Huelgas de funcionarios, protestas en las calles, invasiones de terrenos cercanos a estadios, arreglos de última hora en las obras, delincuencia. La lista de los problemas en Brasil es grande, tan gigante como la pasión futbolera que se derrama en un país en el que el fútbol es casi una religión, pero en el que algunos sectores no dan tregua a la administración de la presidenta Dilma Rousseff.