Primero apareció con  una réplica, durante su discurso de asunción presidencial, el 15 de enero del 2007. Cuatro años después, el 25 de marzo del 2011,  mostró una original, que el Gobierno le había comprado a una tataranieta de Eloy Alfaro por $ 62 mil. La última ¬supuestamente la misma que fue sustraída por Alfaro Vive Carajo del Museo Municipal de Guayaquil, en 1983¬ le fue entregada, la semana pasada, por la  secretaria de Pueblos, Mireya Cárdenas, que integró el grupo subversivo, hoy desarmado.

La espada del  líder de la Revolución Liberal de 1895, asesinado el 28 de enero de 1912, hace cien años, ha sido un símbolo político recurrente del presidente Rafael Correa durante sus cinco años de gobierno.

De hecho, durante su gestión, dibujos de Alfaro y del propio Correa han aparecido ¬con espadas en las manos¬  en algunos de los productos comunicacionales que ha elaborado y  difundido la Secretaría de Pueblos.

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Actualmente, hasta en  sitios de compraventa   por internet se encuentran artículos y documentos que, se asegura, pertenecieron a Alfaro.

Sables en disputa
Es jueves y el Museo Municipal de Guayaquil está a punto de cerrar. Tres hombres ¬que minutos antes se habían presentado como “visitantes” ante el portero Humberto Pala, un hombre de la tercera edad¬ se llevan dos piezas “de valor incalculable”: una espada de Eloy Alfaro y otra de Pedro J. Montero, líderes de la Revolución Liberal de 1895.

Sandra Villegas, una de las guías del Museo, nota que una persona, vestida con un terno azul, intenta abrir ¬con un destornillador¬ la puerta de la vitrina principal. Allí se guardan pertenencias de Alfaro, en el Salón de Historia, en la planta alta.

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Villegas protesta, pero un segundo hombre la apunta. En el forcejeo ella rueda por las escaleras, donde una tercera persona la amenaza de muerte. Enseguida suben dos guardias municipales, pero ambos están desarmados y no logran hacer nada.

Es entonces cuando, de un cachazo, uno de los asaltantes rompe la vitrina, toma las dos espadas y las envuelve con una especie de franela o abrigo color verde que tiene bajo el brazo.

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Otra de las guías, Fanny de Sweet, logra llevar a Villegas hasta un baño, donde ambas se ocultan. Desde ahí, a través de una ventana que da hacia la calle, piden ayuda a los peatones.

Mary de Montalvo, la secretaria del Museo, intenta subir, pero en ese instante bajan dos de los asaltantes con las espadas. Ella intenta detenerlos, pero uno la golpea y la tira al suelo.

Los asaltantes ¬que en las volantes que dejaron en la vitrina rota se identifican como Montoneros Alfaristas¬ corren con las dos piezas hacia la calle Chile, donde ya los espera una camioneta color celeste. Son las 18:50 del 11 de agosto de 1983.

Para el Municipio de Guayaquil, entonces a cargo de Bolívar Cali Bajaña, se trata de un robo. Para el grupo que se lleva las espadas, que luego se conoce como Alfaro Vive Carajo (AVC), es una “recuperación”. Hoy, casi treinta años después, cada lado mantiene la misma postura.

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Estas dos espadas, sustraídas con armas y golpes de por medio, supuestamente son las mismas que recibió el presidente Rafael Correa el pasado 28 de enero, en el Centro Cívico Ciudad Alfaro, en Montecristi (Manabí), por el primer centenario de la muerte del líder liberal.

Al menos así lo asegura Mireya Cárdenas, exintegrante del grupo subversivo y, desde el pasado 10 de noviembre, secretaria de Pueblos y Movimientos.

Una de las espadas ¬según contaron los empleados municipales a la prensa después del robo¬ fue un regalo que el rey Alfonso XII, de España, le había hecho al líder liberal. Tenía una empuñadura de oro y rubíes.

La otra, con empuñadura de plata, presentaba una inscripción que evidenciaba que el mismo Alfaro se la había obsequiado a Montero en su día de bodas. “No me saque sin razón; no me envaine sin honor”, se leía en una de las espadas, según las descripciones que se hicieron.

Y en las volantes se leía: “Ahora los alfaristas desvainamos esas espadas para reiniciar y vigilar la larga lucha popular para alcanzar un Ecuador libre y soberano. ¡Alfaro Vive... carajo!”.

Allí se destacaba también la lucha de Alfaro contra la dictadura de Ignacio de Veintimilla, que terminó con la toma de Guayaquil el 9 de julio de 1883.

El presidente era, entonces, Osvaldo Hurtado y el gobernador del Guayas, Gustavo Noboa Bejarano, quien ordenó una “investigación exhaustiva”. Se presentaron el comisario séptimo de Policía, Ángel Vera Lalama, el Servicio de Investigación del Guayas, Servicio de Inteligencia Militar y el Servicio de Seguridad Pública de la Gobernación.

En el Museo se colocó un crespón en la puerta de ingreso como símbolo de luto y se ordenó la vigilancia con “guardia armada”. El entonces alcalde dispuso a Franklin Ruilova Arce, el asesor jurídico del Municipio, que presente la denuncia.

Sin embargo, de esto ya no quedan ni las copias. Ni en el Museo Municipal ni en el Cabildo. Tampoco existe una fotografía que permita cotejar si las espadas que recibió Correa son las mismas que exhibía el Museo.

Así lo indica el actual director de Cultura del Municipio, Melvin Hoyos. “Las anteriores administraciones acabaron con los registros del Museo, la Biblioteca, del catastro... En los diarios tampoco aparecieron fotos, porque no se les había tomado. Si el Gobierno ha comparado las espadas con fotos de la época, estas debieron ser tomadas después por quienes las robaron”.

Las notas de prensa de entonces, que citan a empleados del Municipio, señalan que las espadas fueron donadas al Cabildo por la familia Montero, por intermedio del contralmirante Renán Olmedo González, que ejercía las funciones de gobernador del Guayas durante la dictadura de Rodríguez Lara.

Melvin Hoyos señala, sin embargo, que estas fueron donadas al Museo Municipal por una de las hijas del líder liberal, Colombia Alfaro Paredes, en los años sesenta.

Édgar Frías, exintegrante del comando central de AVC y actual subsecretario de Participación Ciudadana, de la Secretaría de Pueblos, cuenta que seis personas participaron directamente en el hecho armado que él denomina “recuperación”. Dice que cuatro entraron al Museo (Arturo Jarrín, Jimmy Solórzano, William Ávila y otro del que desconoce el nombre), uno esperó afuera (Patricio Baquerizo) y otro más en la camioneta celeste (Víctor Loor).

Otros dos (Garcín Nazareno y él) esperaban en el lugar donde serían escondidas las espadas, en Cristo del Consuelo. “Fuimos los primeros custodios”, dice.

Frías cuenta que el comando resolvió seguir el ejemplo del M-19, en Colombia, que robó ¬recuperó, según dice¬ una espada de Simón Bolívar; de los tupamaros de Uruguay, con la bandera de José Artigas; de los montoneros de Argentina, con la espada de San Martín. “Hubo dos intentos fallidos antes de la recuperación del 11 de agosto”.

Juan Cuvi, exdirigente de AVC, dice que las espaldas siempre fueron custodiadas por alguien de la organización, pero asegura que, al final, solo Arturo Jarrín, el líder histórico del grupo, sabía quién las tenía.

“Nunca hablábamos de eso porque era un tema de seguridad. Luego, como mucha gente empezó a caer presa o muerta, suponemos que Arturo se las encargó a una persona que no estaba directamente en la pelea, alguien que no tuviera el riesgo de caer preso”, relata Cuvi.

Cuenta que, cuando él salió de la cárcel, en 1989, conversó con los “compañeros”, incluso con Cárdenas, y nadie sabía de las espadas. “Por eso insisto, ¿cómo aparecieron ahora? ¿Por qué? ¿Por qué no para los cien años de la Revolución Liberal o cuando AVC estuvo en una actividad política pública? Aparecen justo ahora que hay un acuerdo de un grupo de personas (que pertenecieron a AVC) que están trabajando en este Gobierno”.

Para él, el uso recurrente de “espadas” es un intento del régimen de “maquillarse”. “Quiere proyectar una imagen de izquierda y, de alguna manera, el acercamiento a AVC le da esa imagen. Siento que ha habido un acuerdo que estaba mediado por las espadas, no un acuerdo por coincidencias políticas con AVC, sino porque de por medio estaban las espadas”, opina.

Hoy, hasta en sitios de compraventa por internet se encuentran artículos y documentos que, supuestamente, pertenecieron a Alfaro o que datan de la época de su revolución.

Marcelo Larrea, candidato presidencial por la Alianza Bolivariana Alfarista (ALBA) en el 2006, dice que durante esa campaña recibió una espada original de Alfaro, que ¬afirma¬ se la hicieron llegar descendientes del líder liberal en Montecristi.

Sin especificar medidas, Larrea asegura que es más corta que las que se han exhibido. “Es muy sencilla porque es de combate, no decorativa. Las dimensiones coinciden con su estatura, para ser llevada en la cintura”. Reconoce que no la ha certificado porque, según añade, “en estas circunstancias, se puede certificar cualquier cosa, dada la manipulación existente”.