El jueves 2 de agosto los medios de comunicación difundieron la información oficial del Consejo Nacional Electoral sobre las firmas recogidas por los partidos y movimientos políticos. Las cifras, que ya habían pasado por todos los filtros del organismo electoral, determinaban que diez agrupaciones superaban el número mínimo requerido para su legalización. En orden descendente, PAIS, PRIAN, PSC, MPD, PRE, CREO, Ruptura, Avanza, PSP y Pachakutik tenían garantizada su participación en la próxima elección. A Concertación le faltaban menos de veinte firmas y a Equipo algo más de cuatro mil. Otras cuatro (PSE-FA, SUMA, Municipalista y Libertad) quedaban fuera de juego. Por tanto, se podía esperar que se habilitaran diez o doce organizaciones.

Pero, para sorpresa de propios y extraños, el miércoles 8 el presidente del CNE dio unas cifras absolutamente diferentes. En la Asamblea y basándose en el procesamiento hecho a una muestra del 10% de las firmas, el funcionario dejó ver que solamente seis organizaciones podrían ser legalizadas. PAIS, CREO, Avanza, Ruptura, PSP y Pachakutik serían, en ese orden, las que superarían la barrera de las 158.000 firmas. Prian, PSC, MPD y PRE, que en la información anterior aparecían en el grupo de los aprobados, en esta ocasión bajaron al área de castigo. Además, como ve, el lugar en que se sitúa cada una de ellas varía significativamente de una lista a otra. Finalmente, como si eso fuera poco, hay grandes diferencias en la proporción de firmas válidas de cada organización. Así, para poner solamente dos ejemplos, PAIS aparece en la primera lista con 68,3% de firmas válidas, mientras en la última solamente llega a 49,8% (una distancia de 18,5 puntos porcentuales) y el PRE tiene 72,7% y 19,6%, respectivamente (lo que da una diferencia de 53,1 puntos).

Por consiguiente, no hay coincidencia en tres aspectos básicos: el número de organizaciones que superan el mínimo de firmas establecido, el orden en que se sitúan dentro de la lista general y la proporción de firmas válidas sobre el total. Las diferencias no son simples asuntos de detalle ni reflejan un margen de error por abultado que este pudiera ser. Al contrario, una situación de esta naturaleza exige esclarecimientos serios y verosímiles.

Una primera explicación sería que la segunda lista –la del presidente del organismo– proviene de una muestra y consecuentemente puede tener errores. Pero, como podría contraponer cualquier aprendiz de estadística, una muestra que arroje diferencias tan grandes no es representativa y, por tanto, no sirve para nada. Una segunda explicación sería que el organismo electoral no hizo bien su tarea y dejó pasar una enorme cantidad de firmas viciadas en la primera revisión. Una tercera explicación combinaría las dos anteriores, en el sentido de que el CNE hizo mal su trabajo y sigue haciéndolo mal, ya que en lugar de arreglar el problema lo ha agravado.

La conclusión final, a partir de cualquiera de las tres explicaciones, es que no hay razones para tener el más insignificante grado de confianza en la gestión del proceso electoral. Hay vicios de fondo.