La travesía a nado Durán-Guayaquil, cumplida el sábado 30 de julio, tuvo algunas connotaciones que valen la pena mencionar. En primer lugar hay que destacar que la realización de esta nueva edición del cruce se concretó por la perseverancia de los enamorados de esta gesta deportiva, dispuestos a mantenerla vigente.

Hace 93 años la atrevida travesía desde Durán generó un enorme entusiasmo. Fue un acontecimiento sensacional. El hecho deportivo que se verificó por primera vez la mañana del 10 de octubre de 1923.

Para esta última edición colaboraron de manera directa la Clínica Guayaquil, con su equipo de médicos y una embarcación; Pierina Correa y Roberto Gilbert, presidenta y vicepresidente de Fedeguayas, respectivamente. Intervinieron 149 nadadores. Vinieron, desde Nueva Jersey, Carlos Flores; y desde San Diego, Manuel Adum, ambos nadadores masters. Pero esta vez la marea jugó una mala pasada a los nadadores. La prueba, que se completa en condiciones normales en 50 minutos, como promedio, debieron, como reza un dicho popular “nadar contra la corriente”, lo que resultó extenuante.

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En este tipo de contienda no es solo contra el tiempo, ni lo primordial es llegar en los primeros lugares; la lucha es contra uno mismo. Más allá de la preparación y el plan de competencia todo queda supeditado a cómo vencer la naturaleza, las olas, los remolinos, las corrientes, los lechuguines y las palizadas.

Vale destacar el esfuerzo de Ricardo Vasconcellos Rosado, de 74 años. Llegó con alguna dificultad porque debió de hacer la mayor parte del recorrido solo con brazadas porque sufrió calambres. En la mitad de la prueba desde una lancha de seguridad se le dijo: “¡Tenemos orden de recogerlo y llevarlo al muelle!”. Vasconcellos contestó: “No tiene esa autoridad, me niego a subirme a la lancha. Completaré el recorrido, soy deportista y debo llegar a la meta”.

A los miembros de la embarcación no les quedó más que desistir de su intento y escoltarlo hasta completar el trayecto. Al llegar hubo aplausos sonoros de gran cantidad de público que se apostó en el malecón. Fue una muestra de tenacidad que sirve de ejemplo a sus familiares, para su esposa, doña Elsa -testigo de la carerra-, sus hijos, amigos, colegas y miembros de la confraternidad Conaviro (Colegio Nacional Vicente Rocafuerte, a la que representó).

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Al caer la tarde se cumplió la ceremonia de entrega de medallas, diplomas y trofeos para los participantes más destacados. Los que concurrimos hasta el Malecón de Guayaquil regresamos a casa con la sensación de haber vivido una gesta deportiva que es parte de la tradición de Guayaquil. Pero también fue una lección de vida por el esfuerzo y la perseverancia plasmados en la dignidad de quienes tuvieron el valor de realizar nuevamente este histórico cruce a nado desde Durán a Guayaquil. (O)

Fue una lección de vida por el esfuerzo y la perseverancia plasmados en la dignidad de quienes tuvieron el valor de realizar nuevamente este histórico cruce a nado desde Durán a Guayaquil.