En un país en crisis, el fútbol no puede escapar a esa lamentable situación. Los árbitros y la AFE (Asociación de Futbolistas de Ecuador) estuvieron muy cerca de paralizar el torneo. La situación económica es insostenible, nadie tiene dinero y por ende nadie puede cumplir sus obligaciones. Los grandes responsables de esta situación son los dirigentes que encaran la administración de los clubes sin tener en cuenta la realidad económica en que viven, pagando contratos irracionales para las posibilidades del medio. Pero esto será tema de análisis en otra oportunidad, hoy queremos referirnos al momento que vive nuestra Selección.

Alegría, sorpresa, ilusión fueron algunas de las sensaciones que nos dejó el fulgurante comienzo de Eliminatorias para nuestra Selección. Cuatro partidos, cuatro victorias, incluidas las escuadras de Argentina y Uruguay y fundamentalmente la presencia de un equipo arrollador, que aparentemente había capitalizado con gran rapidez un sistema de juego que exige mucha aplicación y convencimiento de las responsabilidades que se asumen. 

Primero Paraguay en Quito, luego Colombia en Barranquilla nos fueron poniendo en alerta de que algo no estaba funcionando bien. El resto es reciente y preocupante por cierto. 

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Pero analicemos las causas que originan estos resultados y más que eso, el rendimiento individual y colectivo de nuestro equipo.

Tengo un profundo respeto de las capacidades de Gustavo Quinteros, reúne todas las condiciones que se le deben exigir a un conductor, pero hay algunas situaciones específicas que llaman la atención y que por supuesto ameritan un diálogo con el estratega.

En primer lugar el hecho de jugar en la altura sin jugadores adaptados implica en mi criterio adoptar algunos cambios en cuanto a la estrategia a desarrollar. Está de moda la presión, recuperar el balón lo más cerca del arco rival, inmovilizar la salida, para luego tener más cerca el arco y sacar ventajas. Esa estrategia desgasta y no se puede poner en práctica cuando se juega en la altura de Quito. En el partido ante Brasil fue muy claro observar las posturas antagónicas de ambos equipos, Ecuador salió como una tromba, gastó sus energías en el primer tiempo y terminó fundido en el segundo. Sorprende que Orejuela e Ibarra, que están siendo titulares y desarrollando buen fútbol en sus equipos, no hayan participado teniendo en cuenta que ambos están adaptados a la altura. Brasil hizo lo correcto, le puso un freno al partido, economizó combustible, hizo correr la pelota, esperó en forma compacta y le sobraron energías para liquidar el pleito con la conducción de jugadores de excelsa calidad.

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En segundo lugar, cuando adoptamos una forma de juego que tiene exigencias muy concretas, es necesario convencer al plantel de los beneficios de la misma, y la obligación de cumplir rigurosamente todas las condicionantes, donde ninguna pieza puede claudicar, donde la actitud de los futbolistas debe ponerse de manifiesto en forma constante. Lamentablemente eso no ha ocurrido. En Barranquilla ante Colombia sonaron las alarmas; los tres volantes mixtos que jugaron en esa oportunidad fueron, Antonio Valencia, Ángel Mena y Jefferson Montero, sumado a Enner Valencia adoptaron una postura negligente y poco solidaria, provocando un vacío en mitad de terreno, dejando en orfandad a Pedro Quiñónez y Cristhian Noboa, ambos se vieron superados por los volantes colombianos que disfrutaron de espacios para generar fútbol y definir el pleito.

Esta situación se ha repetido y agravado porque otra de las cosas que no se entiende es que el acompañante de Noboa sea Carlos Gruezo, que tiene carencias de manejo y que solo aporta entusiasmo y sacrificio.

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Un capítulo aparte para Antonio Valencia, un jugador que deslumbra en la Premier League, que desborda permanentemente ante rivales veloces, y que ante Perú no desequilibró una sola vez y pasó escondido como lateral, e incluso con desacierto en las entregas.

Vestir la camiseta de su país es un privilegio de pocos, lamentablemente hay algunos jugadores que no interpretan correctamente lo que ello significa y se los ve en la cancha con escaso espíritu de entrega y sacrificio.

Hay tiempo para recapacitar y poder encarar lo que falta de la Eliminatoria con hidalguía, con sacrificio y convencidos de que las posibilidades aún están intactas. (O)