El tema es de difícil tratamiento, más por sus connotaciones políticas que por sus ingredientes propios. No es posible analizar el asunto, Ecuador adentro, sin que las conclusiones de quien examina el caso se encuentren matizadas por su simpatía o antipatía personal hacia Rafael Correa y su gobierno, lo cual, obviamente, hace perder objetividad. Estoy seguro de que muy pocas personas habrán leído u oído a algún partidario del régimen censurar la concesión del asilo, o, al contrario, a algún opositor a Correa decir que está bien otorgado.

Lo dicho significa que el tema ya está contaminado por la política interna, pero pese a ello, voy a intentar ser objetivo. El Gobierno ecuatoriano estaba en su derecho, soberanamente, de aceptar o no el asilo, lo cual, presumo, no tiene discusión, pues lo que se discute es si el asilo está bien concedido o no, y allí comienzan las discrepancias, porque esa figura procede cuando hay alguna persecución política, lo cual no ocurre con Assange a quien lo reclama Suecia al estar procesado por delitos comunes, sexuales, sin que interese, para el efecto, si sus acciones constituyen o no delito en el Ecuador.

Con el historial negativo del Gobierno en cuanto a la libertad de expresión, parece incoherente su proactividad con Assange, ícono universal que representa decir lo que se quiere casi sin limitaciones, con irreverencia a los grandes poderes, aunque visto de otra manera, la coherencia pudiera estar en que la actuación gubernamental ecuatoriana constituye una forma no ortodoxa que purgar errores en ese rubro, de aminorar la culpa al decir al mundo, con el asilo de Assange, que sus excesos para restringir el derecho constitucional a expresarse con libertad, realmente no existen.

La ley sueca es muy estricta en lo que tiene que ver con el delito de violación. Por más íntima que haya estado una pareja con recíproca voluntad, hasta llegar incluso a la relación sexual, si el consentimiento de cualquiera de los dos se interrumpe y una de ellas desea terminar el intercambio pero no se respeta ese deseo, se presume que hay violación. Es decir la falta de voluntad y consentimiento en cualquier momento de la relación aunque inicialmente hayan compartido gustosos la cama. Puede parecer una contradicción que en una sociedad tan liberal y permisiva, los límites sean tan restrictivos, pero lo que sucede es que hay un respeto profundo por la libertad individual, no existe la ofensa si lo que se hace tiene el consentimiento, la conciencia y la voluntad de los actores.

Pero volviendo a la trama jurídica, luce muy complicado que el caso tenga una rápida solución y todo parece indicar que el asilado deberá pasar un largo tiempo en la embajada ecuatoriana en Londres sin obtener el correspondiente salvoconducto.

Por lo demás, fue una torpeza de la cancillería británica amenazar con invadir el recinto de la legación ecuatoriana echando mano de una ley interna que no puede desconocer la obligación adquirida por medio de un tratado internacional, lo que indica que hasta los tibios ingleses son presa, en momentos de tensión, de la termocefalia.

Aunque se trata de una de las más viejas diplomacias del mundo y un gran imperio gozando de su jubilación, el Reino Unido no ha tenido nutridas relaciones con el Ecuador, al punto que en lo comercial son muy pocas las inversiones inglesas, escocesas o galesas en el país.
 
Como muchas otras cosas, el affaire Assange debería resolverse dentro del marco jurídico, pero será harto complicado que no haya condimentos políticos con intervención de activistas (personas y gobiernos) de izquierda y de derecha del mundo. Estaremos a la expectativa de su desenlace.