Recuerdos de Milagro en sus cien años de cantonización

Por Ricardo Vasconcellos rvasco42@hotmail.com Fue en 1948 cuando llegué por primera vez a Milagro, antes de entrar a la escuela. Era una ciudad pequeña y encantadora. Sus límites eran muy cercanos y más allá, las huertas con sus árboles frutales, matas de banano y sus cacaotales. Toda su gente se conocía y se saludaba afectuosa cuando circulaba por el Parque Montalvo o la calle Gar-cía Moreno, donde estaba la línea del tren y su estación.Desde mis primeros tiempos tuve dos inquietudes: conocer de cerca a los dos milagreños más famosos de entonces, el alero izquierdo del Barcelona de la idolatría Guido Andrade Vélez y el mejor relator ecuatoriano de todos los tiempos, Ecuador Martínez Collazo. En el viejo radio de mi casa guayaquileña había escuchado a Ecuador en Atalaya la Cabalgata Deportiva Gillete, acompañado de un gran comentarista, Miguel Roque Salcedo, y los locutores comerciales Enrique Vega y Humberto Romero.Mi sueño se hizo realidad. Una noche de 1950, mi primo Édgar Solís me avisó con un grito: ¡Ese es Ecuador Martínez! Blanco, de bigotes, de mediana talla, don Ecua conversaba con Edmundo Calderón Andrade en la esquina de García Moreno y Pedro Carbo, al pie de la botica Milagro de don Carlos Andrade Acuña y doña Pura Puig de Andrade. Nos detuvimos, esperamos que terminara su charla y lo saludamos. Fue la primera vez que estreché la diestra de alguien a quien sigo admirando y con quien mantuve luego una hermosa amistad y compartí muchas cosas en el periodismo deportivo.A Guido lo vi poco más tarde con su gallada, que paraba en las noches al pie de su domicilio, la recordada Villa Yolanda. Tuve la fortuna de verlo en sus últimos años de actividad futbolera en aquel inmenso Barcelona de Romo, Sánchez, Benítez, los Cantos, Montalván, Chuchuca y Pelusa Vargas. Alcancé a ser testigo de los últimos fulgores del Quinteto de Oro que integraron José Jiménez, Pajarito Cantos, Chuchuca, Pelusa y Guido, vencedor por dos ocasiones del mundialmente famoso Millonarios de Bogotá. No columbraba entonces que mucho más tarde iba a ser secretario municipal e iba a acompañar a Guido, en ese entonces presidente del Concejo milagreño.Los años y mi continua permanencia en Milagro hicieron que conociera más tarde a los grandes cracks, no solo en las canchas porteñas sino también en el estadio del Valdez, el primero con césped en el país, inaugurado en 1933, y en la Pampa de los Conejos, donde se jugaban grandes partidos entre equipos tradicionales como Valdez, Milagro Sporting, Remache y Contratuerca.Durante mis funciones en el Municipio compartí mucho con la mejor pareja de zagueros milagreños de los años 30: Ovidio Jurado y Perfecto Chivo Zúñiga. Ellos me contaron de las grandes jornadas que protagonizaban en el Clásico de Milagro el 24 de Mayo y Unión Deportiva Valdez. Mis investigaciones históricas lo confirmaron: vencieron a todos los equipos guayaquileños que visitaban Milagro y se dieron el lujo de derrotar al Gregg de Cali el 19 de noviembre de 1935.En el 24 de Mayo el arquero era el antecesor del famoso Enrique Romo: Plutarco Bajito Sánchez, con quien charlé muchas veces gracias a mi amistad con sus hijos Alfredo, Walter y Hólger Sánchez. Él no era de autoelogiarse, pero Perfecto Zúñiga me contaba que tenía una agilidad asombrosa pese a su pequeña talla, que era muy seguro y valiente y que nunca más produjo Milagro un guardavallas de su clase. Tenía la misma talla de Romo, tal vez un poquitín menos, pero su mismo arrojo. Sus manos se agarraban al balón como garfios, tal como su sucesor, el Ñato Romo.Me tocó ver en acción al gran equipo de Unión Deportiva Valdez cuando llegó a la primera categoría del fútbol de Guayas. Jugó siempre de visitante en el estadio Capwell, a veces con un público hostil, pero nada detuvo a esas once voluntades que dejaron una huella indeleble en el fútbol y un enorme orgullo para los milagreños. Por la década de los 60 solíamos reunirnos en casa del gran artillero Juventino Tapia, mientras doña Elsie, hoy viuda de Juventino, ponía a funcionar el tocadiscos con las canciones favoritas del dueño de casa: las de Daniel Santos. La compañía era de lujo: el anfitrión, el inolvidable Carlos Serrado, el Mariscal Honorato Gonzabay, el Malabarista Elías Tumbaco, la mejor pareja de volantes de los triunfales. Julio Caisaguano y Segundín Viteri al que acompañaba su primo, mi querido amigo Julio Viteri, y el incombustible Gastón Canilla Navarro. A veces irrumpía el mejor cantante de tangos de Milagro: Abraham Vikeka Ortega, arquero de Valdez y Emelec.Milagro ha tenido un enorme aporte a los triunfos deportivos ecuatorianos. En su suelo nacieron Nicolás Lapentti, uno de los mejores basquetbolistas de todos los tiempos; los pesistas de renombre internacional César García Rodríguez, Edwin y Rodolfo Mata y Julio Sambonino. Milagreño fue uno de los mejores microtenistas que ha tenido el país, Gerardo Briceño, campeón bolivariano.En fútbol los consagrados han sido muchos, pero es imposible omitir a Guido y Manuel Andrade, Serrado, Mondragón, Caisaguano, Viteri, Navarro, Hugo Pardo, Humberto Barreno y Hamilton Cuvi, auténticos números 10 por su talento, y Roger Cajas.Son muchos los nombres que ya no entran en esta nota por la tiranía del espacio, pero estos cien años de cantonización de Milagro los siento también míos porque siendo guayaquileño a muerte también me siento milagreños de corazón.Eso lo sabe esa enorme legión de amigos-hermanos que tengo en esa ciudad querida.

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