Por: Jorge Barraza | jbarraza@uolsinectis.com.ar

Mérito y justicia. El fútbol, menester azaroso si los hay, se portó bien ayer. No ha querido iniquidades ni caprichos, ha dado la gloria al mejor. Depositó a esa dama esquiva y coqueta en brazos del verdadero héroe de la Liga Española: el Atlético de Madrid. El mundo del fútbol hubiese lamentado que el laurel de los campeones recayera en ese equipo envejecido e impotente que es el Barcelona, que pone oficialmente fin a su larga agonía. El Aleti le desconectó, por fin, el respirador artificial; el Barça de las grandes conquistas ya descansa en paz.

Ahora es la hora del Aleti. Y cuando decimos el mejor hablamos del mejor de todos en la temporada europea. El cuadro que ha luchado metro a metro de cancha, balón a balón, salto a salto en cada uno de los partidos de Liga, de Copa del Rey y de Champions. Sin baches, sin renuncios, dando el alma en cada pelota dividida, ofreciendo el corazón siempre, regando los campos de sudor y de inteligencia. Esperando cuando convenía, yendo a buscar si era preciso. Con una plantilla más modesta que otros, aunque no de menos calidad. Pero tiene un corazón enorme y se sobrepone a todas las adversidades para emerger victorioso. Libró 38 batallas y ganó la guerra, guerra pacífica y apasionante.

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Después del 1-1 final, en la celebración de esta, su décima corona de España, los jugadores rojiblancos (ayer amarillos) levantaron en andas y arrojaron al aire a Diego Simeone, cuya estatua ya da vueltas en la mente de cientos de miles de hinchas colchoneros. Este once es la obra del 'Cholo', todo suyo. Lo tomó en la Navidad de 2011 hundido anímicamente y con el farolillo del descenso encendiendo las primeras luces amarillas. Sin posibilidad de contratar por las deudas del club, en dos años y medio ha conseguido una Copa del Rey, una Liga, una Europa League, la Supercopa de Europa, la final de Champions del próximo sábado y dos clasificaciones seguidas a Champions. Ha cortado una cruel paternidad del Real Madrid y otra fuerte del Barcelona; le ha devuelto al club la grandeza, el orgullo y el protagonismo perdidos hace décadas. Es, sin duda posible, una de las faenas más consagratorias de un entrenador en los últimos años del fútbol mundial. Lo suyo ha sido a base de muñeca, inteligencia, mentalización. Y mística, montañas, cordilleras de mística. Pasó del nivel de gran campaña a gesta. Y si obtiene la Champions el sábado, se elevará a la categoría de epopeya.

La Liga Española -por muy lejos la más fuerte del mundo- se decidía en un partido en la última fecha, avatares del fixture. Después de 380 juegos entre 20 clubes, la disputaban mano a mano dos. El Camp Nou, abarrotado con 96.973 aficionados, tributó al Barcelona recibimiento de campeón, de jornada inolvidable, para animar al achacado cuadro de Martino a un esfuerzo más, una alegría que le diera la despedida acorde a lo que fue. Pero este Barça no da más; tose, renguea, toma pastillas para el reuma, para la presión y lo peor, para el Alzheimer. Sumado a que perdió la frescura, se olvidó de jugar. ¿Cómo era...? No sabe otra cosa que dársela al, desde hace dos años, pésimo Dani Alves, que hace todo mal. Por algo todos los rivales, en España y en Europa, le dejan libre el callejón derecho (porque en fútbol es más viejo que el linimento: dejar que la traiga el adversario que menos daño hace). Nunca lastima, tira decenas de centros en un equipo que jamás gana de ariba. Y además, centros fallidos, cortos, largos, altos. Y en Dani Alves, en ese insólito y modesto único recurso que tiene hoy el Barcelona, murieron sus aspiraciones. El destino le puso la plata en la mano tras una pelota que bajó Messi con el pecho y a la cual le pegó increíblemente bien Alexis Sánchez. Era un 1 a 0 mentiroso, injusto. Pero también precario...

Y este Atlético mente de acero ni se mosqueó. Fue con todo a buscarlo y en un cabezazo notable de Godín halló el premio que merecía larguísimamente. Gran salto y espectacular impacto del uruguayo. Como el cabezazo a quemarropa de Puyol a Alemania en el Mundial de Sudáfrica. A propósito de las nacionalidades, hubo 10 sudamericanos en el campo (Alves, Adriano, Neymar, Messi, Mascherano, Sánchez, Godín, Filipe Luis, José Sosa y Miranda), uno en el banco (Diego) y ambos entrenadores. En un sólo partido de liga...

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Vale rescatar, en esta hora, al joven y gran arquero belga Courtois, al notable lateral derecho Juanfrán (una fiera que hace todo bien), a Miranda y Godín, dos centrales nobles y aguatadores; al muy buen lateral Filipe Luis que Scolari dejó fuera de la lista en Brasil; al gran capitán Gabi, a ese jugadorazo que es Koke (enorme futuro), al guerrero Diego Costa, al portugués Tiago... Fueron los inconmovibles cimientos del campeón. Y a los que alternaron con acierto, como Villa, Adrián, Suárez...

El Barcelona es la contracara: debe hacer una limpieza casi total. Salvo Piqué, Jordi Alba, Adriano, Messi, Busquets, Iniesta, debería pensar en cambiar por completo el plantel. Y el técnico. Igual, no se vislumbra un futuro feliz con esta directiva, es un club que contrata muy mal. Y contra eso no hay cómo luchar.

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El título es una mala noticia para el Real Madrid. Sabe que se enfrenta a un duro, a un bravo, a un peleador sin miedo, entero moralmente. Que además viene feliz, y ya sabemos que el optimismo es un jugador adicional, que borra el cansancio e inyecta más confianza.

Esta coronación 'colchonera' reinstala la idea de que en fútbol son once contra once, aún cuando la chequera de unos sea más abultada que la de otros. Quinientos millones de telespectadores vibraron en todo el planeta con esta definición emocionante de la Liga Española. Ninguno podrá decir que el final de la película fue malo.

La propina fue el aplauso final del Camp Nou al bravo campeón. Eso es, ni más ni menos, el deporte, su síntesis.