Sabe que tengo razón, pero no lo admitirá nunca. Por eso del narcisismo, de la convicción de ser autosuficiente, de ser más infalible que el papa, del egocentrismo exacerbado. A veces los idiotas damos en el clavo con más certeza que los sabios. No siempre, pero ocurre.

A excepción de aquel épico partido contra Argentina en octubre de 2015, en que a la Selección le salió bien todo lo que intentó, cada vez que ha jugado en estas eliminatorias se regala en el primer tiempo para transformarse en un ciclón en la etapa complementaria. Y luego de perder vienen la excusas: merecimos ganar, pero conspiró contra el equipo la mala suerte; nos desconcentramos; dominamos pero no aprovechamos las ocasiones de gol y que “a Ecuador le cuesta jugar los primeros 20 minutos en las eliminatorias” (Gustavo Quinteros, en El Comercio del jueves pasado).

Hay dos soluciones para nuestro maestro conductor de la Tricolor. La primera la sugerimos ya. Que la Federación Ecuatoriana de Fútbol, asesorada por Papiniano, el gran consejero del expresidente de la FEF por 18 años, consiga una reforma reglamentaria para que a la Selección se le permita empezar los partidos jugando el segundo tiempo. Después jugamos el primero y apelaremos a cualquier método in extremis para conservar la ventaja en el marcador. La otra solución es que, para complacer al inefable DT, se jueguen solo 70 minutos. Así arrancaremos con toda la viada del mundo desde el minuto 21 y no nos alcanzará nadie. Y si quieren, para no atropellar el reglamento, jugamos un extra de 20 minutos. Así, todos en paz y nuestra Selección, los dirigentes, sus familiares y los pajecillos de micrófono y pantalla –con camisas de palmeras, gafas y sombreros de paja toquilla– embarcándose en el charter.

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Ecuador cayó el jueves anterior ante Uruguay en el, para nosotros, inexpugnable estadio Centenario de Montevideo 2-1. Los orientales jugaron el peor partido de las eliminatorias, pero aprovecharon dos obsequios defensivos de la Selección. La verdad, una retaguardia en la que están Juan Carlos Paredes, Gabriel Achillier, Frickson Erazo y Walter Ayoví puede producir un infarto. Esa fue siempre la línea preferida de Quinteros. Arturo Mina, Luis Caicedo y Christian Ramírez fueron alineados por necesidad, no por convicción del técnico, pero terminaron apoderándose de la titularidad. Lo que a diario se preguntan los aficionados y los ‘idiotas’ es ¿qué tiene Paredes para ser irreemplazable? No marca, defiende mal, no apoya, erra en los pases, sube y deja boquetes que son una invitación al gol. Su representante debe ser muy poderoso e influyente.

Uruguay ganó a lo uruguayo. Así lo reconoce el diario montevideano El País: “Sí, es Uruguay. Es parte de este Uruguay. La entrega, el amor propio, la lucha, el no dar pelota por perdida, el dejar el alma en cada jugada como si fuese la última. Y sí. Es otra de las armas que tiene la Celeste. Siempre lo ha sido. Y la utiliza cuando el fútbol no llega, cuando no se logran hilvanar tres o cuatro pases seguidos, cuando el rival se hace fuerte con la pelota, como lo hizo anoche Ecuador, o cuando no aparece el juego de equipo, como se logró en los partidos del Centenario ante Colombia, Chile y Paraguay. No hubo fútbol, es cierto, tampoco genialidades, pero hubo una entrega que contagió a todos”.

Ecuador jugó diezmado por lesiones y sanciones. Se notó la falta de Antonio y Enner Valencia y la de Arturo Mina. El jugador del Manchester United inglés es una pieza vital. Es uno de los dos jugadores inteligentes que tiene la Tricolor: él y Christian Noboa.

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Su velocidad explosiva, su capacidad creativa y la perfección con que habilita en el área a sus compañeros cuando desborda lo hacen insustituible. Enner no es el del Mundial 2014, pero crea peligro y convierte. Mina es muy seguro por arriba, rápido en el área aunque vulnerable fuera de ella cuando tiene que enfrentar mano a mano a un rival. Con todo y eso es más seguro que Achilier y Erazo juntos. No estuvo tampoco Luis Caicedo, a quien no se dio oportunidad hasta que la ausencia de Achilier obligó a Quinteros a ponerlo. Ahora se lamenta que no haya estado contra Uruguay. Lo de Jefferson Montero no cuenta porque siendo hábil no tiene talento para resolver. Ramírez, en un solo partido, mostró al técnico que estaba equivocado al tenerlo en la banca.

Lo que evidenció la Selección fue coraje para superar las dificultades. Luchó, pero sin orden, un concepto que no aparece hace rato. Nadie, salvo los corifeos de la FEF, puede explicar a qué juega la selección. Las esperanzas siguen vivas y se agrandan cuando el rival en el Olímpico Atahualpa será Venezuela que no pasa por un buen momento. Pero cuidado, así creímos una vez y Juan Manuel Rey, desde 40 metros, en un tiro libre, le hizo un gol a Daniel Viteri que bastó para derrotarnos en la altura de Quito.

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Antonio Valencia no podrá volver y eso puede ser decisivo. Si el DT olvida los prejuicios, podrá alinear en lugar de Montero y su carrusel a Marcos Caicedo, uno de los mejores jugadores del torneo nacional. Miller Bolaños sigue sin reaccionar. No es ni la sombra del jugador de Emelec y de los primeros partidos de la Selección. Esta circunstancia puede animar a que juegue Juan Cazares, un manejador inteligente, fino, hábil que parece no gozar de la predilección del técnico, pese a su buena campaña en el exterior.

Y para terminar, lo de Esteban Dreer, fatal. Es un buen arquero y lo ha demostrado en Emelec por largo rato, pese al tanto que regaló en el último Clásico, pero tiene el defecto de los arqueros modernos: da demasiados rebotes. En el segundo gol de Uruguay debió haber embolsado el balón como lo hacían los viejos arqueros. Hoy se manotea el esférico, no se lo atrapa.

Un diario español publicó hace un tiempo un estudio en el que revelaba que un 57 % de los goles en España eran producto de rebotes injustificables. Algunos alegan que los porteros de hoy son mejores que los de antes porque saben jugar con los pies. A los antiguos no los obligaba el reglamento como hoy. Tenían que atajar y atajaban. Algunos fueron también delanteros como Alfredo Bonnard. Al recientemente fallecido Pablo Ansaldo lo vi hacer cuatro goles en un partido de reserva ante Everest jugando como centro delantero. Y atajaban sin guantes cuando sus manos eran garfios donde quedaba muerta la pelota. (O)

Uruguay jugó el peor partido de la eliminatoria, pero aprovechó dos obsequios defensivos de la Tricolor. Esteban Dreer tiene el defecto de los arqueros modernos: da demasiados rebotes.