Para los vicentinos nuestro plantel se seguirá llamando siempre Colegio Nacional Vicente Rocafuerte, como fue bautizado en 1900. Con el siglo XXI llegó la era del disparate y los burócratas decidieron que había que transformar la educación y empezaron por cambiarle el nombre a todos los planteles secundarios. Todo ha sido un fracaso: desastre académico, retroceso de la moral azotada por las drogas, abandono del deporte como terapia social y rechazo a los nombres nuevos.

¿Cómo explicarles a las antiguas normalistas que su colegio ya no se llama Colegio Normal Rita Lecumberri sino Instituto Tecnológico Experimental del Milenio? Burdas reformas que no las acepta nadie.

El espíritu vicentino de rebeldía para rechazar las injusticias lo sembraron siempre nuestros viejos maestros, pero hay alguien que por esa virtud es considerado el símbolo mayor del magisterio del Colegio Nacional Vicente Rocafuerte: el inolvidable don Miguel Roque Salcedo Vallejo. Capacidad intelectual, didáctica inigualada y un alma superior de sabio maestro. Así lo recordamos siempre los que tuvimos la fortuna de ser sus alumnos. Con esa altivez que fue su emblema sembró en nosotros el espíritu rebelde que hizo a los vicentinos ser actores de grandes jornadas en la historia del país. Antes de ingresar al colegio ya lo leíamos en EL UNIVERSO, bajo el seudónimo de El General y lo escuchábamos comentar en radio Atalaya.

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Don Miguel, como lo llamamos siempre, fue también nuestro suscitador deportivo. Había sido gran deportista en los años 30 con la divisa del club de sus amores: la Liga Deportiva Estudiantil. Él creó una alianza histórica: la de LDE y el Vicente Rocafuerte. Por muchos años las Tres Letras de Oro fueron inderrotables en los campos deportivos. Cuando uno llegaba al Vicente, algunos delegados de don Miguel se le acercaban y le decían “¿Quieres afiliarte a la LDE?”. Imposible decir que no.

Para todos fue un honor ser parte del club del que habían surgido Pancho Segura Cano, los Cuatro Mosqueteros del Guayas, Cristóbal Savinovich –campeón sudamericano de saltos ornamentales– César Salazar –campeón latinoamericano de boxeo–, Juvenal Sáenz, uno de los mejores basquetbolistas de Sudamérica junto a Víctor Caballito Zevallos, Elí, Augusto y Rubén Barreiro, deportistas múltiples, y tantos otras leyendas del deporte. Pero don Miguel no solo era un maestro en el aula; lo fue también en las filas de LDE.

Él hizo de ese club una escuela de salud cívica. En las charlas con los jóvenes deportistas y en las arengas previas a cada partido predicaba la entrega en busca de la victoria, el respeto al adversario y a los fallos de los jueces. Fue un apóstol del Juego Limpio y la Deportividad, tan denostados hoy por el ‘periodismo nuevaolero’ que postula para craks a los más repudiables maestros de la simulación y el irrespeto.

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La agrupación Sábados Vicentinos realizó el 4 de febrero pasado un homenaje a don Miguel en el estadio que lleva su nombre. También se descubrió el retrato de nuestro querido amigo Pepe Salcedo Arce, el famoso Maradona, como se bautizó a sí mismo; gran actor de los encuentros de fútbol que se jugaban en el estadio vicentino desde hace al menos 70 años. Pepe ya no está con nosotros, pero estuvieron presentes sus hijas y sus hermanos Roque y Kiko, excampeones intercolegiales en fútbol. No menos de dos centenares de vicentinos acudimos al acto que organizó Galo Palacios Oviedo. Una de las partes más emocionantes de la ceremonia ocurrió cuando apareció de repente una figura legendaria del deporte vicentino.

Al llegar, sin conocer sino a unos cuantos, había dicho que llegaba de Estados Unidos y que al ver en EL UNIVERSO la noticia del homenaje a don Miguel decidió concurrir para volver a su colegio, luego de muchas décadas de ausencia del país. Hubo la entrega de una placa y alguien dijo: “Que la entregue el compañero que viene de Estados Unidos”. Bajó las gradas con agilidad y le dijo a este columnista, mientras se sacaba las gafas: “Soy Freddy Freire”. Lo reconocimos de inmediato, pese al medio siglo de no vernos, y el abrazo fue espontáneo. Freddy Freire fue uno de los más brillantes basquetbolistas de los años 50. Fue parte de una selección vicentina que ganó todo en ese periodo. Eran cracks de la canasta.

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Recuerdo la primera selección que vi coronarse campeona intercolegial en el viejo coliseo Huancavilca, en 1954: Pablo Cabanilla, Mario Cabanilla, William Phillips, Augusto Betancourt, Pepe Carbo y Freire. Un año más tarde se incorporaron Carlos Valle, Julio Castillo y Eduardo Alarcón. La máquina vicentina quedó completa. A ella se agregaron en los años siguientes Lucho Navarro, Ronald Salazar, Douglas Velasco y otros grandes jugadores. Fuimos parte de la barra que gritaba hasta el cansancio alentando a nuestros canasteros, dirigida por Van Johnson, nombre que con el que se conocía a Julio Evans.

Nos tocó presentar a Freddy Freire a todos los vicentinos que no lo conocían y le llovieron los abrazos. “Vivo en California hace 54 años”, nos dijo Freddy, quien prometió volver con más asiduidad a revivir los grandes momentos que tuvo cuando le tocó ser seleccionado vicentino, de Guayas y nacional.

Otra gran institución que ha sembrado de fraternidad a los vicentinos de todas las épocas, inspirada siempre en las lecciones de don Miguel, es la Fundación Conaviro que preside Jorge Moreno. Nunca vimos, hasta hoy, un trabajo tan grande en pro del reencuentro y la solidaridad como el de la fundación. No solo en el campo deportivo, sino en el social y en el de la educación. Profesionales vicentinos dictan charlas frecuentemente sobre salud, nutrición, prevención de drogas. En pocos días se inaugurará el torneo invernal de fútbol al que se han inscrito alrededor de treinta confraternidades.

El martes pasado la fundación preparó una recepción y homenaje a uno de los grandes futbolistas vicentinos de todas las épocas: Galo Pulido Barzola. Jorge Moreno, Gustavo Triviño, Iván Lascano y Polibio Moreno fueron los promotores. Un ejército de vicentinos acompañó a Galo, uno de los jugadores más talentosos que se recuerde. Imposible que los emelecistas y todos los amantes del buen fútbol olviden el espectáculo que dieron cada vez que se juntaron Galo y Jorge Pibe Bolaños, ambos surgidos de aquel equipito llamado Sagrario, de las ligas de novatos. Glubis Ochipinti, aquel jugador paraguayo que actuó en nuestro país, recordó una vez una charla con don Fernando Paternoster, quien le dijo: “Dame a mí a estos dos muchachitos, Bolaños y Pulido, y a mi Ballet Azul, y tengo para recorrer el mundo ganando partidos”.

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Galo Pulido sale hoy para California, donde vive hace muchos años. Se va agradecido de tanto reconocimiento. Como Freddy Freire, ha prometido que volverá. Ojalá volvamos a tenerlos pronto con nosotros. (O)

Creó una alianza histórica entre el Vicente Rocafuerte y LDE. Antes de ingresar al colegio ya lo leíamos en este Diario, bajo el seudónimo de El General y lo oíamos en radio Atalaya.