desde mi habitual sitio de la general del lado de la calle Quito, fui al Capwell atraído por la fama de Julio Botelho, el célebre Julinho, un alero derecho grandote, de bigotes de charro y pelo a la gomina, de quien había leído mucho en la revista argentina El Gráfico y en las páginas deportivas de los diarios. Fue un astro total en Italia, cuando al viejo continente viajaban solo los auténticos cracks, no cualquiera que hacía unas cuantas cascaritas, como ocurre hoy.

Lo de Julinho fue inolvidable. Era muy rápido, corpulento, lleno de habilidad e ingenio; difícil de marcar para Luciano Pollo Macías, que se batió con dignidad. Desde mi tablón lo veía venir por la raya que daba a la vieja tribuna del Capwell, como invitando a que alguien se atreviera a disputarle el balón. Hizo de todo porque Palmeiras representaba la jerarquía de Brasil, campeón del mundo unos meses antes en Suecia 1958.

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Nunca se escurrió de mi memoria el nombre de ese club que trajo a uno de los más grandes futbolistas que pasaron por el viejo escenario de la calle San Martín y por las canchas del mundo. Leyendo siempre, supe que por el Palmeiras estuvieron formidables jugadores, algunos de ellos como Djalma Santos, Vavá, Leao, Cafú, Marcos, Zinho, Mazinho, Edmilson, Roberto Carlos, Rivaldo, Juninho Paulista y otros grandes que alzaron la Copa del Mundo.

Debo confesar mi decepción. Lo que vi en el Monumental fue un equipo desangelado, sin orden alguno, sin hilvanar más de dos pases, errando el 80% de ellos, sin coraje para buscar el gol. Una formación ordinaria que retrata la realidad del balompié brasileño a nivel de clubes. Los que no nos contentamos con cualquier cosa y tenemos un espíritu crítico libre, como corresponde a un periodismo serio, debemos dejar constancia del nivel menos que mediocre del Palmeiras, al menos en el partido ante Barcelona.

El ídolo ganó por un gol casi casual, pero lo que no puede negarse es que mereció la victoria por su vehemencia en llegar al área rival. Sin ideas, eso sí, porque carece de un jugador que ordene al equipo, que piense, que ponga un balón decente para la llegada de Álvez, que se bate solo entre manotones y empujones. Hay un mes para el duelo de vuelta. Ir con la ventaja de un triunfo es importante para Barcelona. Debe esperar que en su estadio paulista Palmeiras siga siendo lo que mostró en Guayaquil y no aparezca el campeón de su país en el 2016. Queda la esperanza y eso es decisivo.

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Lo de Emelec es más complicado. Cayó ante un San Lorenzo de Almagro enredado en problemas internos, como la salida de los ídolos Sebastián Torrico y Néstor Ortigoza, de largo y triunfal paso por el club. Se discutía también la continuidad del técnico Diego Aguirre, en relación con la campaña del torneo argentino que dejó a los Cuervos en la mitad de la tabla.

Un desempeño apenas regular le bastó para llevarse una victoria por la mínima diferencia. El asunto es que la derrota será difícil de revertir en Buenos Aires. No tanto por la invencibilidad –que no existe– de San Lorenzo, sino por los limitados recursos que exhibe Emelec.

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Los eléctricos tienen un plantel que mezcla a jóvenes y experimentados; sus dirigentes manejan económica y administrativamente bien a la institución. ¿Por qué no aparece el equipo? ¿Habrá un problema de actitud de los jugadores? ¿No existe empatía entre los futbolistas y el técnico?

Los hinchas azules, al menos en las redes sociales, no muestran conformidad por el rendimiento del equipo. El público es fiel, pero los resultados no acompañan. Nassib Neme y sus compañeros de dirigencia deben estar analizando ya la campaña del técnico Alfredo Arias y la respuesta de los jugadores; uno de ellos, el argentino Bruno Vides, que aspira a que adquieran su paso por $ 3 millones, sigue sin mostrar jerarquía. ¿Y qué pasará con el resto de la plantilla foránea de los eléctricos?

Emelec concretó la llegada de un joven jugador argentino, Fernando Luna, procedente de Atlético Rafaela. Se lo anuncia como volante creativo y será una suerte que en realidad lo sea. Los futbolistas de armado, de elaboración de juego son cada día más raros. Por Emelec pasaron grandes figuras en ese papel como Mariano Larraz, un número 10 de lujo; y el legendario Jorge Pibe Bolaños, el más talentoso de los conductores de equipo. No podemos olvidar a Galo Pulido, que todo lo hacía de lujo, ni a Manuel Chamo Flores, que llegó del Norteamérica y dio lecciones de manejo del balón y de construcción de jugadas. Más tarde tuvo en sus filas a Ricardo Bocha Armendáriz, otro inteligente inventor de fórmulas para poner a sus compañeros de situación de gol.

Si Luna puede ubicarse en ese plano, Emelec puede encontrar un elemento útil que hoy no lo tiene, porque Fernando Gaibor o Marcos Mondaini están lejos de poder cumplir esa función.

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Emelec está necesitado de un golpe de timón para cortar el mal donde se halle. Si es precisa una amputación, habrá que hacerla para salvar el resto del cuerpo. Las cosas no han funcionado últimamente y eso ha servido de excusa para críticas y hasta maniobras de gente que vive en otro país y llega a este para tratar de pescar a río revuelto. En las filas emelecistas hay dirigentes nacionales que tienen suficiente jerarquía y recursos para retomar la senda victoriosa de los eléctricos.

Lo de la Libertadores deja una puerta entreabierta a Barcelona merced a su victoria y para Emelec otra puerta que solo podría abrirse si se adivina la combinación. Para esto es imprescindible que, a puerta cerrada, dirigentes, cuerpo técnico y jugadores respondan a la pregunta que se hacen miles de hinchas: ¿Qué nos pasa? (O)

Ir con la ventaja de un triunfo es importante para Barcelona. Debe esperar que en su estadio paulista Palmeiras siga siendo lo que mostró en Guayaquil y no aparezca el campeón de su país en el 2016.