Puerto Pechiche tiene sus campos bordados con retazos de maizales amarillo oscuro. Algunos de esos retazos han sido cosechados, otros están con las mazorcas en la mata. En parte de estos hay grupos de cosechadores, como el de Andrés Rivas, quien con seis ayudantes recoge y desgrana con una máquina artesanal 50 quintales, en una jornada que empieza a las 06:00 y culmina a las 11:00 del miércoles 23 de mayo.

Rivas dice estar satisfecho por la producción y agradece a Dios porque ha sido uno de los mejores años. Obtiene un promedio de 150 quintales por cada una de sus 24 hectáreas o 30 cuadras, como él llama. Pero más fuerte que la alegría es su malestar y hasta la furia por no poder vender su producción, por los precios bajos y porque debe entregar al fío.

Su realidad se asemeja a la que enfrentan Ángel Llauqui, Carlos Arboleda y otros productores maiceros, pequeños y grandes de Puerto Pechiche, parroquia de Ventanas (Los Ríos). Es la misma realidad que vive la mayoría de productores maiceros de Ventanas, Mocache, Vinces, Quevedo y otros cantones fluminenses. La misma de aquellos de Balzar y otras zonas de Guayas y de Manabí.

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Por el buen invierno, como ellos llaman, la producción de maíz fue la mejor en casi una década. Estimativos de gremios agrícolas dan cuenta de que se cosecharán unas 700 mil toneladas de maíz. Pero ni el Estado, con la Unidad Nacional de Almacenamiento (UNA); ni las industrias, como Pronaca; ni los comerciantes intermediarios pueden adquirir la producción. Y todos los actores se quejan. Los productores, los jornaleros que ayudan en la cosecha, comerciantes, transportistas.

Productores, dirigentes agrícolas como Henry Peña, de la Corporación de Maiceros del Ecuador, y hasta comerciantes atribuyen el problema a la autorización de importación de maíz por parte del Gobierno en favor de las industrias, semanas antes de que se inicie la cosecha. Como hay en existencia, los industriales no compran.

Al productor maicero Andrés Rivas le atormenta más esta realidad, porque de los $ 20 mil que invirtió en hacer producir 30 cuadras, la mitad es de un crédito bancario que está por vencer. El precio oficial, que solo pagan la UNA y las industrias, es de $ 16,50 por quintal. Al restar un promedio de 20% por humedad, el agricultor recibe un promedio de $ 13.

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Pero la mayoría de productores debe acudir a los comerciantes. “Máximo pagan a $ 10 el quintal, pero a crédito, para 15 días; ahí dan cheques con fecha posterior. Y así no se puede hacer nada; la gente (jornaleros) necesita para comer. Uno de estos días nos van a machetear porque han de creer que nosotros no queremos pagar, pero no es nuestra culpa”.

Christian, Michael y Carlos Morán son jornaleros del recinto Las Marías, cercano a Pechiche. Ellos afirman estar desesperados porque trabajan y solo cobran pequeñas cantidades porque los maiceros les dicen que no tienen plata. “Se trabaja porque se necesita; yo debo mantener a mis padres”, refiere Christian, enojado.

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También están molestos los transportistas. Hay dueños de camionetas que también poseen las máquinas desgranadoras. Cobran un dólar por cada quintal desgranado y transportado hasta los centros de comercialización. Si al agricultor no le pagan, a ellos tampoco.

En los centros de comercialización se multiplica la desesperación. Es miércoles 23, 08:20, y 15 camiones hacen fila, la mayoría desde la tarde anterior, afuera del local de Eicopa, centro de acopio de la empresa Pronaca. Iván Briones, uno de los transportistas, afirma que pierden dinero porque deben tomarse hasta dos días para entregar la carga. En épocas normales, los camioneros cobran 40 centavos de dólar por quintal. Cuando hay “trague”, como llaman a las horas o días de espera, el agricultor debe pagar hasta un dólar por quintal.

Pronaca compra solo a los deudores (a quienes le empresa financia para la siembra) y a asociaciones o productores que tienen un código, cita una funcionaria de la empresa.

Colas de carros también hay afuera de los locales de la UNA, donde se ven carteles que promocionan la compra al precio oficial de $ 16,50. Por ejemplo, el miércoles 23, a las 13:00, doce camiones esperan afuera del local de la entidad en El Empalme (Guayas). También hay carros cargados de maíz en los silos de la UNA en Ventanas.

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Freddy Muñoz, encargado de almacenaje en la planta de Ventanas, afirma que la capacidad de compra es de 6.000 quintales por día. Estima que la UNA adquiere entre el 10% y 15% de la producción. Aunque él indica que el pago es al contado, el agricultor Carlos Galarza asegura que tarda cuatro días.

Sin embargo, la capacidad de compra de la UNA Ventanas es mínima, pues solo en Comercial Castillo, su propietaria, Marcia López, afirma que a diario compra 6.000 quintales. Agrega que en este cantón fluminense hay 50 comerciantes que reciben entre 1.000 y 6.000 quintales. ¿La diferencia? Pagan entre $ 10 y $ 12,50 el quintal y no cancelan al instante, sino en un plazo de 15 días.

“Las industrias tienen aún maíz importado y nosotros tampoco tenemos a quién vender. Los comerciantes de Ambato pagan solo $ 13,50 el quintal de maíz seco. Mire, aquí tengo 30 mil quintales, 450 mil dólares embodegados; son de préstamos bancarios”, dice.

Este Diario pidió una entrevista a la gerencia de la UNA, vía correo electrónico, pero no hubo respuesta. Mientras, Ángel Llauqui reclama acción del Gobierno: “Que el presidente haga algo ya”. Una alternativa sería vender a Colombia, dice.