Marco van Basten quiere revolucionar el fútbol. (O tal vez convertirlo en otro deporte). En su nueva y alta posición en la FIFA ha ideado una batería de cambios que van desde eliminar el offside hasta definir partidos en un mano a mano entre arquero y delantero. Más allá de que muchas de sus propuestas parecen desatinadas, cabría preguntarle: ¿Y si empezamos por los árbitros, Marco…? ¿Qué tal si instituyen de una vez por todas el video, Marquito…? ¿Y si preparan individuos criteriosos para que dirijan partidos y no sujetos que parecen tontos y maleables…? ¿Qué tal si se exigiera un test de inteligencia primero y el curso de árbitro después…? ¿Por qué antes de impulsar revoluciones no cumplir primero con el reglamento actual, que es muy bueno por cierto?

Todo esto viene a colación de los gigantescos –y recurrentes– errores arbitrales, globalizados a nivel planetario por suscitarse en la Champions League, que todos los hinchas del mundo ven. Hubo muchas fallas en los partidos de ida de cuartos de final: el Mónaco marcó un gol en clarísimo fuera de juego y le dieron un penal inexistente, al Bayern Munich le otorgaron también un penal ante el Madrid que no fue y lo mismo al Atlético de Madrid ante el Leicester. Esas apenas fueron las más serias, hubo más. Pero todo explotó en mil pedazos en la tarde del martes en el Real Madrid 4 - Bayern Munich 2. Algunos medios eligieron frases como “Gol discutido” o “Jugadas polémicas”, pero es que lo visto no admite discusión y no hay polémica posible: hubo dos goles de Cristiano Ronaldo en posición adelantada como lo muestra el video, un jugador blanco –Casemiro– que debió ser recontraexpulsado por la reiteración de sus faltas, y uno del Bayern que recibió la tarjeta roja cuando no había incurrido en infracción.

Un gol en offside está mal, desde luego, pero debemos darle al línea el beneficio de la duda, la posibilidad de que se pueda equivocar, el fútbol hoy es muy dinámico y veloz. En la acción del segundo tanto del Madrid, Cristiano Ronaldo parecía perfectamente habilitado, luego vimos que por una combinación de movimientos había quedado inhabilitado. Y fue en una décima de segundo. El banderín falló, mala suerte. Lo inadmisible es el criterio del referí para decidir las faltas; faltas que ocurren a dos o tres metros de su ubicación. Ahí no hay perdón: ese árbitro profesional está en el fútbol desde joven, ha dirigido cientos de partidos, se supone que es un experto y sabe aplicar las reglas.

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Estando Casemiro amonestado, cometió penal a Robben con una entrada rigurosa y siendo último hombre: era segunda amarilla y a bañarse. Nadie hubiese reclamado. El juez húngaro Víctor Kassai eligió pasarlo por alto. Al minuto 79, el mismo Casemiro hizo una tercera infracción amonestable, fuerte (también a Robben), y ya no había cómo dejarlo en el campo. Kassai amagó sacar la tarjeta, pero, al parecer, recordó que estaba amonestado y la guardó. Un minuto después, Arturo Vidal quitó un balón limpiamente desde atrás a Marco Asensio pero allí sí Kassai aplicó la segunda amarilla y expulsó al chileno. Repasando: en el minuto 75 el Bayern se ponía 2-1 arriba y debía quedar con un hombre más por expulsión de Casemiro. Pero ocurrió al revés. La no expulsión de Casemiro y sí la de Vidal hizo que un equipo que debía jugar 75 minutos con uno menos jugara 40 con uno más.

Todo ello con un agregado importante: jugar el tiempo suplementario en inferioridad numérica y en condición de visitante es una desventaja considerable. El doble error cambió diametralmente el control del juego. Ya disminuido, el Bayern Munich perdió el dominio, que en el segundo tiempo fue ostensible, y el Madrid lo remachó. Ahí devino el tercer gol, también en posición prohibida del atacante.

En el cotejo anterior, cuando Javi Martínez hizo dos entradas duras, el italiano Nicola Rizzoli lo expulsó y el Bayern no dijo ni mu porque era una medida justa. En esta se sintieron despojados y están con derecho.

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“Nos han jodido en el sentido estricto del término”, señaló Karl-Heiz Rummenigge, presidente del Bayern Munich. “Es la primera vez que estoy tan enfadado”, dijo. “Da mucha rabia, siento que nos han estafado”. El mundo utilizó las palabras “atraco”, “escándalo” y otras similares porque se trató de uno de los partidos cumbre que puede ofrecer el fútbol mundial. Y porque el beneficiario de las patinadas arbitrales es, una vez más, el Real Madrid, un club que carga desde el fondo de la historia con la sospecha de ser demasiado afortunado con los errores referiles. Sacando alguna excepción, gana la lotería todos los domingos. Y los miércoles también. Tiene comprado todos los números. El problema es que el madridismo no quiere que se diga.

Solo por citar uno de los centenares de casos en los que estuvo envuelto, vale recordar que en la final de la Champions anterior (1-1 con el Atlético de Madrid) el gol de Sergio Ramos fue un flagrante fuera de juego, luego Ramos hizo una falta descalificadora de atrás a Yannick Carrasco cuando se escapaba solo y, por último, marcó más tarde uno de los cinco penales madridistas en definición por el título. En las primeras veinte fechas de la presente Liga Española ha tenido una suerte de escándalo también, pero eso que lo arreglen entre españoles.

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“Un robo como este no debería ser posible en Champions”, dijo Arturo Vidal, quien se llevará un recuerdo sombrío de esta edición: falló un penal en la ida cuando iban ganando 1-0 y podían sellar la serie, y fue expulsado en la vuelta. Vidal tiene una similitud con Neymar: caminan sobre un precipicio, se quejan, reclaman, entran en roces y son candidatos de fierro al tarjeteo.

Con todo, el Real Madrid pareció mejor que el Bayern en el doble enfrentamiento. Lo pareció en Múnich, donde ganó 2-1, pero debió golear (y ahí el colegiado no lo había ayudado, al contrario), y también en España, donde Manuel Neuer demostró una vez más por qué es el indiscutible Nº 1 del mundo. Fue un primer tiempo opaco del equipo alemán. Luego estableció superioridad, ganaba 2-1 y controlaba el partido, pero no se le vio autoridad futbolística. El arbitraje de Kassai manchó el pase de los blancos, pero es justo que avancen.

Vaya el epílogo para Cristiano Ronaldo, autor de 5 goles en estos cuartos de final. Cuando advirtió que ya no estaba para desequilibrar por las bandas ni para ganarle a un marcador, supo evolucionar: varió su juego, se apostó en el área y está haciendo diferencia de nuevo. Su sentido del gol está impecable, anticipa siempre a los defensores en el punto del penal. Ya no existen las marcas hombre a hombre y es difícil custodiar los movimientos del adversario durante 95 minutos que dura un partido. Ahí hace la diferencia Cristiano porque tiene un poder de concentración fantástico. Y su sentido de la distracción, claro. (O)

Ya disminuido, el Bayern Munich perdió el dominio, que en el segundo tiempo fue ostensible, y el Madrid lo remachó. Ahí devino el tercer gol, también en posición prohibida del atacante.