A las 12:00 de hoy, en el Cementerio General, será sepultado el muralista, pintor y escritor guayaquileño Jorge Swett Palomeque, quien murió la tarde del pasado viernes. Sus restos fueron velados, hasta la tarde de ayer, en la Casa de la Cultura, núcleo del Guayas, institución de la que fue presidente, y luego en una de las salas de la Junta de Beneficencia. A ambos lugares llegaron familiares y amigos, para despedir al maestro.

Ayer, en la Casa de la Cultura, integrantes de la Agrupación Cultura y Fraternidad, de la que Swett era miembro, le rindieron un homenaje, que incluyó discursos y participaciones musicales de la soprano Beatriz Parra Durango y del tenor Ángel Oyola, quien interpretó Sueño imposible, canción que, dijo, era una de las preferidas de Swett.

Oyola se ubicó al costado del ataúd, que estaba escoltado por flores de colores blanco, amarillo y violeta, y desde allí le cantó a su amigo.

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El poeta Arturo Santos Ditto leyó un texto de uno de los libros que publicó Swett, en el que evocaba sus aprendizajes tempranos, las enseñanzas de los maestros y la etapa que vivió en el campo, en el que aprendió de la cultura montubia que tanto apreciaba.

Por su parte, el doctor Carlos Estarellas Merino dijo que los integrantes de Cultura y Fraternidad no estaban allí “para despedir a Jorge, sino para estar con él”. Refirió que sentían que una parte de ellos había muerto con el fallecimiento de Swett, quien “se nos ha adelantado”, afirmó.

Lo calificó de un hombre guayaquileño, que nunca se agazapó y ni se arrodilló. Refirió que aunque ha desaparecido físicamente, quedará en sus obras, en sus murales, en sus pinturas, en sus libros; pero, sobre todo, en su hombría de bien. Murales de la autoría del artista se ubican en la parte frontal de edificios emblemáticos de la ciudad, como el Museo Municipal o la Corte de Justicia.

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La poeta Rosa Amelia Alvarado Roca, pintores como Patricia León, Marco Alvarado, Robin Echanique y Félix Aráuz, el historiador de arte Juan Castro y Velázquez, los actores Bernardo Menéndez y Azucena Mora, entre otros, acudieron a la Casa de la Cultura. Todos ellos destacaron del maestro Swett, su talento, su sencillez y su sentido del humor.

Carlos Swett, el tercero de los hijos del artista y quien era su compañero de oficio, resaltó de su padre la bondad y la generosidad. Manifestó que era un hombre al que le gustaba ayudar a la gente y compartir sus conocimientos.