Gustavo Quinteros y sus futbolistas nos deben una respuesta frontal desde el 24 de marzo anterior, en que nuestra Selección empató (2-2) con Paraguay, en Quito, en un encuentro muy pobre y desde la triste noche en que Colombia, en Barranquilla, el 29 de marzo, nos hizo ver en harapos y nos venció 3-1.

Lo que vemos desde el partido de las Eliminatorias contra los paraguayos, en los amistosos y en el desangelado choque con Brasil (0-0) el sábado en Pasadena, es de mediocre para abajo. Aquel equipo arrollador que atropelló a Argentina en Buenos Aires y lo venció 0-2 en la mejor actuación de una selección nacional en toda la historia, pasando por las victorias ante Bolivia y Uruguay, hasta llegar al triunfo ante Venezuela en Puerto Ordaz, ha desaparecido. Toda la confianza, la personalidad, el buen juego y la eficacia se han esfumado y las figuras emblemáticas de la Tricolor han perdido su luz haciéndonos recordar el triste Mundial 2014, en el que se encontraban ‘desmotivados’ con $ 10.000 por compromiso en el bolsillo.

Ante Brasil, el sábado anterior, Ecuador estaba más perdido que una gaviota en en Titicaca. Empecemos porque no tiene un conductor. Los sabios ‘analistas’ locales dicen que aquel número 10 que movía los hilos del equipo y era el estratega en la cancha es una antigualla al que mató el fútbol moderno, dado que la estrategia no está en césped sino en la pizarra del técnico.

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Según ellos, el fútbol no es “la dinámica de lo impensado” -como lo bautizó el genial periodista argentino Dante Panzeri en un libro imperdible- sino la esencia de lo previsible. Todo se encuentra en la pizarrita, donde se dibujan líneas y flechas para once robots que no pueden salirse del libreto. ¿Para qué entonces un número 10 estilo Carlos Pibe Valderrama si para eso está el número uno que es el DT?

Ecuador fue en Pasadena unas cuantas voluntades queriendo empujar a un equipo agazapado que aspiraba a sorprender a Brasil con un contragolpe. Pero ocurre que esta táctica funciona cuando hay jugadores inteligentes que advierten el espacio libre, que le pegan bien al balón para ponerlo a 40 metros y receptores veloces que se mueven con talento para penetrar en las líneas adversarias y llegar a tiro de gol.

¿Dónde estaban esos jugadores de la selección ecuatoriana? La defensa fue superada con facilidad, fracasó el medio campo que ni contuvo ni creó, por lo que Enner y Miller no encontraron ninguna oportunidad. Por las bandas, Antonio Valencia, en los primeros momentos, estaba más ocupado en auxiliar a Juan Carlos Paredes al que hostigaba siempre Filipe Luis, para entrar, luego, en uno de sus clásicos momentos de apatía.

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Por la izquierda Jefferson Montero fue lo que es siempre: un jugador hábil privado de talento para terminar la jugada. ¿De qué sirve desbordar y llegar a la raya final si no se sabe tirar a gol o habilitar a un compañero? Es en este instante en que a Montero le cortan la luz. En aportes de contención es también una nulidad pero tiene firmes auspiciadores entre el periodismo adicto.

Brasil fue enormemente superior a Ecuador, pese a ser una ensalada de mediocridades exceptuando a Filipe Luis, de Atlético de Madrid, y el movedizo Willian, quien se encargó de hacer estragos en el área nacional.

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Según las estadísticas de Conmebol Brasil hizo 522 pases correctos, mientras Ecuador solo consiguió 196. La Tri tuvo el balón el 35% del tiempo mientras su rival lo manejó el 65%. ¿Quién puede ganar con esas cifras? No hablemos de aquel balón que entró a la red después de un disparo de Bolaños, anulado porque el árbitro decretó que la pelota salió del campo antes del centro, porque eso es meramente episódico. No tiene incidencia en el rendimiento general del equipo.

El Brasil del sábado era aquel al que podíamos ganar. Aquello de que el fútbol de hoy es superior al de ayer provoca risas entre los brasileños. Es que los defensores de la divisa cinco veces campeona del mundo no aceptan que los Marquinhos, Miranda, Ramírez, Fabinho, Douglas sean mejores que Zizinho, Didí, Pelé, Garrincha, Zito, Falcao, Junior, Romario o Bebeto. Los brasileños pudieron derrotar a Ecuador con un marcador amplio si alguno de sus delanteros hubiera tenido un 10% de la eficacia de Rivaldo o Ronaldo.

Que no nos salgan con el cuento del tiempo de la ignominia de que la Copa América no interesa. Con esa prédica nos echaron en la primera ronda desde 1999, en Paraguay. Si la eliminatoria mundialista es lo único que interesa vale recordar que no pudimos ganar a Paraguay en Quito y nos zamarrearon en Barranquilla.

Ecuador debe cambiar si aspira a llegar lejos. Debe recuperar la personalidad ganadora que tuvo ante Argentina el 8 de octubre del 2015 y desterrar los miedos que lo llevan a ocultarse e intentar salir de contragolpe sin tener los creadores, lanzadores y velocistas que requiere. Enner y Miller no pueden estar tan atrás buscando balones para intentar algo.

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El debut fue muy poco convincente. Consolémonos con la esperanza de que algo cambie en lo que resta del torneo y que aparezcan atrevidos que se escapen de la cárcel de las pizarras castradoras. (0)