Alejandro Labaca le había pedido a la Virgen María “la gracia de ser mártir”. Inés Arango hablaba de “morir feliz”, sin buscar “nombre, ni fama”. Los cuerpos del sacerdote vasco y la hermana colombiana fueron hallados sin vida el 22 de julio de 1987.

Ambos eran capuchinos. Los primeros habían ingresado al Oriente en 1954. Labaca, un misionero vasco que había sido expulsado de la China comunista, llegó en 1965; Arango, en 1977.

En 1976, la empresa exploradora CGG pidió ayuda a la congregación porque los huaorani los habían atacado. La llegada de petroleras, según el libro Hágase tu Voluntad, preocupaba al cura. “No sé si podremos llegar a tiempo hasta los huao... Hoy lo que está de por medio es su vida... La compañía petrolera ha iniciado estudios para localizar los yacimientos, precisamente en el terreno ocupado”, dijo.

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Se inició el contacto. Él vivió temporadas cortas con ellos y pidió a una familia que lo adoptara. A comienzos de 1987, la empresa exploradora del bloque 17 encontró una zona que supuestamente estaba habitada por los tagaeri. Labaca también había buscado un contacto con ellos.

Fue así como, el 21 de julio de 1987, el sacerdote y la religiosa llegaron al área en helicóptero, pero cuando este regresó por ellos, al día siguiente, se hallaron sus cuerpos: 25 lanzas en el de Labaca y 17 en el de Arango.