“Reglas claras y rectitud en la función pública”, repetía una y otra vez el presidenciable del movimiento Ruptura, Norman Wray, mientras iba avanzando puesto por puesto en cada uno de los mercados que visitó en la campaña. Acto seguido dejaba una regla pequeña de cartón plastificado al comerciante o al cliente que lo saludaba.

Y si no entregaba reglas, eran manillas –con su nombre y los colores turquesa y morado de su movimiento– y que él mismo amarraba en las muñecas de los electores que buscó en espacios públicos para presentarse y conversar de sus ofertas de campaña.

Eso le tomó más trabajo, pero también le dio pie para reforzar su discurso:

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“Como yo no soy político amarrador me demoro en los nudos”, bromeaba cuando se tardaba en atar las pulseras.

En sus recorridos no hubo el reparto de camisetas. No faltó quien se acercara a pedir una, a lo que un militante explicaba que no las habían comprado porque la campaña de Ruptura era de pocos recursos.

El movimiento asegura que el financiamiento de la campaña de Wray se dio con los aportes de sus militantes, y que algunos simpatizantes respaldaron la candidatura con la confección de prendas (las camisetas que vestían los postulantes), otros con recuerdos que entregaban en los recorridos que realizó por el país el presidenciable o con el diseño de los afiches. Y que el presupuesto de campaña no llegaría al tope permitido.