Por: Alfredo Relaño

El último derbi madrileño en el Calderón fue digno de tanta historia como contenía. Lo ganaron los dos. Lo ganó el Atlético, 2-1, y se retiró aplaudido por los suyos, que premiaron su rebeldía y les obligaron a regresar al campo, para saludar y recoger el premio a su entrega, a su gran temporada, a esa semifinal europea, a ese tercer puesto en LaLiga, puerta de entrada a la próxima Champions. Y lo ganó a su manera el Madrid, que vuelve a la final de su competición favorita, tras pasar un mal trago cuando en un cuarto de hora perdía por dos a cero. Ganaron los dos, ganó el fútbol. Ganó la Champions, ese bello invento de la vieja Europa.

El resultado de la ida era tremendo, pero el Atlético lo hizo temblar con dos goles rápidos: el primero, en un córner muy bien cabeceado por Saúl, el segundo en un penalti concedido con demasiada facilidad por Varane ante el Niño Torres. Había pasado poco más de un cuarto de hora y el Atlético había dado sentido a todas las proclamas de las vísperas. Pero el Madrid supo salir del enredo con el manejo de Isco y Modric, que mantuvieron la calma, y cazó el gol salvador justo antes del descanso, en un descuido de la defensa del Atlético que penalizó Benzema con una jugada 'butragueñista' en el alambre, resuelta con gol de Isco, justo él.

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